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Aleida Belem Salazar: “Escribir sobre la enfermedad es una manera de reconstruir lo que me cuesta recordar”; por Oriette D’Angelo

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Aleida Belem Salazar (1989, Torreón, Coahuila, México). Es escritora, editora y correctora. Con tan sólo 25 años cuenta con varias publicaciones: Al viento lo que es del pájaro, publicado por La Tolvanera Ediciones, 2013 y Miedo Cerval, publicado por el proyecto Poetry will be made by all! de 89plus y LUMA Foundation. Con ocasión a su trabajo poético, obtuvo una Beca PECDA (Programa de Estímulo de la Creación y Desarrollo Artístico) 2013-2014 en la categoría Jóvenes Creadores en la disciplina de Poesía.

Sus textos están escritos desde la visceralidad y narran el tránsito del cuerpo desde la infancia a la adolescencia y de la adolescencia a la adultez. El atrevimiento, la enfermedad y el dolor son temas recurrentes en su poesía. Mantiene una vida activa en las redes sociales,  con perfiles cargados de humor, tatuajes, anatomía y, sobre todo, muchos libros.

Junto a su labor de escritora se conjuga su labor de correctora, papel que desarrolla en Amanuense Editorial. Este año, además, le dio forma a Stillness & Blood Press, un proyecto editorial que busca reunir la poesía con la ilustración. También forma parte del fanzine literario Palabracadabra y es miembro del equipo editorial La Tolvanera Ediciones.

Sin duda, es una de las voces literarias más prometedoras en la actualidad.

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Mencionas en diferentes páginas web que naciste en el desierto. ¿Qué significa para ti, como escritora y cómo experiencia de vida, haber nacido en Torreón, México?

En realidad nací en San Juan del Río, Querétaro, una ciudad que está en el centro del país pero sólo viví ahí mis primeras semanas de vida, una ciudad que nada tiene que ver con el desierto, pero mi vida siempre ha pertenecido a Torreón. Crecí en esta aridez, rodeada de tolvaneras que lo llenan todo de polvo, que provocan caos en la ciudad porque cuando quedas atrapado en medio del “terregal”, no ves ni madre. Aquí casi no llueve, aquí lo único que llueve es tierra. Y me gusta. En mis planes está emigrar algún día cercano pero uno siempre vuelve al lugar de la sangre. Estudié la licenciatura en Administración porque Torreón es una ciudad muy industrial, quizás es esto lo que le reclamo, porque hay bastante interés por la literatura pero no hay carreras profesionales que te proporcionen estudios relacionados a las Letras, sólo hay talleres y diplomados. He tenido profesores muy buenos que me han ensañado todo lo que sé y les agradezco bastante, pero a veces me siento insatisfecha por querer aprender más, prepararme más, y es algo que Torreón no va a darme si me quedo aquí.

@aleida_belem

@aleida_belem

Eres editora y correctora. ¿Qué es lo más difícil de tu profesión en los tiempos actuales donde el internet y la autoedición –que, a veces, es una no-edición– tienen tanto protagonismo?

No veo el internet o la autoedición como una barrera, dificultad o un tipo de competencia. Creo que siempre existirá público para leer en físico y en dígital. Incluso si no existe, habrá que crearlo, formar lectores. A pesar de que internet actualmente sea la manera en que más nos comunicamos o compartimos cosas, también existe la otra parte: donde cientos de personas pasan muy pocas horas en internet, o no tiene redes sociales, o simplemente no lo usan. Y ahí es cuando uno debe entender que el internet no lo es todo ni lo abarca todo. Tienes que tener una visión amplia y buscar la manera de atraer a todas estas personas. Claro que el internet es una gran ventaja, te hace llegar a donde por sí sola no llegarías. Y para un autor que recién está dándose a conocer, le ayuda mucho, porque si gusta, va a toparse con personas que lo difundirán en papel, le ayudarán a dar ese paso.

¿Qué significó para ti contar con una publicación en el proyecto Poetry will be made by all! donde hay voces tan diversas y de distintos países?

Cuando recibí la invitación de Luna Miguel para formar parte de este proyecto me entusiasmé mucho. En primera, porque me encontraba preparando un poemario apoyado con el beneficio de una beca, y segundo, porque iba a conocer a distintos poetas jóvenes de diferentes partes del mundo y esto no hubiese sido posible sin el proyecto y sin internet.

Poetry will be made by all!

Poetry will be made by all!

Tu libro Miedo Cerval se puede descargar de forma gratuita desde la página de Poetry will be made by all! y también se puede comprar su ejemplar físico.  ¿Cuáles crees que son los beneficios de la alternativa digital?

La alternativa digital te permite llegar a más lectores, sin importar el lugar del mundo en que se encuentren, que sería más difícil si el libro sólo estuviera en formato físico donde a veces los costos de envío a países muy lejanos, se elevan. Poetry will be made by all! apostó por el acceso gratuito a su biblioteca digital para conseguir más lectores y que estos pudieran compartirlos con otros lectores más, para llegar a distintos públicos. Pero en lo personal, a mí me cuesta leer mucho en formato digital, y porque amo muchísimo el papel y tener entre mis manos un libro. Claro que no me resisto a leer en digital y algunas veces lo hago.

Perfil de Goodreads
Perfil de Goodreads

En tu poesía hay una estética anatómica muy interesante. El cuerpo y la enfermedad son temas recurrentes. ¿Cuándo te diste cuenta que tu voz estaba enfocada hacia esos temas?

Creo que me di cuenta en el momento en que estuve armando el libro, primero pensé que se trataría de otros temas y de pronto me encontré con el cuerpo y la enfermedad. Dos cosas que son muy recurrentes no sólo en lo que escribo, sino en otros escritores jóvenes que he leído. Quizás se deba a que en la era en la que vivimos todo es tan poco palpable porque pasamos bastantes horas en internet que hace añorar lo físico. Aunque también escribo sobre estos temas porque es algo que me obsesiona. De niña era muy enfermiza y crecí en hospitales, quizás escribir de ello y de la infancia es una manera de reconstruir lo que me cuesta recordar.

Entre la publicación de tu primer libro y el segundo libro transcurrió tan sólo 1 año. ¿Cuál crees que es el tránsito literario entre ellos?

El primer librito fue un pequeño fanzín, los poemas que lo integran son todos sacados de mi blog, de un año atrás y que un amigo me propuso publicar. Luego, a raíz de la beca que comenzó a mitad del año pasado, comencé a escribir los poemas que vienen en Miedo Cerval. Hay poemas que aparecen en las dos publicaciones que ya no me gustan del todo, porque luego me pasa que me obsesiono mucho con la corrección y termina sin gustarme nada de lo que escribo. Considero que fue un poco  apresurado que se publicaran los dos libritos, por eso ahora estoy tomándomelo con más calma. Estoy escribiendo, y corrigiendo, otro poemario que no sé cuánto tiempo me tome para que esté listo pero será hasta que me sienta satisfecha con él.

Tienes perfiles literarios muy activos en Instagram y Twitter. ¿Crees que existe una literatura propia de las redes sociales o que es tan sólo una literatura que se da a conocer a través de esos medios? ¿Cuál crees que es la diferencia?

Abrí mi cuenta de Twitter hace casi cinco años, luego un poco después mi cuenta de Instagram. Twitter me gusta mucho, aunque aparentemente los tuits sean muy efímeros, gran parte de lo que escribo ha nacido ahí. Hay ideas que nacen a partir de lo que escribo en Twitter y que luego lo abordo más al escribir un poema. Yo llegué muy tarde al blog, como llegué tarde a escribir. Para mí, mi blog fue Twitter, después de esto, creé el blog.

No me gustaría etiquetar o definir que hay una literatura propia de internet, que es un tema muy recurrente, sí, que influye mucho en la poesía o literatura que se está escribiendo actualmente, sí. Y es porque vivimos conectados a internet: lo primero que hacemos cuando despertamos es ver nuestro télefono o computadora y nos dormimos despidiéndonos de ellos. Sólo ha cambiado la forma y las plataformas. Todo tiene una evolución, así como antes se escribía en piedras, ahora escribimos en espacios digitales. Sin embargo, el papel sigue existiendo, siguen naciendo muchas editoriales independientes que hacen arte con los libros en papel o digital. La diferencia sólo es esa: el formato. Claro que nunca falta un purista que diga que no es literatura nada de lo que se escribe en internet. Eso sí, hay que ser críticos, como podemos encontrarnos con textos muy buenos, también hay muy malos.

¿Qué perfiles literarios de twitter sueles leer?

Leo de todo, no sólo perfiles literarios, leo a gente ingeniosa que crea tuits con muy pocos caracteres que llegan a ser muy cómicos, otros que juegan mucho con el lenguaje, o que simplemente comparten sus pensamientos y la mayoría de ellos no son escritores.

Has mencionado en diversos tweets y status de Facebook que Stillness & Blood Press es un proyecto muy personal al que siempre habías querido darle forma. ¿Qué te propones con este proyecto editorial?

Me refiero a que es muy personal porque he trabajado, y trabajo, en proyectos colectivos. Donde todos unimos nuestras ideas y surge algo genial. Un ejemplo es la revista Palabracadabra. En la mayoría de todos los proyectos colectivos, le hemos dado un espacio a la poesía, pero no ha sido del todo, porque se combina con narrativa y también con ilustración. Esto pone ciertos límites. Y yo quería crear algo que no me limitara en algo que me gusta muchísimo: la poesía. Actualmente se está escribiendo y leyendo más poesía, y eso es un avance maravilloso, porque la poesía siempre ha sido un género que sólo a un número muy reducido de personas les gustaba. Es dar un salto más allá, atraer a otro público. Ahora hay bastantes editoriales que me gustan y sigo de cerca que se dedican únicamente a la poesía, o que le dan un espacio importante en su catálogo a éste género. Lo que me propongo, aunque suene quizás muy romántico: compartir mi pasión por los libros y la poesía, combinándolo con lo visual: la ilustración, darle también un espacio importante, y sobre todo, difundir el trabajo de autores jóvenes, que muchas veces sólo por ser jóvenes se valora muy poco su trabajo o no los toman en serio. Hay tantos de ellos que son muy talentosos y que su edad no determina el talento o su madurez artística.

Hay editoriales independientes que me inspiran mucho, como: La Bella Varsovia, Wave Books, El Gaviero Ediciones, Kriller71, The Scramble Books,  Almadía, Tin House Books, La Caja de Cerillo Ediciones, Kenning Editions, La Tumbona Ediciones, The Newer York, Sur+ ediciones, y una larga lista que no terminaría de nombrar.

Segundo tweet de Aleida

@aleida_belem

Una de las características de internet es la posibilidad de hacer y recibir comentarios de forma anónima. ¿Has recibido algún comentario que te haya impactado o haya incidido en tu vida y en tu escritura?

He recibido comentarios de todo tipo: desde personas que comentan diciendo que les gusta lo que hago; eso anima a continuar, y exigirme mucho más, pero también está la contraparte, donde recibo mensajes diciendo que no les gusta lo que escribo o insultándome, y la verdad, suelo ignorar mucho esto último. Soy muy indiferente. Siempre habrá a quien le guste o no lo que hagas, y eso es muy válido. A los que insultan, no tengo nada para ellos porque me son indiferentes.

¿Cómo es escribir desde y sobre el dolor? ¿Crees que exista forma de escribir sobre algo sin padecerlo?

Según se dice que primero se debe escribir desde lo que se conoce, porque es lo más cercano que tienes, pero creo que no es una barrera para escribir de algo que no conoces. Todos hemos padecido el dolor a causa de diferentes situaciones que nos han pasado, y escribir sobre él es una forma de terapia, un desahogo. Al menos para mí.

Ahora mismo se me viene a la mente Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë, una novela que combina la pasión desbordante y el dolor desgarrador por el que los personajes pasan. Y se me viene a la mente esta novela porque Emily Brontë murió muy joven, hace varios años leí que no había tenido ninguna pareja sentimental y que nunca experimentó mucho de lo que trata en su novela. Creo que se puede escribir sobre algo sin padecerlo. Claro que escribir cuando alguna de tus emociones están exaltadas, es una ventaja.

Tu libro Miedo Cerval es una apuesta feroz en cuánto a la poesía sobre el cuerpo, el dolor, la enfermedad y la infancia. ¿Qué fue lo más difícil de escribir un libro como ese sin caer en repeticiones temáticas?

No sé si sea una apuesta feroz porque pienso que toco el tema muy por encima, no profundamente como me hubiera gustado, algo que sí estoy haciendo en el libro que escribo actualmente, adentrarme más a ciertos temas. Hay algo que sí se repite mucho en el libro, que es el miedo a distintas cosas, a distintas experiencias que te marcan.

A veces uno descubre que quiere escribir poesía leyendo poesía. ¿Qué autor representó ese descubrimiento para ti? ¿Cuáles son los autores que más lees ahora?

Comencé a leer autores muy clásicos, tanto en narrativa como en poesía, y mis lecturas eran muy variadas, no había como ninguna organización ellas, leía lo que me iba topando y me llamaba la atención. Cuando entré a la Escuela de Escritores fue que empecé a ser organizada en mis lecturas y a ir leyendo sobre temas que me interesaban, comencé a descubir más autores y me aventuré más en la literatura contemporánea. No podría decidir exactamente qué autor en específico fue quien me inspiró a escribir poesía, pero cuando leí por primera vez Pedro Páramo de Juan Rulfo, hace ya un poco más de 6 años, quedé encantada con su lenguaje porque es muy poético.

Actualmente estoy leyendo a Anne Carson, Gonçalo M. Tavares, y siempre he leído bastante a Cristina Rivera Garza, que es una de mis escritoras favoritas actuales, también leo a muchos autores jóvenes porque estoy muy interesada en lo que están haciendo, en lo que escriben, con qué perspectiva ven la época actual, y varios de ellos me parecen muy ingeniosos.

¿Crees que en la actualidad es necesario mantener activos los perfiles personales en redes sociales y que esto, de alguna forma, ayuda a encontrar lectores de tu obra?

Creo que no es necesario totalmente. Que es una gran ventaja, lo es. Te permite llegar a conocer y que te lean personas de otros países. Pero hay escritores que casi no usan las redes sociales y aún así escriben, la gente los lee, difunden su obra por otros medios. Aunque también ayudan los amigos: que comparten en sus perfiles textos de gente que escribe y no está en las redes.

¿Hay alguna diferencia entre la Aleida que se presenta en persona y la Aleida que se presenta en las redes sociales?

No sé. Espero que no. De las dos formas soy muy timida al principio para conversar con las personas, poco a poco lo he sido menos. Espero que no haya mucha diferencia entre las dos Aleidas. Lo que sí, es que siempre estoy haciendo broma de todo y diciendo muchas tonterías, tanto en persona como en las redes sociales.

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Cuando se trata de tu propia obra literaria, ¿cómo conjugas tu trabajo como editora y poeta? ¿Cómo es tu proceso de autoedición y cuándo te das cuenta que un texto está listo?

No tengo un horario específico en el que escribo ni tampoco un número de horas al día para escribir. Lo que sí, es que casi siempre lo hago por la noche. Pero en el transcurso del día cuando se me viene alguna idea que me gustaría desarrollar, por lo que veo o escucho, la escribo en un algún tuit o en mi cuaderno, y por la noche le dedico tiempo y abordo más eso que quiero decir. A veces escribo y no corrijo hasta que dejo unos cuantos días reposar el texto y después reescribir y corregir, leer en voz alta y corregir. Otras veces publico versiones en mi blog que luego vuelvo a corregir para, ahora sí, dejar una versión final, que es hasta que me siento conforme o satisfecha con el texto cuando me doy cuenta que un texto está aparentemente listo.

El resto del día, tengo que organizarme con las horas para hacer mi trabajo-trabajo en la librería donde está la oficina de Amanuense, y dedicarle también tiempo a Stillness & Blood.

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Leticia Cortés: “En la escritura se necesita resistencia”; por Oriette D’Angelo

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Foto tomada del Facebook de la autora

Leticia Cortés (Guadalajara, Jalisco, México, 1980), es Licenciada en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara (1998-2003). Estudió la Maestría en Ciencias de la Educación (2007-2009) y la Maestría en Letras de Jalisco (2012-2014) . Fue becaria de PECDA en el 2006-2007 con un libro que se llama Aeropuertos. Es autora de los poemarios Lámparas de sueño (Literaria Ediciones, 2007) y De tu ausencia y de mis pérdidas (Consejo Estatal para la Cultura y las Artes, Gobierno de Jalisco, 2011). Su poesía ha sido publicada en diversas revistas tanto de México como del extranjero. Forma parte de las antologías Poesía viva de Jalisco, 101 poetas con pintores, La mujer rota, El viento y las palabras y Voces varias a veces líquidas.

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Foto tomada del Facebook de la autora

Su poesía habla de la desolación, de los dejamientos, de la bala fría que nos atraviesa la garganta cada vez que tenemos que tomar decisiones importantes, del reconocimiento de la feminidad y de la autenticidad del cuerpo. Sus libros hablan del valor del autodescubrimiento y cada lectura nos aporta una mirada auténtica gracias a su excelente manejo del lenguaje.

Leticia posee cuenta en Twitter, Facebook e Instagram. El contenido que comparte en la red varía entre la literatura y su actividad deportiva, específicamente el crossfit. Desde niña ha sido muy inquieta, lo que la ha llevado a practicar otros deportes como tae kwon do, natación, danza aérea y vale tudo.

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Recuerdo que hace unos 11 años tenías un blog bastante llamativo en donde compartías poesía y música. ¿Cómo se llamaba y por qué lo cerraste?

El problema con esa página, y definitivamente con todas mis redes sociales – ahora me pasa con mi cuenta de Facebook – es que me confieso demasiado.  Me expongo. Soy muy extrovertida. Eso a la larga le da armas a quienes te siguen. Se va convirtiendo algo inocente en un veneno. Eso ocurrió. Me expuse y comencé a tener problemas. Me gustaba mucho. A veces me arrepiento de haberlo cerrado. En  ella compartía todo. Era – literalmente – mi diario cibernético. ¿El nombre? “La flor del frío”, que es el nombre de una canción de Robi Draco Rosa que me gusta mucho.

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@leticia__cortes

 ¿A qué edad empezaste a escribir y cómo identificaste tus procesos creativos?

Comencé a escribir desde niña, aunque no con conciencia literaria – de hecho jamás me imaginé que sería escritora. Mi madre me regaló una vez una libreta pequeña y ahí escribía. La conciencia llegó en la preparatoria junto con las clases de literatura. Pero fue en la facultad de Letras en donde, en realidad, todo ocurrió. Coincidió el estudio de la facultad junto con otras situaciones de mi vida y un diplomado que hice en creación literaria, todo eso me llevó propiamente a escribir con disciplina, con seriedad. ¿Mi proceso creativo? hay un detonante, cualquier situación podría serlo, entonces el poema comienza a prepararse, después se incuba y está ahí latente. Viene la iluminación y al final florece.

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Foto tomada del Facebook de la autora

Tu libro De tu ausencia y de mis pérdidas es una evocación al abandono de lo que lastima y a la fortaleza de la mujer que queda una vez que todo lo demás se ausenta. ¿Qué opinión te merece la poética del abandono?

Lo que quise lograr en De tu ausencia y mis pérdidas se inclinaba más que a una poética del abandono, a una poética del dolor fantasma. Es un término clínico que ocurre cuando a una persona le cercenan una parte del cuerpo. Lo que pasa es que el cerebro no registra la pérdida de la extremidad y siguen sintiendo comezón o dolor. Supongo que eso mismo ocurre cuando alguna persona se ausenta, entendiendo la ausencia no sólo como la pérdida física, sino también emocional, espiritual. El cerebro no registra que una persona que se amó, ya no está. Por eso sigue doliendo. La ausencia es algo que me aterra demasiado. La ausencia y el olvido.

Dices que “nunca será mejor para ti lo digital”. ¿Envías mucha correspondencia física? ¿Conoces a mucha gente que, en la era del e-mail, haga lo mismo?

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Siempre he preferido la correspondencia terrestre. Me parece más humana, más acogedora. El momento en el que se recibe un paquete, una carta que no viene escrita con Arial 12. Me emociona enviar cartas así. A mí las únicas cartas físicas que me llegan son las de los bancos, puras deudas. No conozco a nadie que lo prefiera. Pero yo prefiero hacerlo, y me es suficiente. Esa fotografía en particular eran paquetes que iban, en su mayoría a España. Libros y cartas. Fotografías. Un separador de Frida Kahlo.

¿Crees que un blog puede ser un referente literario? ¿De qué forma influyó en tu vida profesional haber comenzado a compartir tu poesía en Internet?

Definitivamente un blog puede ser un referente literario. Puede llegar a convertirse en un monstruo.  Nosotros – mi hermano y yo – tuvimos internet en casa por allá en el 96. Comencé a compartir mis poemas con amigos en sitios como el mIRC. Después fue que abrí el blog que mencionas en un principio. Subía mis poemas porque también lo veía como una forma de tener guardado lo que hacía – aunque expuestos a los demás – Gracias a eso algunos de mis seguidores, que también son poetas, se acercaron, se creó entonces una conexión. Y qué cosa mejor podría ocurrir si no fuera eso. Compartir mis poemas en internet fue parte del puente que se creó con más personas y eso me ha llevado a la retroalimentación, a estar ya en la búsqueda de la iluminación del poema, de la madurez de la palabra.

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Facebook de Leticia Cortés

¿Cuándo sale tu nuevo libro Luminiscencias?

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En un principio Luminiscencias se iba a titular El grito salvaje de las cosas. Después vino la luz. Pero ahora ha cambiado de nombre, Habitar la muerte. Se pensaba publicar este año (2014) bajo el sello puertabierta editores. Pero no pude tenerlo a tiempo. Las correcciones, las múltiples lecturas. Yo sabía que no estaba listo aún. Ahora ese libro se ha vuelto, de alguna manera, el eje para un proyecto más grande, multidisciplinario, con amigos músicos y pintores. Será, de alguna manera, la base para trabajar todos juntos en un mismo escenario. Y el libro como tal también incluirá pinturas y algunas de las partituras de la música que será interpretada en el escenario. Eso requiere de mucho trabajo colectivo, así es que, definitivamente, no será este año cuando salga a la luz Habitar la muerte, un libro de poemas cuya médula es la enfermedad y la locura. Lo que se dará a conocer, primero, será un video poema. Después ya lo verán.

¿Publicarías algún libro en formato digital? ¿Cuáles crees que son las ventajas y las desventajas de esta alternativa?

De hecho Habitar la muerte también tendrá una parte en digital, incluso un formato en CD. Estoy pensando también en pasar a un formato digital Lámparas de sueño porque ya se ha agotado.  Personalmente prefiero los libros en físico, el tacto de las hojas, el olor… pero uno tiene que adaptarse al ritmo de la vida. A veces es más práctico tener un aparato en donde podamos guardar libros, que traer todos los libros en la mano. Es frío. Y no me gusta. Pero sí lo haré.

 ¿Ejerce la música alguna influencia en tu escritura?

Desde siempre. Tengo muchos amigos músicos, además. Mi madre toca guitarra, violín y piano. Yo jamás pude tocar nada, más que los cuerpos. El poema, a final de cuentas, también es música: tiene ritmo, melodía, armónica.

En el blog de las afinidades electivas / las elecciones afectivas afirmaste que “todo lo resumes en lo contrario al significado de tu nombre” y en algunos de tus poemas sueles repetir mucho el nombre de Leticia y el de Ana. ¿Qué significado le otorgas a esos nombres y cuál es el resumen contrario del cual hablas?

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Siempre he creído que el nombre tiene un fuerte peso en uno. Leticia significa “la que trae alegría” el resumen sería “la que trae tristeza” Mi pulsión de muerte es interna, y al ser un tanto autodestructiva tiendo a destruir lo que me rodea. Por eso hablo mucho de mis nombres. Esa dualidad: Leticia me parece un nombre largo, incluso fuerte. Ana es más corto, dulce. Cuando soy Leticia suelo ser violenta. Cuando soy Ana tiendo a ser tierna, sensible.

¿Has realizado talleres de escritura? ¿Cuáles consideras que son las ventajas de realizarlos y cuáles son las desventajas? ¿Qué opinas de los talleres en línea?

Nunca entraría a un taller en línea. Creo que para hacer un taller se necesita el contacto físico, visual, con la persona que está dirigiendo. Talleres de escritura nunca he realizado. No creo tener el poder de hacerlo. Un tallerista de poesía debe tener los pies bien puestos sobre la tierra. Lo que pasa es que también siento que de pronto todos los que asisten a un taller terminan escribiendo como el tallerista. El compartir lecturas en los talleres es muy enriquecedor, la crítica hacia lo que se crea, pero la corrección, ahí sí no me meto. Igual y hasta echo a perder a alguien que sí sería un gran poeta.

Octavio Paz, Oliverio Girondo, Julio Cortázar, Alejandra Pizarnik y muchos escritores más han mencionado a los pájaros en su escritura. ¿Crees que es una figura repetitiva o la consideras fundamental como imagen literaria? ¿Crees que no se puede no escribir sobre los pájaros?

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@leticia__cortes

Será que las aves dan esa sensación de libertad, de lo frágil, del vuelo, de lo liviano. Las aves – creo – lo tienen todo. Hay un estudio muy interesante que me compartió la poeta Daniela Camacho “La sabiduría de los pájaros” de Erik Sable,  después de leerlo comprendí que se puede escribir sin hablar de los pájaros pero es que la poesía, por antonomasia, es libertad, fragilidad, es vuelo, es liviana. Ahí estará, siempre, el pájaro, escondido entre los versos. Entre cada palabra. En la respiración del poema.

En tu libro Lámparas de sueño hay muchos poemas que hablan de la infancia y del descubrimiento de la feminidad. ¿Crees que un escritor sólo puede escribir sobre suha061006 infancia cuando aún está joven? ¿Qué es lo que más rápido tendemos a olvidar?

Los poetas nunca deberían dejar de ser niños. Esa capacidad del asombro, la minuciosidad. Supongo que más bien cuando tenga setenta años volveré a escribir sobre la infancia, la añoranza. Yo, en particular, olvido casi todo, pero es porque estoy enferma de algo que tiene como uno de los síntomas la pérdida súbita de memoria. No sé si sea un defecto o una virtud, pero también desespera olvidar. Hay cosas que nunca hubiera querido haber olvidado.

Le haces mucha publicidad a la música de Nacho Vegas. ¿Significa algo su música en tu escritura?

Las letras de Nacho Vegas llegaron en un momento crucial de mi vida. La primera vez que lo vi en concierto en mi ciudad yo no lo había escuchado, no lo conocía, me habían invitado y fui. Como no me sabía ninguna de sus letras lo único que hice fue escuchar y observar. Nacho lo contiene todo, pero en el hecho de contener, explota. Al año siguiente (2012) viajé a España y en un bar de Oviedo conocí a dos de sus músicos, Luis Rodríguez y Manu Molina y tuve la suerte de hacer una amistad. Después viajé a Gijón y conocí a su hermano Santiago en un bar que se llama La Corrada. De ahí surgió una gran amistad. Luego conocí a Xabel, el otro hermano de Nacho. Un día, una amiga de Madrid me envió un documental de Nacho “El fulgor”, que habla acerca del proceso creativo de la canción homónima. En la parte final Nacho habla sobre sus influencias literarias. Yo tenía por ahí su correo electrónico y me atreví a escribirle pensando que jamás me iba a contestar. Al otro día tenía en mi bandeja de entrada un correo de él. Surgió también una amistad. Tan así que a veces a altas horas de la noche y con algún whisky encima, le whatsappeo. Hace poco dio un concierto en mi ciudad y tuvo el detalle de dejarme dos accesos totales en la puerta. El hecho de materializar cada una de sus canciones en carne es algo que, espero, jamás olvide. Creo que me desvié de la pregunta. Mucho de lo que ha hecho Nacho hubiera querido escribirlo yo. La crudeza con la que habla del amor, el no tapar su lado sexual, gritar lo que no comprende y no quiere de todas las situaciones que están ocurriendo con la sociedad. Su música sí me ha influenciado mucho, Habitar la muerte tiene un epígrafe de él “un trozo de verdad bastará para salvarme”, y una parte está dedicada a Nacho.

¿Es la buena memoria algo importante a la hora de escribir acerca de la infancia?

No creo que sea – en mi caso – la memoria. Que de eso me queda poco. En mi caso creo que son las sensaciones que quedaron en la piel. Pero es que también, a veces, nos creamos esa infancia que no tuvimos. Los poetas tendemos a hacer muchos mundos.

En tus redes sociales sueles mostrar tus actividades deportivas, específicamente la práctica del crossfit. ¿Ha influenciado el ejercicio a tu escritura?

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El deporte me ha enseñado a tener disciplina y a distinguir los momentos de preparación. El crossfit lo practico desde hace más de un año y ya he participado en competencias dentro de mi ciudad. Hay momentos para todo. Eso mismo lo traslado a la escritura. Hay momentos de preparación, momentos de mucha carga, momentos en donde debes bajar la carga. Cuidar la alimentación, dormir ocho horas, tomar suplementos. Ya vendrán los tiempos para agarrar la fiesta. A eso me refiero. En la escritura ocurre lo mismo: se necesita resistencia. Ocurre algo. Hay movimientos de halterofilia en el crossfit, alguna vez una entrenadora me dijo que antes de levantar tenía que imaginarme en el movimiento, en el momento en el que agarras la barra ya no debes pensar, sino actuar. Eso mismo lo llevo a la escritura. Pensar en el poema antes de agarrar la pluma. Una vez que la agarro lo único que se tiene que hacer es actuar. El poema también es un acto.

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Ricardo Ramírez Requena: “Los escritores se sienten ajenos a muchas cosas”; por Oriette D’Angelo

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10006108_10153305194063484_7074645123652761429_nRicardo Ramírez Requena (Ciudad Bolívar, Venezuela, 1976). Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela. Es, además de escritor, gran lector, librero y profesor universitario.

Ha sido finalista en dos ocasiones del Premio de Cuentos de la Policlínica Metropolitana (2011, 2013). Participó en la V Semana de la Nueva Narrativa Urbana (2010). Algunos de sus textos suyos aparecen en revistas y blogs en Venezuela, México, Colombia y España. En el 2011, obtuvo una Mención especial en el I Premio de Poesía Eugenio Montejo (2011), con el poemario Maneras de irse, publicado este año por la Editorial Ígneo.

En la poesía de Ricardo Ramírez Requenaencontramos un lenguaje serio y tenaz. Maneras de irse evoca al desarraigo, a los adioses, al sentimiento de ajenidad que nos invade el cuerpo cada vez que pasamos por calles que nos aterran y, sobre todo, a la forzosa despedida de la ida involuntaria. Su poética está trazada desde un lenguaje sereno que es capaz de hacernos sentir el idioma de la pérdida en todas sus representaciones.

Ricardo ramirez requena

@maqroll30

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Maneras de irse es tu primer libro publicado. En él reconozco el paso por los lugares y situaciones que se nos hacen ajenos. ¿Crees que sentirse ajeno a la idiosincrasia de un país es, también, una manera de irse?

Yo maneras-de-irsecreo que los escritores se sienten ajenos a muchas cosas. Por lo menos, a mí me pasa. Ahora bien, esa “ajenidad” se transfigura por medio de la palabra: deja de serlo al ser nombrada.

No estoy seguro de que sentirse ajeno a la idiosincracia de un país sea un manera de irse. Creo que es una habitación cerrada. Hay que abrir las ventanas.

¿Cuánto tiempo te tomó escribir este primer libro? ¿Consideras que el paso del tiempo influye en la calidad de una obra?

En este libro hay poemas escritos hace 12 años. Pero su edición y corrección tiene de 5 a 2 años. En esa edición hubo cambios importantes, empezando por el título.

El paso del tiempo influye en la edición del libro. Debe sopesarse, debe esperar. La edición final determina todo.

¿Cómo surgió Maneras de irse? ¿Empezaste con un proyecto consolidado o es un poemario que fue tomando forma a medida que se escribía?

Fue un poemario que fue tomando forma a medida que se escribía y que me iba dando cuenta hacia dónde me dirigía. En ese sentido, la lectura de Alexis Romero fue vital. Me hizo ver cosas que no sabía que estaban en el poemario.

Existe una corriente de la poesía postmoderna cuyo fin es afirmar que “todo es poesía”, incluso aquellas cosas que no tienen lenguaje poético o utilizan un lenguaje extremadamente simple. ¿Crees que todo es poesía? ¿Qué opinión te merece este tipo de poesía postmoderna?

No creo que sea un planteamiento postmoderno: eso lo plantearon los románticos y luego los surrealistas. Octavio Paz lo trabajó mucho. Creo que una cosa es “lo poético” y otra cosa “la poesía”, en donde participa obligatoriamente la palabra, con su ritmo y melodía. Hay elementos poéticos fuera de la palabra, pero creo que la realización del artefacto verbal (así lo llamaba Auden), es decir, el poema, es el fin último de la poesía: ser por el poema.

Venezuela está pasando por una crisis editorial desde los últimos 2 años, específicamente por la escasez de papel para imprimir los libros. ¿Cómo ves a largo plazo el mercado editorial venezolano?

Lo veo bien, en el plano privado, mientras las imprentas sigan teniendo acceso al papel. Eso es capital. Los costos se elevarán más y los libros serán más caros, pero seguirán saliendo libros muy buenos. Ahora bien, el Estado debe enseriarse y empezar a producir libros necesarios para las universidades, para la formación intelectual y académica. El aparato editorial del Estado está secuestrado. Eso debería cambiar.

A pesar de que existen varias casas editoriales en Venezuela, la primera publicación de un escritor siempre es complicada. ¿Qué consejos le darías a un escritor que quiere publicar su primer libro?

Que participe en concursos, que toque puertas, que ponga sus poemas a circular por las redes, que sea muy paciente. Que no tema correr riesgos. Que no olvide que es importante publicar.

El mercado de los libros digitales está avanzando pero no logra convencer a los lectores. ¿Te gusta leer libros digitales? ¿Crees que desplazarán en algún momentoa los libros físicos?

El libro digital es cada vez más necesario. No creo, eso sí, que lo desplace. El vínculo con el objeto libro es muy fuerte. La industria del libro es un todo donde cada quien pone su grano: es una de las referencias civilizatorias más importantes que nos quedan. Hay algo en el libro digital que no termina de convencer, aunque nos resuelva muchos problemas de acceso al conocimiento. Ese algo debe resolverse, pero mientras no se resuelva, no veremos grandes cambios.

Eres profesor en la Universidad Central de Venezuela. ¿Cuáles son las inquietudes más frecuentes de tus estudiantes con respecto al campo laboral en el mundo de las Letras?

En estos momentos, tener un título para emigrar. Luego, trabajar en el mundo editorial los mueve mucho, creo que más que ser escritores incluso y, por supuesto, ser profesores.

Muchos escritores venezolanos están tocando el tema del exilio en sus obras. Es una cuestión histórica y generacional. Por otra parte, el tema de la violencia no es tan recurrente. ¿Crees que los escritores tocan lo suficiente el tema de la violencia en el país?

La narrativa ha trabajado ampliamente la violencia. También el cine y la música contemporánea. Lo que no se ha hecho es crear una literatura de la violencia como marca. No sé si a los escritores les interese tanto eso. No lo sé.

Ofreciste una entrevista a Que Leer y recomendaste leer a Enza García Arreaza. En Enza hay una voz atrevida y arriesgada. Es, por ende, una escritora que sobresale. ¿Consideras que a la literatura venezolana le falta riesgo?

No, considero que a los escritores venezolanos les hace falta su baño de París: hay que cruzar el charco un rato. Salir, ver mundo, probar otras realidades editoriales, qué se lee en otros lugares. Creo que eso es lo que falta.

No sé a qué nos referimos cuando decimos que nos hace falta riesgo: ¿escribir como argentinos, mexicanos, españoles? No somos argentinos, ni mexicanos, ni españoles.

¿Crees que en la actualidad la obra de un escritor puede sobrevivir sin su promoción en el Internet?

Sí creo. Internet es algo muy reciente que no cuenta con tanta penetración como creemos. Ahora bien, la prensa se mueve cada vez más en la red: ahí sí es importante la promoción. Es importante que un nombre (de autor o medio) con prestigio construido apoye las obras. En ese sentido, la crítica es fundamental y necesaria.

Existe una corriente de pensamiento que asume que la cultura debería ser libre. Esta corriente implica a su vez la distribución gratuita de obras creativas a través del Internet. ¿Estás de acuerdo con esta corriente o defiendes las restricciones propias de los derechos de autor?

Yo creo en el derecho de autor. Pero en nuestros países es difícil, en especial en el nuestro con control de cambio. Es algo complicado en donde todo el mundo tiene que ceder.

Por otro lado, me encantaría pensar que el acceso gratuito a las obras por internet significará más lectores. Lo dudo. La gente paseará por la red sin saber qué escoger. La crítica, los libreros, deben tener un lugar en la dinámica de la red. Sin ellos, estamos en el desierto.

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Manuel Gerardo Sánchez: “La escritura debe nutrirse de la investigación”; por Oriette D’Angelo

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428549_10152778472235167_122030456_nManuel Gerardo Sánchez (Caracas, Venezuela, 1982). Es licenciado en Historia por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Se ha dedicado a la labor periodística en los últimos 10 años, ejerciendo actualmente el cargo de Editor en la Revista Clímax. Algunos de sus textos han sido publicados en Exceso, Cocina y vino y Complot, entre otros medios tanto impresos como digitales.

Su libro de cuentos, El último día de mi reinado, fue publicado por Sudaquia editores, 2013 y por Editorial Ígneo, 2014.

El último día de mi reinado está compuesto por once relatos en donde pudiera pensarse a primera lectura que la banalidad es el tema central. Sin embargo, va más allá de esto: sus personajes sórdidos y superficiales nos muestran historias comunes pero fantásticas, en dónde destacan cuentos como Miss María Lionza, Familia que come unida y En tres y dos. En este libro encontramos reflexiones cotidianas sobre la madurez, la enfermedad, la cocina y alguna que otra anécdota sobre personajes históricos venezolanos.

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¿Quién es Manuel Gerardo Sánchez?

Un hombre, con canas en la barba, que pensaba en la soledad como un problema existencial. Aunque gusto del contacto carnal, cada vez me persuado de que la literatura es mi gran amante. En ella no sólo me remanso sino que también me encuentro. He sido una persona muy solitaria, desde mi niñez, acaso porque siempre fui diferente al resto que me rondaba, por eso los libros, los personajes, las historias fantásticas  siempre me han acompañado. Me salvan.

 ¿Qué influencia ha tenido el estudio de la Historia en tu escritura?

La historia me dio algo invaluable: espíritu crítico e investigación. Conocer de metodología; manejo de fuentes, cuya heterogeneidad es tan amplia como temas y, por supuesto, preguntar cuando es menester son herramientas necesarias para cualquier trabajo humanístico, social o creativo. La escritura debe, desde mi punto de vista, nutrirse inexorablemente de la investigación. Y, sin bien es cierto que la ficción no es, ni tiene que serlo, menos mal, verdad científica, la narrativa gana, se enriquece, se infla de la buena manera cuando hay detrás estudio sesudo.

¿Cuáles narradores venezolanos consideras de lectura fundamental?

Sin ambages, los primeros nombre que retumban en mi mente son: Enrique Bernardo Núñez, Manuel Díaz Rodríguez, Teresa de la Parra, Rómulo Gallegos, entre otros. Pero los narradores de nuevo cuño, si es posible llamarlos así, secuestran mi interés. Desde hace un buen tiempo leo y releo a Elisa Lerner, Federico Vegas, Eduardo Liendo. Esto sin contar los narradores de las últimas generaciones. Creo que Venezuela es tierra fecunda de poesía.

Alejo Carpentier tenía un régimen de escritura bastante estricto: escribía una página diaria. ¿Tienes algún régimen de escritura?

Debo admitir que soy aplicado. Y pese a que no logro escribir una página diaria, por mi oficio de editor, no hay semana que no escriba o trabaje en el relato de turno. Por ejemplo, el fin de semana pasado terminé dos cuentos, Me sentí triunfador… por muy pequeña que fuera mi victoria.

Tu libro El último día de mi reinado está escrito, en su mayoría, con un lenguaje elegante. ¿Representaba esto algún riesgo para ti? ¿Cómo pensabas que sería la respuesta de los lectores?

El temaPortada-190x300 de mi estilo siempre me ha granjeado algunas críticas. Yo escribo como escribo porque eso soyHacerlo de otra manera sería impostar una voz. He apostado, y sigo apostado, por una manera que algunos llaman de anacrónica o pretensiosa. Mi libro, desde el primer momento, desde que la idea relampagueó ante mí, me lo planteé también como una propuesta estilística. Eso generaría aceptación o rechazo. Sólo dos caminos. Dos opciones. Corrí el riesgo. Con fortuna, puedo decir que los lectores y la crítica han recibido El último día de mi reinado con agrado. Porque es diferente, porque sus temas, que son los mismos en la literatura, se pavonean y alardean con otros atuendos. Unos un poco más elaborados. La enjundia, el castellano castizo y un cierto barroquismo son las galas y confección de mi libro.

Los cuentos de tu libro El último día de mi reinado son de temática diversa. En el cuento Familia que come unida y El regalito de Chitty el tema primordial es la búsqueda de justicia por parte de su personaje principal. ¿Es la escritura algún tipo de venganza?

La escritura me exorciza. Sí. Me purga de miedos y demonios. Mis personajes son como cualquier otro. Yo los veo y pienso creíbles. No conozco a nadie que alguna vez no haya abrigado, o cuando menos desterrado, sentimientos impropios: odio, envidia, engreimiento. La venganza es un tema recurrente en el libro. Pero son venganzas infantiles. Inocentes. Incluso algo estúpidas. Porque la venganza es siempre un acto de estulticia.

¿Crees que la originalidad existe o que todo lo que escribimos es una versión de lo ya escrito?

Si nos paseamos por las páginas de la literatura occidental, encontraremos temas sempiternos: amor, venganza, muerte, el viaje, la huida, la partida, entre otros. La originalidad reside en cómo se plantean esos temas, en cómo se desnudan y cómo coquetean unos con otros. Por eso la literatura se renueva, se remoza. Por eso nunca dejaremos de escribir. No sólo porque es una necesidad, una forma de expresión inherente al hombre, sino también por el misterio de decir las mismas cosas de muchas otras maneras. Necesitamos contar historias.

Cuando se trata de tu propia escritura, ¿cómo conjugas tu trabajo como editor y narrador? ¿Te ha servido el oficio de editor a la hora de trabajar tus propios textos?

Mi trabajo de editor me ha ayudado mucho. Porque soy de los que piensan, aseveran y asienten la máxima: “todo se puede editar”.  Es más… desde ahora, voy a pregonar por todas partes mi nueva verdad: “Edítate”. La edición también me ha procurado de algo muy importante: orden y constancia.

¿Qué opinión te merece la censura que le realizó la cadena de librerías Nacho a tu libro al prohibirse la venta de éste en sus tiendas?

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@ceroembuste

Si me lo permites. Voy a responder con una sola palabra: pendejos.

¿Publicarías algún libro de descarga gratuita en Internet? ¿Qué piensas acerca de la difusión gratuita de la literatura como impulso cultural? ¿Puede esto ir en contra de la profesión del escritor?

La internet es una herramienta más del rimero que tenemos al alcance. No usarla sería, además, renegar de nuestro tiempo histórico. Eso sí, hay que saberla usar. Hay que tamizar la información. Comparar, paragonar el dato, confirmarlo y no irse de buenas. Vivimos en un mundo con tecnologías que nuestros abuelos jamás imaginaron, por ejemplo. La redes sociales, como añadidura, ejercen un papel de difusores que los medios de comunicación tradicionales tampoco tenían cómo prever. Por el mismo vértigo del cambio constante. Soy hombre de mi tiempo, fiel a él. Por eso creo que sí me valgo de la red para hacer difusión de las letras, de la literatura. ¿Acaso los escritores no quieren ser leídos?

¿Estás trabajando en algún otro libro actualmente?

Sí. Estoy trabajando en un libro de relatos. Sigo explorando en el género porque me fascina. Me tiene cautivo. Soy su esclavo. Ya tengo el título y cinco cuentos terminados.

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Jorge Gómez Jiménez: “Internet ha enriquecido mi obra y mi vida”; por Oriette D’Angelo

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1798528_10152768367239054_1748322401898153323_nJorge Gómez Jiménez (1971, Cagua, Aragua, Venezuela). Escritor, editor y corrector. Es autor de libros de narrativa, poesía y ensayo. Es también creador y editor de la revista literaria Letralia, portal dedicado a la difusión cultural en todas sus facetas y que, además, es el primer portal cultural venezolano en Internet.

El trabajo de Jorge en Letralia ha realizado importantes aportes en el mundo de la cultura en Internet, ya que esta página se ha convertido en referencia obligatoria a la hora de conocer textos de nuevos autores y escritores de todas partes del mundo. Es, además, un espacio para la publicación de artículos culturales, aportando así un espacio completo para la lectura de diversos géneros.

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Ha publicado el ensayo La educación secundaria venezolana: un muerto sin dolientes (Cagua, Editorial El Tabloide, 1985), el libro de cuentos Dios y otros mitos (La Victoria, Senderos Literarios, 1993), la novela corta Los títeres (Tenerife, España, Baile del Sol, 1999), la antología de narrativa venezolana Próximos (Embajada de Venezuela en China, 2006), la novela El rastro (Libros del Sur, Argentina, 2008) y su última novela Juez en el invierno (Editorial Lector Cómplice, Venezuela, 2014).

Ha recibido importantes premios, entre los que destacan el primer lugar en los concursos de narrativa Semana de la Juventud (Ateneo de La Victoria, 1996), Poeta Pedro Buznego (Casa de la Cultura de El Consejo, 1997) y X Concurso Anual de la Universidad Central de Venezuela (Maracay, 2002). Además, obtuvo el segundo lugar en el 3r Concurso de Mini-Cuentos Los Desiertos del Ángel (Secretaría de Cultura del estado Aragua, 1998). Algunos de sus textos han sido traducidos al inglés, francés, catalán, italiano y esloveno.

Su obra es diversa. Oscila entre distintos géneros como el ensayo, el cuento, la novela y la poesía. No puedo afirmar que existe un solo eje temático en su escritura: va desde la comedia hasta la conciencia histórica, pasando por la ironía y la preocupación social.

Se mantiene activo en todas sus redes sociales y ejerce la promoción cultural desde ellas.

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Letralia fue creada en 1996. ¿Cómo surgió la idea de crear el primer portal cultural venezolano en Internet?

Cuando empecé a leer, en publicaciones especializadas de informática, sobre un sistema con el que era posible comunicarse con otras personas en cualquier parte del mundo, y en el que además la información a compartir podía ser textual y gráfica y de todo tipo, lo primero que pensé fue en lo práctico que resultaría ese sistema para leer lo que se estaba escribiendo en todo el ámbito de habla hispana. Es decir, a los 25 años ya uno se había leído medio Borges, medio Cortázar, tres cuartos de García Márquez, pero no tenía idea de lo que estaban escribiendo los mortales contemporáneos a uno, incluso dentro del mismo país. Uno se preguntaba de todo. ¿Hay esperanzas para las letras en español? ¿Qué dificultades tiene un tipo que vive en México o en Bolivia o en España en un pueblo del tamaño de Cagua? ¿Saben en otros países que en Venezuela hay unos chamos que están haciendo una literatura arrechísima? Esto era algo que nos preocupaba especialmente: entonces se hablaba muy mal de la literatura venezolana y no entendíamos por qué la mala fama —promovida incluso desde adentro—, con tanta buena obra que leíamos en encuentros, en revistas impresas o en los libros que por esa época producían esas aventuras maravillosas llamadas “editoriales alternativas” que estaban en pleno auge. Lo cierto es que gracias a los boletines electrónicos de los 90 —cuyo acceso era por teléfono y fueron la Internet de la era preinternet— conocí la revista argentina Axxón, que fundada hace 23 años por Eduardo Carletti es la decana de las publicaciones literarias digitales en lengua española, y todavía circula. Pero en aquellos tiempos Axxón fue el único esfuerzo serio en difusión periódica de literatura que encontré. Había webs, algunas españolas, alguna argentina, pero en Venezuela aún el ámbito digital estaba muy en pañales. Como mi conexión a Internet era sólo por correo electrónico —para ver webs había que enviar unos comandos complicadísimos a unos servidores, en sitios como Estados Unidos y Japón, que devolvían el código a la dirección electrónica del usuario—, me puse a buscar publicaciones literarias que se distribuyeran por esa vía y a las que uno pudiera suscribirse, y aunque encontré muchísimas en inglés, no había una sola en español. Tú metes todo eso en una licuadora y lo que sale es Letralia. Ojo, yo no estaba en una carrera, no me levanté un día y me dije: ¡Voy a lanzar el primer portal cultural venezolano! En mayo de 1996 arranca la revista literaria por correo electrónico, unos meses después una versión temprana del portal, y luego fue que me di cuenta de que estaba solo en aquella llanura.

En 1996, la mayoría de los venezolanos no contaban con una computadora ni mucho menos con conexión a Internet. ¿Representó esto un riesgo o temor a la hora de crear Letralia?

No, para nada. Para mí era obvio que Internet se iba a masificar más temprano que tarde y que se iba a convertir en el medio de comunicación más versátil jamás conocido. Y yo quería estar ahí cuando eso sucediera. Yo quería estar ahí cuando fuera posible leer lo que estaba escribiendo el tipo de México o Bolivia o España y además quería que él me leyera y que nos cayéramos a cuchillo criticando nuestros textos. Y al final no sólo estuve, sino que me colé entre los primeros en hacer que sucediera. Así que, más que enfrentarme a un riesgo, yo era el muchachito que se quedó encerrado de noche en la juguetería. Siempre, desde el principio, hubo voces agoreras: el tipo que decía que lo iban a plagiar, el que decía que una revista literaria en Internet sólo sería leída por los cuatro gatos que tenían Internet, y ni siquiera, porque creían que el lector de una revista literaria en Internet tenía que ser al mismo tiempo nerd y buen lector. Pero resultó que para mí, y para otros como yo en aquella época, esto era un tiro al piso; ya entonces el crecimiento de la red en Venezuela tenía un ritmo saludable —aunque con los años y la idiotez imperante en la raza política ese ritmo se desaceleraría.

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@jorgeletralia

 

Escribiste tu primer ensayo a los 14 años y en él reflexionas sobre la educación secundaria en Venezuela, específicamente sobre un pensum que nos obliga a estudiar materias que no sirven para nuestra vocación. ¿Sigues opinando igual? ¿Consideras que todo el mundo conoce su vocación siendo joven? ¿Qué crees que ha cambiado, en materia de educación, desde 1985?

El otro día conversando con unos docentes amigos me comentaron que entre las reformas que se han explorado en los últimos años en Venezuela estuvo un sistema parecido al que yo planteé. Claro que yo en aquella época tenía 14 años y era difícil que se me tomara en serio. El Pedagógico de Maracay me invitó a un encuentro con varios profesores. Entre otras cosas les dije que creía que los exámenes eran un procedimiento fracasado de evaluación. Entonces me pidieron que les dijera cómo debía evaluarse a los muchachos y yo con la franqueza de un chamo les respondí: No sé. Ahí intervino el moderador y dijo: Bueno, ya va, estamos haciendo trampa, nosotros somos planificadores educativos y esa pregunta deberíamos responderla nosotros. Sí, sigo opinando igual, creo que un alto porcentaje de la gente que fracasa (y que es más gente de lo que cualquiera se imagina, gente que se va haciendo invisible hasta para ella misma) es producto de un sistema educativo que no está interesado en formar gente exitosa, gente capaz de descubrir sus capacidades y explotarlas. No, no todo el mundo sabe en la adolescencia para qué es bueno, precisamente porque crecemos envueltos en un sistema educativo especializado en formar fracasados, y en el que los que no fracasan es porque vienen con una habilidad natural para ver a través de la matriz. Y, en cuanto a los cambios desde 1985, basta con que te diga que yo leí a Gerbasi, yo leí a Sábato, y a los chamos de ahora los ponen a leer El caballero de la armadura oxidada.

¿Consideras que la política ejerce una influencia directa en la obra de un escritor? De ser así, ¿crees que se debe evitar la influencia de ella en la escritura?

Somos individuos, y cada uno de nosotros responde distinto a los mismos estímulos externos. La política ejerce una influencia directa sobre todos nosotros porque lamentablemente los políticos son los que rigen nuestros destinos. Imagínate dónde estuviéramos si en vez de políticos nos gobernaran personas sensatas, honestas, decentes. Ahora, no soy mucho de decirle a la gente lo que debe o no debe hacer. En literatura la cosa tiene que fluir con franqueza desde un caldo en el que se mezclan las experiencias, los sentimientos, la imaginación y la capacidad expresiva de un individuo. Si hay equilibrio en esos elementos, es muy probable que haya buena literatura. Lo importante es entonces el equilibrio: si la política te desequilibra, apártala de tu obra. Pero si no te desequilibra, chévere, aprovecha y métela en tu obra; quién quita que algo que escribas cambie algo, esperemos que para bien.

Comentas en tu blog personal que tu novela El rastro estuvo publicada allí desde 1997 hasta 2008 y que con ocasión de una consulta a diversas personalidades de la literatura, se ubicó en el puesto 32 de “Las mejores 100 novelas de la lengua española de los últimos 25 años”. Como consecuencia de esto, una editorial se interesó en la publicación de la novela. ¿Crees que Internet ofrece buenas oportunidades de promoción literaria? ¿Qué beneficios le ha traído Internet a tu obra?

El rastro es mi segunda novela. La escribí en 1993, antes de tener contacto con Internet, y fue la primera vez que experimenté con la computadora como única herramienta de escritura (antes de eso, como todos los mortales de entonces, escribía a mano). Tuve muchas inseguridades con ella y aunque la presenté a un par de concursos, se fue quedando en la gaveta. Un día se me ocurrió subirla a Internet y ahí despegó su suerte irregular y gamberra. ¿Puesto 32 de un ranking, por encima de novelas de Uslar Pietri, Fuentes, Bryce Echenique y un poco de gente? Rodolfo Cal, el protagonista, que debe andar por los 45 años, se moriría de las risas. Sí creo que Internet es un gran medio para difundir tu obra, y sí que me ha traído beneficios. He leído cosas de las que no habría tenido noticia sin Internet, tengo libros publicados en el exterior, libros publicados en otros idiomas, he salido en revistas extrañísimas, divertidísimas, serísimas —algunas incluso reunían todas esas cualidades—, he leído mis textos en un museo en Colombia consagrado al café y en la Casa de América en Madrid y a orillas del río Amarillo en China, me he hecho amigo de unos cuantos escritores a los que leí y respeté toda mi vida, me he hecho amigo de escritores a los que luego leería y respetaría y con quienes he podido disfrutar de eso que Triunfo Arciniegas llama con justicia el delicioso placer de la amistad, tengo en todo el mundo amigos que escriben, pero también amigos que no escriben y que me compartieron gustosos sus alegrías y sus tragedias en veladas con comidas y bebidas algunas veces desconocidas para mí. Claro que Internet ha enriquecido mi obra, y mi vida.

Publicaste un nuevo libro este año, Juez en el invierno. En él hay pasajes humorísticos muy marcados. Abordas, de forma hilarante, la situación de un escritor al aceptar ser jurado en un concurso literario. ¿Qué retos te representó la escritura de esta novela? Cuéntanos un poco su proceso de construcción

La anécdota principal de Juez en el invierno se me ocurrió hace cerca de diez años, después de escuchar la historia verdadera de un autor venezolano Juez en el inviernoque aceptó la responsabilidad de ser juez de un concurso de novela y resultó que todas las obras participantes eran deficientes. Cuando ninguna de las obras tiene la calidad suficiente y no puedes declarar desierto el concurso, tienes que leerte todo eso para ver quién es el menos malo y darle el premio. Yo me imaginé en esa situación y creí ver el infierno, pues yo me conozco y sé que no soy capaz de terminar de leer un libro malo, y con esto no me refiero sólo a asuntos subjetivos sino a cosas formales y tangibles como la coherencia, la ortografía, el desarrollo de las ideas. Pasé años con esa historia dándome vueltas en la cabeza hasta que en mayo de 2008 encontré el tono. Me encerré a escribir y en 24 horas —con unas 5 horas de receso para comer y dormir— tuve lista la primera versión. El final, que ha dejado satisfechos a la mayoría de sus lectores, se me ocurrió como en la hora veinte; hasta entonces había estado escribiendo sin tener muy claro cómo iba a terminar la cosa. Luego le hice varias correcciones, principalmente ajustando cosas relacionadas con el lenguaje del relato, que como sabes tiene sus particularidades. En 2012 obtuvo mención en el Guillermo Meneses y en 2013 se lo presenté a Lesbia Quintero, de Lector Cómplice, quien de inmediato decidió publicarlo. Ahí fue cuando hice la última corrección y el ciclo se cerró. Por ahora.

¿Tienes alguna rutina a la hora de escribir?

No sé si a mis manías se las puede agrupar bajo el término rutina. En primer lugar, detesto escribir si hace calor, si hay niños, si hay que salir o si hay perros —en realidad detesto los perros a todo nivel—, y detesto que me pregunten qué estoy escribiendo. Por todo ello suelo escribir de noche, cuando todo lo demás duerme, porque las interrupciones me hacen irascible. Otra cosa es que mientras escribo fumo mucho más que en circunstancias normales, por lo que me gustan los ceniceros amplios y de buen fondo, para no tener que pararme a vaciarlos cada dos marlboros. Ah, y cuando escribo narrativa hago gestos, suelo interpretar a los personajes para entender mejor cómo escribirlos, puedo caminar por toda la casa tratando de entender cómo se desplazan mis personajes y cómo reaccionan ante una situación determinada.

¿Crees que escribir va más allá de tener algo que decir y decirlo como propuso de alguna forma Oscar Wilde?

Sí, bueno, supongo que eso basta para escribir, pero escribir bien ya es otra cosa. Y aquí insisto, no me vengan con que las subjetividades… Hay un nivel objetivo de calidad que no se consigue simplemente sentándose a tirarle dedazos a un teclado. A veces veo libros inmensos de cuatrocientas páginas que no te dicen nada, o que lo dicen todo choreto. Para serte franco, en esos casos envidio el tiempo y la dedicación del tipo, ya quisiera yo soltar en cuatrocientas páginas un montón de cosas que tengo que decir, pero la verdad es que a esa mesa de Wilde le falta una pata. Le falta el equilibrio.

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@jorgeletralia

 

¿De dónde crees que surgió la idea de que la poesía salva?

Francamente no lo sé. Bolaño cuenta en Los detectives salvajes una parábola en la que un poeta se pierde en una ciudad extraña, no tiene trabajo ni dinero ni conoce a nadie, se está muriendo de hambre y de soledad pero al final se salva, porque el poeta siempre se salva. Supongo que la idea viene de la necesidad de que algo nos salve sin tener que dejar el pellejo en ello. Y mira que yo te puedo decir que a mí en particular la literatura me salvó de un montón de cosas, pero cuando ves el estado del mundo te das cuenta de que la poesía es como Dios, muy lindo el concepto pero tampoco es que te va a librar de que te pise el tren si no haces el esfuerzo de salir por tus propios pasos de los rieles.

¿Tienes pensado publicar algún libro de poesía? ¿Cuáles poetas venezolanos admiras y consideras fundamentales?

El año pasado publiqué con el Taller Literario El Pez Soluble la plaquette Mar baldío. La experiencia fue muy satisfactoria, se vendió bien y recibió algunas críticas muy favorables. Tengo tres poemarios que han sido publicados parcialmente (Mar baldío reunió poemas inéditos y algunos que ya estaban en esos libros) y estoy empezando a darle forma a algo que podría ser el cuarto, pero por el momento no me han hecho propuestas ni tengo planes concretos de publicación. No puedo decirte cuáles son todos los poetas venezolanos que admiro; esas listas son como el camuflaje polimórfico de los agentes de A Scanner Darkly, de Philip K. Dick, que cambian a cada segundo para que nadie sepa quién eres. Dicho esto, te daré algunos nombres: Vicente Gerbasi, María Calcaño, Eugenio Montejo, Miyó Vestrini. De los contemporáneos, Jacqueline Goldberg, Eleonora Requena, la presencia infinita de maestros como Rojas Guardia y Cadenas. De contrabando meteré a Gonzalo Rojas, que era chileno, y a Efi Cubero, que es española, no son venezolanos pero siempre están aquí conmigo en mis lecturas y eso es lo único que importa.

Letralia acaba de cumplir 18 años. ¿Cómo ves Letralia en los próximos 10 años?

No veo nada, el futuro no existe. Quisiera pensar que estará ahí, fuerte, rozagante, como hasta ahora, pero ni siquiera sé si yo estaré aquí, entonces ni me ocupo.

¿Consideras que Venezuela está preparada para la era de los libros digitales? ¿Crees viable la existencia de un mercado editorial digital venezolano?

No sólo lo creo, sino que estoy convencido de que no es algo a lo que se pueda sustraer un país. Es un proceso de evolución natural, lo que es evidente si se considera que está desarrollándose incluso en sociedades con más restricciones que la nuestra. En Venezuela el libro digital ha venido haciéndose su espacio con tanta holgura como ha podido, que no es mucha. Para que el libro digital se expanda en Venezuela de la manera más saludable habría que olvidarse de ese nefasto control cambiario, establecido dizque para proteger las reservas del país y resulta que igualito los vivos se las cogieron. Esos controles han tenido el efecto perjudicial de ralentizar el funcionamiento de la economía —no sólo del sector editorial— y vulneran el real derecho de todo ciudadano de gastar su real plata en lo que le dé su real gana, así como el de producir plata aquí o allá sin que el Estado meta sus narices en ello. Lo peor: vienen más controles, y ya no sólo por el lado económico, sino controles directos sobre la actividad del ciudadano en la red. Con todo, estoy convencido de que al final la realidad se impone, se rebela ante la cortedad de miras del animal político.

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Leonardo González-Alcalá: “La creación surge de la voluntad”; por Oriette D’Angelo

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Foto tomada por Luis Brito

Leonardo González-Alcalá (1987) nace en Caracas, Venezuela. Estudió Derecho en la Universidad Católica Andrés Bello (2010). Actualmente es estudiante de Guitarra Clásica en Guildhall School of Music & Drama, ubicada en Londres. Es, además, fotógrafo aficionado, pasión que suele compartir en su perfil de Instagram.

En el año 2007 obtuvo el Premio XII Bienal Francisco Lazo Martí del Ateneo de Calabozo con el poemario El país de los muertos, libro publicado en el mismo año por la Editorial Eclepsidra. Luego, en el año 2011, publicó en la Editorial Equinoccio su poemario Gesto quebrado. Varios de sus poemas formaron parte de la antología poética “El ojo errante” de la Editorial El Pez Soluble y han aparecido, también, en diversas revistas en línea como Las Malas Juntas y La Parada Poética.

Con tan sólo 27 años ha logrado trazar un lenguaje poético sobrio y tenaz. Su poesía habla sobre los hogares rotos, la infancia, las cenas familiares, la carnalidad y la lucha del individuo ante los sistemas políticos que lo rodean. Cada texto nos acerca a una visión sencilla, clara y contundente sobre el mundo al cual pertenecemos.

Primer tweet de Leonardo

@gonzalezalcala

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Vivías en Caracas cuando escribiste tu libro El país de los muertos. ¿Qué significó escribir este libro en una ciudad con uno de los mayores índices de violencia en el mundo?

Lo que entendíamos por Caracas ya no existe. Todo este contenido urbano fue vaciado. Es el mismomuertos anfiteatro pero la obra la cambiaron. Hoy nos queda una urbe enferma, y sus relaciones internas están regidas por alguna patología. Caracas, la que estamos escribiendo ahora, nada tiene que ver con la Caracas de Casi un país, de Elizabeth Schön, por ejemplo, y ni siquiera con la de mientras tanto y por si acaso, de Cabrujas. En las breves palabras que anteceden a Poemas de Quebrada de la Virgen, Armando Rojas Guardia narra que “aquella experiencia interior se prolongó después en las calles de Caracas”. Dudo que esto fuese posible hoy. Hablamos de geografías distintas, no solo porque han transcurrido treinta años desde la escritura de estos libros sino porque toda la simbología urbana que conocíamos ha sido desmantelada. El país de los muertos roza este desmantelamiento, pero no lo asume plenamente. Aún hay espacio en esos textos para una mirada que prescinde de lo urbano bárbaro, para el silencio, incluso.  Este nuevo rostro de la ciudad, asumido plenamente, lo están tallando poetas como Alexis Romero, Alejandro Castro, Harry Almela, entre otros.

Tu poema “Sexto mandamiento”, perteneciente a tu libro El país de los muertos, realiza una crítica importante a la universidad donde cursaste estudios de Derecho. ¿Consideras que fue arriesgado escribir este poema? ¿Hubo alguna respuesta o reacción a partir del texto?

Segundo tweet de Leonardo

@gonzalezalcala

En realidad ya no supone ningún riesgo escribir poesía. El tiempo en el que los poetas eran perseguidos, encarcelados y fusilados ya pasó.  Aquella épica moderna se extinguió en parte porque cada vez el poder es más pragmático y peor lector. El único riesgo latente de escribir es contra uno mismo. En todo caso diría que fue incómodo para algunas personas. En principio ese poema tenía nombres y apellidos, pero lo consideré estéticamente histérico y devino en la versión que hoy está publicada. Me interesaba, además, la potencial universalidad que hay en la anécdota.

¿Qué opinión te merecen las publicaciones literarias en internet que no pasan por ningún tipo de filtro o corrección? ¿Consideras que la relectura y el reposo de los textos son claves en el trabajo literario?

El primer filtro de toda obra debe ser el artista. Es absurdo denigrar una obra por su formato “atípico”. Lo que hay que exigirle a la obra es rigor, inteligencia, alma, que no tenga un gramo de azar. También paciencia, que es fundamental en la escritura. Las grandes obras se han levantado más sobre la paciencia que sobre el talento. Ciertamente, lo natural es desprenderse de cuanto creamos, sin segundas lecturas. Lo natural es el ego. Pero hay que ser más inteligentes que la inmediatez. Me cansan los autores forajidos.

Tu poemario Gesto quebrado se publicó en el año 2011. ¿Ha cambiado tu poesía en 3 años? ¿En qué estás trabajando ahora?

Gesto quebrado(portada)El lenguaje está en constante mutación, dentro y fuera de nosotros mismos. Nuestra presencia para el lenguaje es violenta y transformadora, va erosionándolo, moldeándolo, deformándolo a veces, creando siluetas nuevas. Y aun así, existe una belleza innegable en esas nuevas formas del idioma. Lo que escribimos no está exento de este proceso, está siempre en renovación. Y en toda renovación hay un fracaso implícito. Ahora mismo estoy escribiendo sobre los mandamientos, que es un proyecto que tiene años gestándose.

Sé que la poesía de Ida Gramcko es el pilar fundamental en la construcción de tu libro Gesto quebrado. ¿Cómo te diste cuenta de que en tu admiración hacia ella existía la construcción de un libro?

Inmediatamente reconocí una imantación en su obra que exigía de mí más que lectura. Así comenzó un diálogo, un tributo hecho de estupor y ensanchamiento del lenguaje. Ida Gramcko es la vocación a prueba de uno mismo.

¿Qué es un mal libro para ti y qué criterios utilizas para calificarlos? ¿Has leído algún mal libro últimamente?

tercer tweet de Leo

@gonzalezalcala

No hay definición posible para un mal libro, hay tal vez aproximaciones. Imagino que un mal libro es el que te deja siendo el mismo lector que eras antes de leerlo. Los que son lenguaje por lenguaje, matemática verbal, artificio.

Hay una ola de publicaciones poéticas gracias al internet. ¿Consideras que todo lo que comparten “los escritores de redes sociales” es sus espacios tiene intenciones poéticas?

Así como existe lo políticamente correcto, existe lo poéticamente correcto, y más que con cierta estandarización de valores y conductas, tiene que ver con un respeto común por el oficio de escribir. Definitivamente, no todo lo que se publica en redes sociales por parte de autores indiscutidos, es poesía. Creo que hay más información que metáfora e imagen. Ahora bien, lo que denigramos de las redes sociales es el desmontaje del mito del autor. Sucede que admiramos una obra, y tal vez la cotidianidad del autor, reflejada en sus redes sociales, nos muestra su estulticia, su ocio, sus costuras en cierta forma. Lo que no me agrada de las redes sociales es que desmoronan esa sana solemnidad que he colocado sobre algunas voces. En el fondo estoy defendiendo lo que admiro.

Me gusta mucho el trabajo fotográfico que compartes en tu perfil de Instagram. Considero que logras sensibilizar los elementos que te rodean y que a veces entre la vista y la palabra suele haber un poder de sugestión. ¿Ha surgido algún poema luego de tomar una fotografía?image (1)

Hace algunos años escribí a partir de fotografías de Luis Brito y de Ricardo Armas. Pero jamás he escrito a partir de una imagen que yo haya captado. Me importa la fotografía porque es un idioma en el que no tengo capacidad de artificio, en el que forzosamente estoy obligado a la honestidad, a lo verdadero. Y acudo a la imagen tratando de encontrar lo mismo que busco en la poesía, la música. Es llegar al mismo origen por distintas vertientes.

Michel Houllebecq considera que el primer paso de la trayectoria poética consiste en remontarse al origen. A saber: al sufrimiento. ¿Qué opinión te merece la poética del sufrimiento? ¿Crees que hay que sufrir para crear?

La grieta fundamental, según Ossott. Aunque no necesariamente el origen es el sufrimiento. La creación surge de la voluntad. Respeto la poética del sufrimiento cuando no se siente una impostura, cuando es una necesidad impostergable. Ahora, el riesgo de la poética del sufrimiento reside en que puede convertirse en hábito, una suerte de estímulo necesario para escribir que cuando falta, afecta la escritura. Creo más en la escritura que no necesita de andamios para su subsistencia, la que se ha elegido cuando era posible elegir otro oficio.

Uno de los pórtales que me hizo descubrir tu poesía fue el de la @LaParadaPoetica. ¿Te gusta la presencia de tu poesía en las redes sociales?

Tweet Parada Poética

@laparadapoetica

La Parada Poética es un proyecto de difusión de autores. Una labor como la que ha hecho Georgina Ramírez y otros colaboradores, es de suma importancia. Afortunadamente, hay varios proyectos que van en esta dirección, organizando lecturas, recitales, publicando y distribuyendo libros. También a nivel personal han intentado llevar la poesía a espacios tomados por la violencia. Algo de lo que debería aprender el Estado, sin duda.

Además de poeta, eres músico. ¿Crees que la creación musical es más libre que la creación poética?10488021_792998647398721_4117933536536507196_n

No necesariamente. También en la música hay cánones, dogmas. Estos patrones pesan mucho en la música porque es un arte de masas, más que la literatura. En consecuencia, caminar en dirección contraria, hallar cierta libertad, es más complejo. Es algo que padecen los compositores, por ejemplo, que tratan de abrirse un camino entre las tantas corrientes y movimientos musicales que aún hoy ejercen influencia.

En la actualidad existe una tendencia en cuanto a la interacción constante en redes sociales. Tus perfiles reflejan algo distinto. ¿Te parece importante guardar algo de silencio en internet?

Me parece importante tener un cuidado mínimo sobre la información que se comparte, casi siempre irrelevante y contraproducente. Habitamos una realidad que avanza con extrema rapidez y un mínimo gesto puede configurar una interpretación completa sobre un individuo y la obra misma.

¿Te ha afectado vivir en un país donde no se habla español? ¿De qué te ha costado desprenderte?

El núcleo familiar siempre es lo más difícil de abandonar. Pero es a la vez catalizador de un proceso de entendimiento de la realidad distinto, más maduro. Igual sucede con el idioma. Estar en una ciudad donde se habla una lengua distinta nos coloca en conflicto, lo cual es fundamental para el escritor. Asumimos entonces una labor defensiva de la lengua, la sitiamos, la protegemos, construimos en torno a la lengua materna un símbolo de lo que somos y de lo que no puede ser arrasado.

¿Cómo es el movimiento literaria en Londres? ¿Has asistido a algún evento literario allá?

Nunca he tenido demasiado contacto con esa ilación de eventos literarios que cada ciudad despliega. Asisto a los que me importan particularmente, los que implican algún afecto. Siempre recuerdo ese aforema de Calzadilla sobre los bautizos literarios, en el que los libros terminan siendo pedestales para los vasos de whisky. En Londres sucede que es tal la vastedad de eventos literarios, musicales, artísticos en general, que es prácticamente imposible seguirles el ritmo. Noto que en estos eventos existe una integración entre lo urbano y los ciudadanos, es como si la conexión entre obra y espectador se fundamentase sobre el concepto de la ciudad misma.

En tu poemario El país de los muertos abordas la noción que tienes sobre ser ciudadano. ¿Crees que vuelvas a escribir sobre la noción que tienes de país?

Con toda certeza. Como escribiera Gabriela Kizer, “esta ciudad no tiene alma y es mía”. No se puede hacer nada salvo seguir escribiéndola.

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Leonardo González Alcalá tiene cuentas de redes sociales en:

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Jairo Rojas Rojas: “La poesía es una forma de conocimiento”; por Oriette D’Angelo

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Foto tomada del Facebook del autor

Jairo Rojas Rojas (Mérida, Venezuela, 1980). Es Licenciado en Letras, mención Historia del Arte, por la Universidad de Los Andes. Ha publicado tres poemarios: La Rendija de la puerta, ganador de la IV Bienal de Literatura Ramón Palomares (2011), La O azul, ganador en el III Concurso Nacional de Poesía de Venezuela (2012) y Los plegamiento del agua, ganador de la XX edición del premio de poesía Fernando Paz Castillo (2014). Administra el blog http://unardoble.blogspot.com/. Ha ganado cuatro premios literarios y se proyecta como uno de los poetas jóvenes actuales más importantes de Venezuela.

Escribe poesía desde hace seis años y sus redes sociales lo muestran como melómano. Comparte, también, su pasión por el arte alternativo o underground. El cosmos, el mar y el post-punk forman parte de su cotidianidad.

¿Estudiar Historia del Arte ha influido, de alguna manera, en tu creación poética?

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Tehching Hsieh, “One Year Performance, 1978-79”

Sí, totalmente. De hecho es una influencia en constante ascenso con una doble vertiente. Por un lado, el aspecto visual del poema, su disposición gráfica, la plasticidad del verso más allá de su posible sentido; por otra parte, mi interés a todo el juego conceptual que generaron las Neovanguardias a mitad del siglo XX, la idea de la desmaterialización de la obra de arte (Arte Povera, Arte de la Tierra, Perfomance, etc) y las consecuencias que han generado semejantes postulados en el universo de lo artístico y su posible extensión en la literatura. De hecho, el último libro que está pronto a ver la luz Casa para la sospecha es un personal e íntimo homenaje a uno de los perfomance del Tehching Hseich: One year performance, 1978-1979.

Estudiaste Minería y comenzaste, también, la carrera de Ingeniería Geológica. ¿En qué momento sentiste que debías abandonar la Ingeniería para estudiar Letras?

Estudiar Letras era una especie de vida paralela a la par que me preparaba para el mundo de las ciencias aplicadas. Sin embargo, en esa segunda vida encubierta fui sintiéndome más cómodo, encontrando más motivaciones y alegrías, y se fue tornando un espacio más cercano y hasta familiar, tanto que decidí, de golpe, luego de estar un año internado en la selva de Imataca estudiando rocas y evaluando minería ilegal,  cambiar de ruta radicalmente y hacer de esa vida oculta la protagonista de una nueva etapa a pesar de la gran cantidad de detractores y de que no tenía la menor idea, como siempre, a dónde iba.

Hay una casa y una ciudad talladas en La O Azul. Tu voz lírica surge en torno a la figura de la muerte y la abordas de manera mística. ¿Tenías clara la concepción de este poemario en su totalidad a la hora de comenzar a escribirlo?

IMG_6219Ni al principio ni al final del proyecto de escritura estuvo claro. Puede que una idea, imagen o sonido estuviera ahí como forma de obsesión a la que rodeaba, miraba y comentaba por medio de la palabra desde varios ángulos, pero sin un plan o estructura prehecha. En cualquiera de mis libros a medida que avanzo en el proceso de escritura, esto es, el diálogo con esa imagen primaria insistente, se va armando el libro aunque siempre es bajo la forma del tanteo, siguiendo una mirada imprecisa, obedeciendo a cierta ambigüedad que intenta dar con el símbolo que quizás explique esa figura central que sostiene un posible libro.

¿Es la música una influencia directa en tu poesía? ¿Qué músicos o agrupaciones representan para ti un canon en tu quehacer poético?

Sí, al igual que el arte visual, la música tiene una gran influencia no solo en mi propuesta de escritura sino en muchas actividades de mi cotidianidad. He aprendido, por ejemplo, la unidad conceptual y el decir con imágenes con el disco Artaud de Spinetta, la crudeza de lo confesional y la expresión sin adornos en el Grunge o en bandas como Bauhaus, el experimento con el lenguaje y las formas con John Cage, John Zorn o Frank Zappa, el levantamiento de un mundo onírico con Acid Mother Temple o Sun Ra Arkestra,  el desarrollo de ciertas cosmologías en la música wayuu, el folclor latinoamericano, la música de corte religioso, el ritmo en el jazz, merengue o cumbia. En fin, mi banda sonora sería más bien un horizonte heterogéneo y contradictorio, pero me gusta que sea así porque me da la posibilidad de meter en un mismo saco propuestas tan impares.

En tu blog mencionas que el primer poeta que leíste fue Arthur Rimbaud. ¿Qué fue lo que te atrajo de su poesía?

Su especial fuerza expresiva y conceptual, la valentía de ir contra la definición de poesía para la época, la torcedura del lenguaje que jamás había visto y, sobre todo, esa imposibilidad de explicarlo, de aprehenderlo totalmente. Rimbaud de entrada me dio a entender que la poesía era ir en contra de algo, problematizar el lenguaje, esto es, cuestionar las construcciones convencionales de la realidad.

La escritora Gladys Mendía menciona en el blog de Eterna Cadencia que “la riqueza de tu voz poética reside en la múltiple mirada sobre un mismo tema”. ¿Escoges el tema sobre el cual eres insistente o dejas que los temas lleguen a ti para luego empezar a trabajarlos?

Hasta ahora los temas han llegado solos. Siempre hay un detonante que los hace visible y que los ubica por vías distintas: algo que leo, escucho, veo o vivo generan una idea que insiste a la que trato de solventar por medio del lenguaje. Por ejemplo, luego de ver la película Sátántangó de Bela Tarr, empecé a escribir Los plegamientos del agua, aunque el libro no tenga nada que ver con el film.

En Los plegamientos del agua abordas el tema de la familia e incluyes (a pesar de que pueda sobreentenderse) otro de los elementos recurrentes en tus otros libros: el agua. ¿Hay rasgos de tu infancia en torno a esta simbología? ¿Qué significa el agua para ti?

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Foto tomada de la cuenta Twitter del autor

El agua es un símbolo que viene de mi infancia. Mi abuelo por parte materna fue el chamán de la comunidad de donde proviene mi familia y él siempre contaba valiéndose de los mitos, alegorías o relatos de corte surrealista que el despertar de la conciencia y el saber eran posible una vez que la persona haya aprendido a vivir bajo el agua (de las lagunas en este caso) hasta saber sus secretos. Dentro de la cosmología de los pueblos andinos venezolanos el agua, ubicada especialmente en las lagunas tan propias de estas geografías, es lugar de nacimiento y/o renacimiento. Según la mitología de estas tierras incluso el origen del mundo se da en el agua. Aquello que contaba mi abuelo, por tanto, se tornó una imagen inolvidable por su extrañeza y misterio a la par que un recordatorio de aquello que debo hacer.

En las últimas entradas de tu blog se asoma la idea de un pequeño diario en donde comentas algunas de las cosas que ves y lees. De hecho, en lo que va de enero has escrito una entrada por día. ¿Qué tan importante consideras que es en la actualidad para un escritor joven la existencia de un blog personal?

Particularmente lo veo como un espacio para comentar y compartir textos, música, imágenes o ideas que me interesan y motivan. Aunque es un sitio sin filtro y muy subjetivo, aún me interesa porque se puede crear una familia invisible con base a intereses similares.

Has publicado un libro por año desde 2011 ¿Tienes, actualmente, libros inéditos? De existir, ¿podrías adelantar un poco sobre los temas que abordas en ellos?

Sí, tengo algunas cosas que aún no sé sí serán libros. Uno de esos borradores es un diálogo con la música que me ha abierto el horizonte conceptual y la que ha marcado un episodio de mi vida, esos homenajes que uno le hace a temas, bandas o músicos de su banda sonora vital.

Por último, y pensando en alguien que ha pasado gran parte de su vida compartiendo la poesía con la ciencia y el arte: ¿Qué es escribir poesía para ti? ¿Como Rimbaud, la poesía para ti es ir en contra de algo?

Sí, la comparto, pero también diría que la poesía es una forma de conocimiento y a su vez una forma de estar en el mundo. Es decir,  la poesía no es totalmente ajena a la ciencia porque al igual que ella quiere ir más allá de las apariencias de la realidad visible y llegar a la esencia de las cosas. Eso te da una perspectiva para mirar las convenciones de lo real como por vez primera.

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Jairo Rojas Rojas tiene cuentas de redes sociales en:

Twitter: @jairoerre

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Bloghttp://unardoble.blogspot.com/ 

Por Oriette D’Angelo

boton de poemas de Jairo


Luna Miguel: Los proyectos poéticos en línea “son altavoces para que la poesía llegue a todos”; por Oriette D’Angelo

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Foto tomada del Facebook de la autora

Luna Miguel. Nació en Madrid, España, en 1990, el año que ha marcado a los poetas de toda una generación. Actualmente vive en Barcelona y trabaja como redactora de PlayGround Magazine, donde escribe artículos de diversa índole sobre poesía y literatura. También es editora de El Gaviero Ediciones. Es autora de los poemarios Estar enfermo (La Bella Varsovia, 2010), Poetry is not dead (DVD, 2010; La Bella Varsovia, 2013), Pensamientos estériles (Cangrejo Pistolero, 2011), La tumba del marinero (La Bella Varsovia, 2013) y Los estómagos (La Bella Varsovia, 2015). Algunas selecciones de estas obras se han editado en países como Estados Unidos, Italia, Argentina y Suiza. Publicó junto a Antonio J. Rodríguez el cuento Exhumación (Alpha Decay, 2010). También ha coordinado varias antologías como Tenían veinte años y estaban locos, Sangrantes y Vomit; y ha sido incluida en antologías como 40 likely to die before 40: an introduction to Alt Lit o Hangout Los Perros Románticos. Ha traducido, entre otros, a Marcel Schwob, Ted Hughes, Anna Ajmátova, Mary Jo Bang y Arthur Rimbaud.

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@lunamonelle

Su poesía es visceral, lúcida y desafiante. Luna emerge entre versos que desean contar una historia a través de imágenes anatómicas y hermosas. Sus cinco poemarios nos muestran universos dispuestos a crear belleza a partir de la vida y el caos. Pero más allá de eso, está una mujer que se rebela y que es capaz de decir y denunciar lo que teme del mundo a través de pequeños gritos en forma de versos. Su poesía nos recuerda el valor de la imagen en la creación estética y nos adentra a pequeños mundos conectados a través de la palabra. Luna sabe trabajarla y, además, surge de una palabra en sí misma.

“El poema es una mano que piensa” (Estar enfermo, La Bella Varsovia, 2010)

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La Bella Varsovia acaba de publicar tu nuevo libro, Los estómagos. El libro está formado por 29 poemas que manifiestan una voz feroz. Luego de leerlo varias veces, se me ocurre que nos invita a pensar en varias cosas: somos lo que comemos, hablemos de lo que comemos, hablemos del estómago y de las emociones. Has relacionado en varias oportunidades la escritura de este libro con tu comienzo en el vegetarianismo. ¿Cómo se concilia la ferocidad de tu poesía con el hecho de ser vegetariana?

@lunamonelle

@lunamonelle

Creo que cuanto más ordenada soy, en mi vida y en mi escritura, más feroz resulta lo que digo o hago. Siempre he tendido a ser muy torrencial, a ser muy visceral. Pero es ahora cuando mi vida comienza a asentarse y cuando noto que esa fuerza que antes derrochaba se está formando de otra manera. Eso me relaja, y eso me gusta. El vegetarianismo es sólo una parte más de esa vida ordenada que tanto deseo.

La portada de Los estómagos es una ilustración de la artista polaca Aleksandra Waliszewska, quien se caracteriza por sus obras de huesos, violencia y anatomía. ¿Te parece que ambas hablan un idioma similar? ¿En qué momento te empezó a interesar su trabajo y de qué forma se conectó con tu poesía? 

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El mundo de Aleksandra me fascina porque retrata los que muchas veces son mis sentimientos. Hay quien piensa que sus obras tienen algo feo, pero es que los sentimientos también son feos. La vida de una mujer está llena de cosas feas, que después nosotras nos encargamos de convertir en cosas bonitas. Según mi blog empecé a obsesionarme con su obra en abril de 2010, la utilicé para ilustrar una cita de Vicente Luis Mora sobre pederastia. Creo que llegué a ella a través de Begoña García Alén (quien por aquel entonces firmaba como Betty Blue y a la que llevo tatuada en el brazo). Alguna vez me tatuaré algo de Waliszewska. Estoy segura.

Los estómagos tiene un anexo llamado Con los perros románticos. ¿Cuándo te diste cuenta que el libro necesitaba de una sección aparte a su concepción inicial?

Cuando mi madre falleció le escribí un poema. En esa época no existía el grupo literario de Facebook llamado Los perros románticos, pero cuando aquello pasó sentí mucha fuerza venida de algunos jóvenes escritores amigos que me apoyaron y me dieron fuerza en aquel momento. Sentí que debía escribir no sobre los que se van, sino sobre los que se quedan. Sé que el tono es distinto, pero también sé que de un modo u otro debía añadir aquel texto.

Uno de los poemas que más me gusta de La tumba del marinero es Múseo de cánceres. ¿Cómo fue el proceso creativo de este libro y de este poema específicamente?

La Tumba del marinero es el libro que he escrito durante más tiempo. Es muy irregular, pero esa es lalatumba_portada_peq irregularidad que le da forma y sentido. Fue una escritura muy visceral, de eso es de lo que hablaba antes. Siento como si con ese libro me hubiera desangrado, literalmente. En cuanto a Museo de Cánceres, nació un día en el que yo estaba en Cubells, un pueblo de Cataluña. Me llevé los diarios de Chantal Maillard y pensé en su cáncer. Hablando con Unai Velasco, un genial poeta español que vino con Antonio, con Gil Padrol y conmigo a ese pueblo, me di cuenta de que muchos de los escritores a los que admiro han pasado enfermedades terribles. Decidí hacer una suerte de historia clínica ficticia, y nació este poema. Al principio lo escribí sólo para leerlo en un acto de Baeza, en un homenaje a Machado al que fuimos muchos jóvenes poetas de España. Cuando lo leí todo el mundo se rió y se emocionó, y entonces decidí que debía colocoarlo en el libro. Creo que es lo que más me gusta de todo lo que he escrito en mi vida. Quizá porque en ese poema Ana siempre estará viva.

¿Las traducciones que has hecho de poetas como Arthur Rimbaud y Anna Ajmátova han aportado algo a tu propio trabajo poético?

Apunte: de Anna Ajmátova sólo hice un prólogo para sus prosas y diarios. Ella es una autora que me alucina, pero no creo que haya influido en mi escritura. En cuanto a Rimbaud, lo amo, lo traduje con Laura Rosal y fue un proceso arduo y divertido. De él he aprendido a mirar el mundo con asco y amor por partes iguales.

Estamos en el año 2015 y vemos a millones de escritores surgir gracias al Internet. ¿Ha cambiado la forma de ver la poesía?

Definitivamente, sí.

¿Qué importancia crees que tienen proyectos poéticos en línea como Poetry will be made by all! y la Red de los poetas salvajes?

Son altavoces para que la poesía llegue a todos. Lo que más me importa no es que haya escritores jóvenes, sino que haya lectores jóvenes. Esto está pasando.

La memoria es algo esencial en tu trabajo poético. ¿Qué valor le das a los recuerdos?

Sin ellos no sé qué decir. Tampoco sé vivir. Recordar es sinónimo de tener corazón.

Te voy a preguntar algo que le pregunté a María Yuste hace unas semanas. Si MySpace se pusiera de moda de nuevo, ¿te abrirías un perfil?

Twitter: @lunamonelle

Twitter: @lunamonelle

Hahaha. ¡Yo me apunto a todas las redes! Excepto a Ask.fm, que es un coñazo y está lleno de gente mala.

¿Cuál es la peor pregunta que te han hecho en una entrevista?

Una vez una persona me dijo: “bueno, tengo que entrevistarte, cuéntame quién eres”. Viva el buen periodismo.

¿Es la escritura algo que va más allá de un recurso catártico?

La escritura es comunicación. Gracias a la escritura tengo amigos, amor y vida.

¿Crees que en el futuro cercano haya más antologías en línea (y posteadas en blog) como la que haces en Tenían veinte años y estaban locos que, además, permite su actualización constante?

Creo que ya las hay. Hay cada vez más. Me siento orgullosa de haber ayudado un poquito a que esa explosión se produzca. Lo bueno de estos sitios es poder descubrir a gente nueva. Me enamoré de Gretta Uhligh en Revista TN, por ejemplo.

Siempre recomiendas poesía nueva y fresca. ¿Qué poetas jóvenes actuales recomiendas leer?

Estoy enamorada de dos franceses: Thomas Deslogis y Laura Vazquez. También de dos mexicanos: Jesús Carmona-Robles y David Meza. Pero me gustaría volver a Europa, y seguir mis búsquedas en este continente. La cantidad y variedad de lenguas lo hace difícil, pero espero seguir descubriendo.

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Luna tiene perfiles en:

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boton de poemas de Luna



Faride Mereb de Ediciones «Letra Muerta»: “El libro vive más allá de las páginas”; por Oriette D’Angelo

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Ediciones «Letra Muerta», sello editorial creado en 2014 por la diseñadora gráfica Faride Mereb y la licenciada en Letras, Deisa Tremarias, acaba de bautizar el primer título de su colección, Es una buena máquina, un poemario inédito de Miyó Vestrini, escritora de culto en la poesía venezolana y que se desempeñó, además, como una importante e influyente periodista cultural, labor que la hizo merecedora en dos oportunidades del Premio Nacional de Periodismo en Venezuela.

Fotografía por Ricardo Blasco

Fotografía por Ricardo Blasco

Faride Mereb (Valencia, Venezuela, 1989). Estudió Diseño Gráfico en el Instituto de Diseño de Caracas, extensión Valencia. Actualmente cursa el 7mo semestre de Licenciatura en Artes, en la Universidad Arturo Michelena. Su interés por el diseño y la poesía la han hecho construir hasta la fecha una obra que integra tipografía, ilustración, fotografía, edición, literatura y diseño gráfico. Deisa Tremarias, por otra parte, estudió Letras en la Universidad Central de Venezuela, es poeta, ilustradora, ha sido coordinadora editorial y tiene varios libros publicados como ilustradora. Actualmente se desempeña como correctora.

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Fotografía por Ricardo Blasco

Es una buena máquina recoge la poesía inédita de Miyó Vestrini y nos ofrece una ventana del trabajo literario que esta poeta llevó a cabo. El hilo conductual de los manuscritos encontrados hicieron posible la publicación de este libro, que no sólo nos muestra más de su buena literatura, sino que nos aporta una visión del libro como objeto más allá de su contenido meramente literario. Fotografías, pruebas de mecanografía, un afiche y sobres con serigrafías forman parte de la primera publicación de Ediciones «Letra Muerta», editorial que nos demuestra que la literatura es interactiva y está más viva que nunca.

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¿Cuándo surge la idea de crear Ediciones «Letra Muerta»? ¿Enfrentaron algún tipo de riesgo a la hora de crear el sello?

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Fotografía por Oriette D’Angelo

Ediciones «Letra Muerta» nace para generar un respaldo de este libro, y digitalmente como plataforma divulgativa de información de literatura, tipografía, filosofía y diseño. Al tener un sello o un nombre, hay un aspecto de autoría involucrado, de identidad. Tanto Deisa como yo tenemos un sentido de arraigo con respecto a cómo pensamos que se deberían hacer ciertas cosas en el medio, entonces en vez de quedarnos en la queja o esperar que alguien creyera en nosotras, decidimos creer en nosotras mismas.

El nombre fue idea de Deisa. Yo tenía alrededor de un mes buscando un nombre sobrio que connotara el rescate de algo que se diera por perdido y tuviese también algo que ver con tipografía. El nombre que se le ocurrió fue el mejor.

El único riesgo era que quedara como proyecto y nunca se materializara.

El aspecto visual es de vital importancia para este primer libro. ¿Crees que el libro concebido como un objeto más allá de su contenido literario es una tendencia editorial en la actualidad?

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Fotografía por Valentina Franquet

El libro vive más allá de las páginas, definitivamente. Pero creo fielmente en que cada vez tenemos que ser más cuidadosos con las cosas que materializamos. No sólo por la escasez de material o los nuevos medios de difusión, sino por una responsabilidad. Las cosas tienen volumen, ocupan espacio. Hay que hacer que ese espacio ocupado valga la pena. Que más que un objeto, se genere una experiencia con ese objeto. Que sea reliquia, que evoque algo. Gastar papel y tiempo en algo sin fondo no vale la pena. Y con fondo no necesariamente me refiero a palabras. Hay muchos libros que no tienen palabras que son iguales o más impresionantes. Definitivamente buscamos con este libro que hubiese una simbiosis entre el contenido y el objeto.

¿Consideras que el diseño del libro tiene igual o mayor importancia que el contenido literario del mismo?

El diseño, en este caso, es una consecuencia. Derivativo. Es vital, pero depende de la palabra de la autora, ya que no es algo genérico que se pudiese aplicar a tal o cual texto. En definitiva, el estudio de la relación de la imagen literaria con la visual me ha ayudado mucho en este aspecto. Hay que alfabetizarse también a nivel visual.

¿Qué tan importante ha sido para ustedes el papel de las redes sociales en la promoción del libro?

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Fotografía por Ricardo Blasco

Este es un punto bastante delicado. De hecho, creamos las redes sociales mucho antes de tener seguridad de que el libro se imprimiría, pero no podíamos tener el riesgo de posteriormente tener un libro sin tener un medio donde propagar información referente a su publicación y proceso. En ese sentido, los seguidores de las redes fueron cómplices de todos los aciertos y desaciertos. También es importante mencionar que ha sido complejo llevar las redes tomando en cuenta que hacemos todo nosotras: ocuparnos de ellas, diseño, web, video, corrección, selección, entrevistas. No siempre podemos mantener los perfiles actualizados, pero hacemos lo que podemos y nos gusta mantener a la gente involucrada sin ser condescendientes.

¿Cómo ha sido el apoyo por parte de las librerías? ¿Se han interesado en el libro? ¿En dónde se está vendiendo actualmente?

Las librerías han mostrado mucho interés a pesar de que nuestros planes no incluyen que todo el tiraje se venda de manera tradicional. Siendo este un proyecto autogestionado, no podemos dejar tanto porcentaje en lugares comerciales. Quizás también influya que no tenemos muchos títulos (este es el primero) y que los costos a causa del cuidado y los detalles han sido más altos de lo normal.

La primera librería que creyó en el proyecto sin siquiera verlo fue Lugar Común. En esta librería se ha estado vendiendo el libro a partir de la presentación el 7 de marzo. Ahora nos han llamado librerías como Kalathos y El buscón. También nos escribieron de la Sala Mendoza y pronto estará disponible en Noctua.

El resto de los libros será vendido en recitales y eventos como la FILVEN y diferentes encuentros literarios. Pronto empezaremos con los envíos nacionales e internacionales.

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Fotografía por Ricardo Blasco

¿Qué te interesó de la obra de Miyó Vestrini y de qué forma surgió la idea de comenzar una investigación sobre ella? ¿En qué momento te diste cuenta que tenías en tus manos un material inédito y publicable?

Creo que investigar a Miyó no fue una decisión. Ha sido más un trayecto. Antes de editar el libro, realicé varias muestras expositivas en torno al tema y finalmente decidí hacer algo que pudiese generar un aporte a nivel investigativo más allá de esos espacios controlados. Ahí surge un proyecto de carteles de Desaparecida en la calle en el 2012 y finalmente este libro. Tenía mucho tiempo compilando material (desde el 2008, aproximadamente) y creo que de tanto leerlo, al revisar los papeles que me dio su amiga Elisa Maggi y el material encontrado en la biblioteca, lograba identificar cuando había leído algo y cuando no, si algo me sonaba o hacía ruido. Finalmente me animé a imprimir todo e ir revisando libro por libro cuando coincidía una imagen o un tema. Decantar si algún texto era boceto de otro y así. Fueron alrededor de 300 páginas impresas y muchas horas de lectura.

¿Cómo fue el proceso de diseño del libro? ¿El proyecto final quedó acorde a los bocetos iniciales?

El libro no quedó para nada parecido a su primer boceto. Se suponía sería rosa en un papel de bajísimo gramaje. En los bocetos había un juego cromático y de opacidad bellísimo. Hubo problemas para conseguir el material y tuve que replantear el concepto. Posteriormente, hablando con la Negra,  descubrí que a Miyó no le gustaba el rosado.

Fotografía por Ricardo Blasco

Fotografía por Ricardo Blasco.

En el replanteamiento del libro tuve la oportunidad de reunirme con Gabriela Fontanillas y Álvaro Sotillo, quienes me hicieron algunas observaciones. Algo que recuerdo con claridad es que Gabriela me insistió mucho en que lo hiciera en dos tomos. En esa época tenía sólo el manuscrito y algunas pruebas de tipografía. Después de ahí fueron varios meses en los que hice como cinco machotes y fui puliendo las ideas. En seis meses terminamos el libro. Tuvo 13 correcciones ortotipográficas por parte de Deisa y hubo un texto que hubo que mandar con una paleógrafa.

Posteriormente, Javier Aizpurúa de Ex Libris me hizo algunas observaciones porque hubo muchos detalles técnicos ya que todo el montaje lo hice en Illustrator y no en InDesign. Resultaron 485 libros que fueron ensamblados completamente a mano, ya que la plegadora no daba para la medida y la delicadez del trabajo. 

¿Existe competencia entre las editoriales independientes en Venezuela o, más bien, se manifiesta un apoyo y solidaridad entre todas ellas debido a los problemas existentes con respecto a los recursos?

La competitividad siempre va a existir, pero en este caso creo que nosotras abarcamos un área completamente distinta y casi inexplorada, que es el rescate de textos y de libros, si se pudiese decir, hasta experimentales o de autor.

¿Qué piensan de la edición de libros digitales? ¿Es una buena máquina se podrá conseguir en un futuro en formato digital o consideran que las propias características del libro no se prestan para esto?

Es algo que tenemos en mente. También andamos trabajando en la traducción de los textos a dos idiomas más.

¿Cuántos títulos tienen pensado editar al año? ¿Podrían adelantarnos cuál es su próximo proyecto?

Actualmente es muy común ver en otros países pequeñas editoriales que manejan sus publicaciones a partir de cinco títulos. Esto pudiese considerarse muy poco, pero no lo es. Nosotras pensamos sacar 1 o 2 títulos por año ya que ejercemos varios cargos en áreas vecinas. Deisa es poeta, correctora e ilustradora y yo me dedico al arte y diversas áreas el diseño gráfico.  Ya el segundo proyecto está en camino.

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María Yuste: “No estoy segura de que el libro electrónico sea el futuro de la literatura”; por Oriette D’Angelo

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Foto tomada de su Facebook

Foto por Josefina Andrés

María Yuste (1988, España). Estudió Traducción e Interpretación en la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus artículos y entrevistas han aparecido en medios como Vice, PlayGround y El Estado Mental. Coordina Efecto2000.tk, una antología online sobre los años 2000.

Su blog contiene GIF de perros pixelados y objetos danzantes que nos recuerdan al arte digital del milenio, esa época en la cual todos nos abrimos una cuenta en MSN para gritarle al mundo que existíamos.Vida de provincias - Maria Yuste (Cubierta) - traz

Todos los que empezamos a utilizar el Internet en el 2000 y éramos jóvenes, entenderemos la literatura de María Yuste. El fenómeno del milenio está más vivo que nunca y ha llegado para resguardarse en la mano de autores jóvenes que necesitan almacenar todo lo que la web les ha ofrecido. Acaba de publicar su primer libro, Vida de Provincias, en la editorial Honolulu Books. En este libro, encontramos a una chica que se cuestiona si Dios puede estar en los ojos de los pósteres de su habitación. La música es también un escenario determinante para la trama de este libro, donde encontraremos referencias tanto de Chayanne como de los Backstreet Boys. Lo escribió María Yuste, y queremos saber más.

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A pesar de haber tenido algunos problemas con la conexión a internet, la entrevista se realizó a través de Google Hangouts y puede verse aquí:

El viernes 3 de abril a las 12:00pm (hora de Venezuela) y 6:30pm (hora de España), empezó la conversación. Comenzamos la entrevista hablando de Internet y de la posibilidad que tuvo María de publicar su primer libro gracias a él. “Vida de provincias” comenzó como pequeñas entradas en su blog y se convirtió hoy en un grandioso libro. 

María tuvo la oportunidad de mostrar un poco la vista desde su cuarto. Se observan las ventanas de un edificio contiguo. Desde allí, ha tenido acceso a las discusiones y conversaciones de sus vecinos, episodios que salen mucho en “Vida de provincias”.  También hablamos de Dios, de Semana Santa y de cómo nuestra generación ha optado por vivir la vida cuestionándolo todo. La religión es un tema importante para el trabajo de María y suele compartir su visión al respecto en sus redes sociales. “Me encanta todo lo religioso porque es como la gran historia de terror de la humanidad”, afirma. 

Twitter de la autora

Twitter de la autora

La construcción de su libro “Vida de provincias”, se dio cuando María tuvo que regresar a Murcia luego de haber vivido en Londres. Sentía que toda su «vida de provincia» iba a cobrar sentido si hacía algo que las demás personas pudieran leer. 

Uno de los puntos más importantes de la conversación, fue su opinión con respecto a la escritura en internet.

“Cualquier cosa que se haga en internet está hecha para no perdurar (…). Escribí un diario en una página que terminó cerrando, todo desapareció. Puede pasar lo mismo hoy. Puede que un día estés cansado y borres todo (…). Dentro de cinco generaciones capaz habrá que borrar cosas para hacer espacio en internet. Estamos construyendo castillos de cristal que podemos disfrutar nosotros, pero no sabemos si va a perdurar (…). Hay que encontrar un equilibrio entre lo digital y lo analógico.”

No le gusta el libro electrónico y cree que no es el futuro de la literatura. El sentimiento de María por los libros en formato físico se extiende al momento en el cual muestra los libros que tiene en su mesa de noche y en su estante, donde habla un poco de cada uno de ellos.

Uno de los puntos de cierre fue acerca de la literatura que se está haciendo en España. Manifiesta que lee más poetas que narradores españoles. Le gusta la poesía de Luna Miguel, Oscar García Sierra, Vicente Monroy y Alberto Acerete. 

Para finalizar, conversamos acerca de la Alt Lit, donde María afirmó que es un movimiento generado por su propio tiempo. “El tiempo que vivimos ha creado la Alt Lit. Lo que se recordará de la literatura en esta época será la Alt Lit“. 

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Pueden seguir a María Yuste en:

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Facebook: María Yuste

Blog: http://blog.mariayuste.com/

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José Urriola: “La memoria se construye con la intención de hallarle sentido a lo vivido”; por Oriette D’Angelo

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Foto por Rodolfo Gallegos

Foto por Rodolfo Gallegos

Jose Urriola nació en Venezuela en 1971. Estudió Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello y estudió maestrías en literatura y cine. Publicó la novela Experimento a un perfecto extraño (Sudaquia, 2012); el libro infantil Chupetes de luna (Thule, 2012); Cuentos a patadas (Ekaré, 2014) y la novela Santiago se va (Libros del fuego, 2015). En 2009, recibió la mención publicación en el Premio Salvador Garmendia por su obra Fragmentario.

Santiago se va, novela que aquí nos convoca, aborda el tema©LDF_SANTIAGO_SE_VA_CUBIERTA_RGB_WEB_130415 de la construcción de la memoria a partir de la ausencia. Santiago, el protagonista, decide partir a suelos nórdicos y le encarga a un amigo realizar varias entrevistas a las mujeres más importantes de su vida con el fin de grabar un documental. Su personaje se dibuja a través de testimonios y recuerdos. Tenemos a un hombre atormentado que fue capaz de mostrarse a través de sus máquinas imposibles y relaciones amorosas. Marcianito, bicho raro, obsesivo, bipolar, diamante en bruto y despistado son algunas de las características de este personaje que, en palabras de Fedosy Santaella, nos sitúa ante alguien trágico y al mismo tiempo hermoso.

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1. ¿Cuánto tiempo crees que se necesita para que nuestros recuerdos cambien? ¿Es la pérdida un elemento determinante en la construcción de la memoria?

Una vez escuché a un psiquiatra decir que un duelo no debería durar más de dos años, lo que quiere decir que esa memoria reciente, fresca, dolorosa, inmanejable y hasta inenarrable debería tener una caducidad aproximada de 24 meses. Cumplido ese lapso (quién sabe calculado cómo, ya corresponde a cada quien decidir qué mentiras creerse) la memoria dolorosa da paso a otro tipo de memoria: más estructurada, decantada, que se construye como un relato y a veces –a pesar de que el objeto del recuerdo puede ser trágico o traumático– esa construcción que hacemos de la memoria acaba siendo filtrada por el humor, por lo épico, por la mitificación del recuerdo o quizás por la saudade (esa melancolía sabrosa, benévola y hasta deseable). Nunca sabemos realmente cómo vamos a recordar, porque además en todo proceso de construcción de la memoria es mucho más lo que se olvida que lo que se recuerda y mucho menos aún es aquello que acaba siendo narrable o verbalizable.  A veces juramos desde el presente que alguien será recordado para siempre como un héroe, un prócer, un ídolo inigualable… y resulta que con el paso de los años no pasa de ser una nota insignificante al pie de página de la  historia.

La memoria que finalmente se logra narrar, después de ser decantada y construida a lo largo de años, es imposible de armar sin la imaginación, sin inventarla (inventio, en latín, significa a la vez imaginar, crear pero también hallar, encontrar). La memoria se construye con la intención de hallarle sentido a lo vivido. Wittgenstein decía que somos la cristalización de un relato en la memoria. Cuando ese relato lo armamos nosotros mismos en primera persona le llamamos identidad o personalidad. Pero cuando nosotros no estamos porque nos hemos ido (temporal o definitivamente) y son los otros quienes nos construyen a partir de la ausencia es cuando surge la mitificación del recuerdo, o bien su minimización (“no fue tan grande ni tan importante como se creía”) o, vaya tragedia, quizás se imponga el absoluto olvido.

@Jsurriola

@Jsurriola

2. ¿Trabajaste primero la psicología del personaje de Santiago antes de abordar el argumento de la novela? ¿Qué técnica seguiste para su construcción? ¿Fue difícil construir a un personaje como él?

Santiago (tanto el personaje como la novela que se arma a su alrededor) responde a la fórmula del falso documental. Un falso documental, como sabemos, es una película de ficción pero que está vestida/disfrazada de realidad. Le toca entonces al receptor mirar con atención las costuras de ese artefacto, captar los guiños, indagar en dónde pueden estar los sustratos de verdad y dónde las capas y capas de falsedad y ficción.

Santiago parte de un esqueleto que se asemeja al de su autor, pero luego ese esqueleto va siendo cubierto progresivamente de una cantidad de fragmentos orgánicos que son tomados de otras personas o que bien son absolutamente ficticios. Santiago es un Frankenstein armado a partir de muchas personas, un monstruo (ojalá que entrañable) ensamblado a partir de historias prestadas y propias, y también de historias inventadas.

Me fascina el falso documental, me fascina también la irrupción de la ficción en la cotidianidad, siempre he soñado con hacer un híbrido de cine documental con ciencia ficción: Santiago se va es mi propuesta en este sentido.

3. Varias personas te han preguntado si hay elementos autobiográficos en esta novela ¿Por qué crees que te identifican con el personaje de Santiago?

Lo autobiográfico está en la novela, sí, pero como en todo falso documental, está distorsionado, exagerado, caricaturizado, filtrado por la ficción y hasta por la fantasía. Me gusta mucho jugar con esa frontera difusa entre la realidad y la ficción, entre lo que “realmente ocurrió” y lo que “se está inventando”. Al final, no hay manera de conocer la realidad que no sea a través de la imaginación.

Todos somos relatos orgánicos ambulantes. Estamos hechos de retazos que les hemos copiado a un gentío. Somos únicos porque la combinación de esos retazos (gustos, gestos, músicas, lecturas, influencias, estilos) es totalmente auténtica, particular y peculiar. ¿Se parece entonces Santiago a mí? En principio sí, al final muy poco o nada. ¿Dónde termina José Urriola y comienza Santiago Irribarren? No lo confesaré jamás, ni siquiera bajo tortura. Ojalá el lector se tome la licencia al leer a “Santiago se va” de creerse las verdades como mentiras y las mentiras como realidades macizas.

4. ¿Por qué relatar a Santiago a través de las mujeres que más amó? ¿Te parece que el sentimiento amoroso es el que más rápido tiende a mutar e influye en nuestra percepción de los recuerdos?

Cada mujer que es entrevistada a lo largo de la novela –y que ayuda a edificar esa construcción colectiva del personaje de Santiago durante sus 10 años de ausencia– corresponde a una etapa del amor distinta: la madre, la hermana, la prima, el amor de la infancia, el amor de la juventud, la amante, y así, hasta su última compañera sentimental. Quería que la unión de esas voces/memorias femeninas junto con las máquinas imposibles diseñadas por Santiago fueran las responsables de la construcción del personaje. Un hombre construido por máquinas-mujeres, no podía ser –ni quería que fuera– de otra manera.

5. Al final del libro hay una barra QR que dirige al lector a un soundtrack alojado en una página web. ¿Es un riesgo integrar elementos digitales en los libros físicos?

Fue una idea de mis editores de Libros del Fuego, Alberto Sáez y Rodnei Casares, una propuesta que en lo personal agradecí con gusto. Pienso que la literatura de estos tiempos es un sistema complejo que no se limita al libro impreso que tenemos entre las manos, sino que ese libro está dialogando con músicas, con películas, con otras obras que están fuera del libro. El libro de hoy lanza vectores hacia fuera esperando que el lector teja esa red de relaciones. Así que sí: Santiago se va tiene un soundtrack, una serie de temas musicales que se sugiere escuchar en momentos determinados del relato. ¿Cuál es el riesgo que se corre? Que el libro impreso es un soporte estable y lo que allí queda publicado ya no puede ser alterado ni modificado a menos que se corrija en próximas ediciones, mientras que el soporte electrónico es inestable, volátil, la página web puede cambiar de dominio, puede ser mudada, intervenida o cancelada, la sonda que se lanza entonces desde el libro hacia lo virtual puede que no llegue a destino o bien puede llevar a un destino distinto al que estaba en el itinerario. Y sin embargo: vale la pena seguirlo intentando y lanzando esas sondas.

6. ¿El soundtrack de la novela corresponde con la música que escuchabas durante el proceso creativo de la misma? De no ser así, ¿existe un soundtrack aún más personal que sí corresponda con su proceso?

El soundtrack de Santiago se va corresponde parcialmente con la banda sonora que me acompañó durante las diversas etapas de construcción de la novela. Los temas que fueron incluidos eran músicas que me ayudaron a definir el espíritu de cada una de esas mujeres bajo la premisa: ¿a qué sonaría este personaje si fuera música?

Sin embargo, la música en mi caso es la grandísima fuente de inspiración y consolidación de lo que busco durante todo el proceso de escritura, así que hay toda una banda sonora paralela y subyacente que no aparece en la epidermis del texto pero sí que es una base que sostiene desde abajo toda la estructura. Estamos hablando de una lista larga y heterogénea de músicas que darían para varios días de escucha, trasnocho, risas, angustias y otra cantidad insólita de cuentos que no pudieron ser incluidos en Santiago se va.

@Jsurriola

@Jsurriola

7. El libro cuenta con un video a modo de presentación. Este video representa, de alguna manera, partes del documental que se relata en la novela. ¿Crees que en la actualidad los medios visuales pueden fungir como cómplices de los libros?

Lo del video de presentación –un falso documental ya no sobre Santiago Iribarren sino sobre José Urriola– fue también una propuesta sorpresa por parte de los editores de Libros del Fuego. Me pareció algo novedoso, ingenioso, divertido, pero no participé en su elaboración en ningún momento. Confié en ellos que quisieron hacer una presentación poco convencional para una novela que también consideraron como poco común.

Me gustan los viajes de ida y vuelta desde las páginas del libro a las pantallas. Me gusta esa hibridación entre soportes y formatos.  Yo soy comunicador social, estudié luego literatura y más tarde cine documental, así que esos trayectos de los libros a las pantallas, ese tejido que se va elaborando de lo impreso a lo audivisual o a las narraciones gráficas es parte sustancial de mi formación. Yo soy defensor de esas complicidades entre lo literario y audiovisual. Pienso que mi narrativa sería imposible sin nutrirme de músicas, cómics y cine, no puedo negar entonces que lo musical, lo comicográfico y lo audiovisual sean canales también idóneos para difundir o promocionar obras como Santiago se va.

8. ¿En qué momento decidiste que parte de la historia debía estar acompañada de ilustraciones?

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Foto del libro. Ilustración de Germán Herrera

Desde hace 8 años vengo trabajando en varios proyectos con Germán Herrera, un excelente ilustrador y artista visual al que simplemente le comparto mis escritos y él se encarga de convertirlos en propuestas visuales. Funcionamos bajo el esquema del dibujo libre: “ahí te va el texto, haz con eso las imágenes que te den la gana”.

Germán siempre hace unas imágenes que van mucho más allá de lo que hubiera hecho yo de tener su talento para la ilustración y el diseño, porque siempre les pone un extra muy suyo, muy auténtico y personal: “mira tu idea cómo te la mejoré”. Así que desde que terminé el primer manuscrito de la novela, lo leí y me dije: “cómo me gustaría algún día llegar a hacer una novela gráfica con Germán Herrera; no será esta vez, pero necesito que sus ilustraciones estén incluidas al menos para el capítulo de las máquinas imposibles de Santiago Iribarren”. En un momento incluso pensamos en incluir ilustraciones para cada una de las entrevistadas: una para el presente y luego otra para su versión 10 años después.

9. ¿Crees que la intuición jugó un papel importante en la escritura de Santiago se va?

Sin duda, fue un ejercicio muy intuitivo y libre de escritura. Dejar que las cosas fluyeran, contar todo lo que necesitaba y quería contar sin cortapisas. Una vez vaciada toda esa libertad en un primer manuscrito entonces llegaría lo realmente doloroso: la edición, la reescritura, la corrección, sobrevivir a ese impulso omnipresente de sombrear todo el texto y presionar la tecla “borrar”. Ese es el nuevo fuego.

Así que fue una etapa muy lúcida y libre la de la escritura. Pero luego sobrevino una etapa rigurosa, implacable, una especie de fascismo autoimpuesto a la hora de corregir y reescribir.

10. ¿En qué proyectos estás trabajando actualmente? ¿Crees que Santiago vuelva a aparecer en alguna de tus próximas novelas?

Actualmente hay dos proyectos en los que estoy trabajando, aunque en distintas etapas cada uno:

a) Las aventuras imaginarias del Curiosity Rover en el planeta rojo: “Y mientras tanto en Marte”, con textos de mi autoría e ilustraciones de Germán Herrera.

b) Una novela distópica sobre resurrectos que son esclavizados en una sociedad post-apocalíptica. Tengo ya el itinerario a transitar, sé bien lo que quiero contar, pero le falta mucha música y muchas horas de caminata para que finalmente me pueda sentar a escribirla.

Y bueno, Santiago volverá, es un hecho. Y puede que vuelva precisamente en esta próxima novela. Lo veremos un poco más gordo, más calvo, con más canas, jugando ahora un rol muy distinto aunque igual de delirante y de ausente.

11. ¿Qué tan importante consideras que es en la actualidad la interacción entre los lectores y los escritores a través de las redes sociales?

Me parece fundamental, hermosa, necesaria. Me resulta tan estimulante recibir un comentario, un tweet, una foto en Instagram, saber en tiempo real que alguien te lee, que para alguien es significativo eso que has hecho y te lo agradece con ese gesto de compartir su emoción o su decepción por medio de las redes sociales. Es muy bonito. Es un espaldarazo, un bálsamo o a veces una alarma que te enciende la reflexión sobre cómo poder mejorar para la próxima. La interacción con mis lectores y con otros escritores es de las pocas cosas que me hacen sentir profundamente afortunado de los tiempos que me han tocado vivir.

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Blog: http://joseurriola.blogspot.com/

Twitter: @Jsurriola

Facebook: José Urriola

Lee aquí un fragmento de
“Santiago se va”

Gracias a la editorial Libros del Fuego por habernos permitido colocar dicho texto en este espacio.


Jesús Montoya: “Escribo entre el silencio y el canto”; por Oriette D’Angelo

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Foto de Alejandra Pernía

Jesús Montoya (Tovar, Mérida, 1993). Estudiante de Letras mención Lengua y Literatura Hispanoamericana y Venezolana de la Universidad de Los Andes. Es fundador del grupo literario Los hijos del lápiz. Ha obtenido tres menciones en distintos concursos literarios tanto nacionales como internacionales.

Ganador del I Concurso literario Manuel Felipe Rugeles, convocado por el Gabinete de cultura del estado Táchira (San Cristóbal, 2013). Ganador del primer lugar en la mención de poesía por la obra Primer viaje, así como una mención especial en la categoría de ensayo por el texto titulado Apuntes de la ironía en el cuento “El príncipe feliz” dentro de la sociedad victoriana del XXIII Concurso de cuento, poesía y ensayo, convocado por la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAES) de la Universidad de Los Andes (Mérida, 2013). Ganador de la edición XII del Concurso para Autores Inéditos de Monte Ávila Editores en la mención de poesía con el poemario Las noches de mis años (2014). Recientemente obtuvo el primer lugar del XVII Concurso Nacional de Poesía Joven “Lydda Franco Farías” convocado por la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello por la obra Fueron las olas (2014).

Jesús Montoya escribe con la rebeldía de alguien que crece y no abandona su origen con la palabra. Su voz es fuerte y logra un ritmo que oscila entre la calma y la furia. Sentimos a Jesús leer y cantar con la energía de alguien que sabe lo que tiene que decirle al mundo. Víctor Manuel Pinto sostiene que “Primer viaje, tiene la belleza de la imperfección, leemos a un joven conmovido por su propia presencia en un mundo donde busca a su ser a través de ese paradójico linaje de orfandad existencial; canta con su lenguaje, con el que entiende y entendemos, el suyo y el nuestro.” (blog de Víctor Manuel Pinto).

La poesía de Jesús Montoya nació para cantarse.

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En tu poesía hay una constante evocación a la infancia. ¿Te identificas con algún poeta venezolano que siga esta tendencia?

Para mí la infancia es un presente inagotable. La referencia que se destaca a ella dentro de mi trabajo pretende hacer alusión al niño como un creador, o a una parte dormida del alma. Ese niño, en verdad, no está asociado a un cuerpo representado, descrito, sino a algo que concibo desde la abstracción, a algo etéreo, a una voz de consuelo que sirve de vínculo para un posible encuentro con el estado primigenio de las cosas. El niño no tiene miedo de jugar o de cantar, así como tampoco de deformar lo creado. El niño es la inconsciente inocencia de la poesía, y la infancia prevalece en su eco para mí. Siento este tema en los poetas venezolanos que nombraré muy disímil entre ellos, pues cada uno imprime su sello personal: Ida Gramcko, José Barroeta, Rafael Castillo Zapata, y probablemente algunos destellos en Juan Sánchez Peláez.      

 ¿Cuál poeta ha tenido mayor influencia en ti y por qué?

Esta es una pregunta difícil, siempre he procurado no quedarme rezagado en ningún universo lírico, pretendo ser un nómada en ellos. Claro que hay obras que he releído, poetas por los que guardo una profunda admiración y cariño, pero no podría destacar a ninguno en específico.

Has ganado muchas menciones y premios en importantes concursos literarios venezolanos ¿Consideras que es importante participar en ellos? ¿Por qué?

Creo que eso está en decisión de cada autor. He concursado porque es una manera viable de llevar mi obra a otras personas.

El paisaje es un tema fundamental en tu poesía. Tu voz poética está en la búsqueda constante de un lugar que la defina y para ello haces alusión a las colinas y a la calle ¿Crees que Mérida, el lugar donde naciste, se refleje siempre en tu poética?

El paisaje es una memoria quebrantada. En mi caso, me parece que éste no posee correspondencia con la representación de un paisaje rural, su atmósfera es mutable y está profundamente apegada a distintos elementos urbanos que se mezclan con un tono bucólico en calma. El paisaje es la serenidad en constante contemplación. La calle es el vagar, la grafía del desastre, y muchas veces la alegría y el encuentro con mis amigos. El cielo y las colinas ennoblecen mi forma de ver el mundo, pero sigo estando abajo. La geografía de Mérida es así, como también la de San Cristóbal. Ellas no sólo se reflejan en mi obra, lo son todo para mí. Fue en estos espacios de viaje, en estas carreteras y en estos caminos desolados donde escribí cada uno de mis poemas, y aunque no haya hecho tanto hincapié en darles una materia de edificación propiamente a estas ciudades en ellos, indudablemente están ahí.  Sin embargo, pienso que pese a que “la calle” son estas calles y a que “las colinas” son estas colinas, también podrían ser otras. Hay cierta universalidad a la que aspiro. 

Estudiaste unos meses Derecho antes de cambiarte a la carrera de Letras. ¿Qué experimentaste en la facultad que te hizo cambiarte?

No estuvo tan mal, aprendí lo que pude. Aunque, evidentemente, corrí de alguna manera una suerte de fantasma. Me gustaba mucho ir en la mañana a perder el tiempo en la universidad. Decidí cambiarme porque siempre quise estudiar Letras.

¿Cuál es la actividad que desempeña el grupo Los hijos del lápiz al cual perteneces? ¿Crees que en la Venezuela actual puede surgir un nuevo grupo literario? ¿Se dan las condiciones?

Los hijos del lápiz fuimos un grupo de amigos, adolescentes y enemigos enmascarados que nos reuníamos a leer poemas y a prestarnos libros en la librería Sin límite de San Cristóbal todos los viernes a las tres de la tarde. Tales enemigos y rivalidades fueron desapareciendo y esfumándose en su abrupto

Foto de Alejandra Pernía

Foto de Alejandra Pernía

reconcomio con el pasar de las tardes y sólo quedamos: Manuel García, Fernando Vanegas, Diego Sánchez, Sury Sánchez, Josué Calderón, Pablo Montilva, Sacha Guerrero y quien suscribe. Ninguno pasaba de los diecisiete años (excepto Sacha, quien tendría en ese entonces alrededor de veintidós años). Allí generamos mediante la rutina un espacio de ocio y aprendizaje continuo, que luego, creo yo, trajo algunas promesas literarias al Táchira. Hicimos al menos una docena de recitales que tuvieron como protagonistas la experimentación y el odio de algunos escritores pertenecientes a la comunidad universitaria de la ULA de San Cristóbal y a otras esferas culturales tachirenses tan altas cuya mención no vale la pena destacar. Creo que fue importante en la ciudad, después de que culminamos con nuestras “tertulias” a muchos jóvenes se les dio por formar grupos en contra del nuestro, y a otros por hacerlo de manera más solidaria con la literatura tachirense, destaco el trabajo de Púrpura poesía. Por su parte, Los hijos del lápiz es un grupo que carece de existencia en el presente, aunque los integrantes seguimos siendo grandes amigos. Puedo, finalmente, decir que fue toda una aventura y que sólo tengo cuatro personas a quienes agradecer: al poeta Luis José Oropeza y al narrador Pedro José Pisanu, quienes con su presencia y humor nos guiaron a muchos de nosotros en nuestras primeras lecturas y en la corrección de nuestros textos iniciales, y cuyas advertencias sobre varios espacios de los que fuimos echados fueron bastante acertadas. Las otras dos personas son Cristian Pérez y Daniela Rodríguez, los chilenos, que en esa pequeña travesía literaria llamada Los hijos del lápiz jamás nos desampararon.

En cuanto a la pregunta de los grupos literarios en Venezuela, pienso que sí, que es posible que surjan, y respecto a las condiciones, creo que un verdadero grupo literario se formaría así no las hubiera. Me parece que en la poesía joven venezolana actual se está generando una especie de hermandad, por lo que no podríamos hablar de un grupo, sino de un trabajo mutuo que cada día ha ido acrecentándose, sobre todo con el uso de la red. El tiempo actual de la poesía joven venezolana es un tiempo que apuesta por la indagación de cosmos individuales en cada uno de sus poetas.

¿Cómo logras la consistencia sonora en tus poemas? ¿Qué tan importante es el ritmo en la poesía?

El ritmo dibuja una ascensión en el sujeto. La poesía y la música están desde siempre íntimamente ligadas, procuro no romper esta relación en mi trabajo. Cada vez que escribo un texto trato de darle un tono para que sea leído en voz alta, sin que por esto pierda su íntima conexión desde el silencio con el lector. Es una doble tarea, escribo entre el silencio y el canto. 

Juan Gelman dice que la poesía es una forma de resistencia. ¿Qué tipo de resistencia crees que se ejerce escribiendo?

Todas las que el autor sea capaz de imaginar.

¿Cuáles poetas venezolanos (clásicos y actuales) recomiendas leer?

Foto tomada del Facebook del autor

Foto tomada del Facebook del autor

La lista puede ser larga, trataré de nombrar algunos, seguro que se me escapan muchos. Su importancia no tiene nada que ver con el orden de esta lista, a excepción de la primera, me permito el espacio para una pequeña publicidad:

Antonia Palacios, Marco Ramírez Murzi, José Barroeta, Ida Gramcko, Jairo Rojas Rojas, Igor Barreto, José Delpino, tú, Luis Fernando Álvarez, Daniel Arella, Pablo Rojas Guardia, Rafael Castillo Zapata, Enriqueta Arvelo Larriva, Natasha Tiniacos, Pablo Mora, Guillermo Sucre, Adelfa Geovanny, Víctor Manuel Pinto, Jacinto Fombona Pachano, Ramón Colmenarez, Gelindo Casasola, Dira Martínez Mendoza, José Antonio Ramos Sucre, Maily Sequera, Marta Kornblith, Alejandro Castro, Josué Calderón, Yorgenis Ramírez, Gabriela Kizer, Daniel Oliveros, Luis Moreno Villamediana, Daniela Nazareth, Susan Urich, Luz Machado, Francisco Catalano, Emira Rodríguez, Saili Eyzell, Rogelio Aguirre, Clared Navarro, Eliseo Villafañe, Vicente Gerbasi, Jorge Paredes, Antonio Mora, Julieta Arella, María Ruiz, Roberto Morán, Esdras Parra, Pamela Rahn, Armando Rojas Guardia, Fernando Vanegas, Adalber Salas, Nérvinson Machado, Miguel Ángel Hernández, David Parra, María Auxiliadora Álvarez, Pedro Varguillas, Miguel Marcotrigiano, Víctor Varela Mora, Freddy Yance, Juan Beroes, Antonio Arráiz, Eugenio Montejo, Miyó Vestrini, Caupolicán Ovalles, Diana Moncada…

¿Tienes alguna rutina a la hora de escribir? ¿Escribes sólo ante la inspiración o mantienes horarios para trabajarla?

A veces escribo a mano durante mis viajes de Mérida a San Cristóbal y viceversa, no es un trayecto tan extraordinario, pero genera en mí mucha nostalgia. Otras veces escribo en mi habitación en la computadora, nada fuera de lo común, aunque en ciertas ocasiones tengo el presentimiento en mi imaginación de que el teclado es un piano (por lo general desafino). Escribo ante la inspiración que me abandona, cuando ya la he visto/sentido alejarse, su horario puede variar. 

¿Qué importancia le otorgas a la difusión de la literatura a través del Internet? ¿Ha tenido alguna incidencia en tu propio trabajo?

Le otorgo una vital importancia, gracias a Internet he conocido la obra de muchos autores fascinantes, libros de poco acceso. El medio digital nos permite extender la memoria literaria de distintos países y la del nuestro, y considero que cada vez va ampliándose más. Próximamente planeo comenzar con una tarea exhaustiva de escaneo de distintas obras “desaparecidas” de la poesía venezolana. Me interesa hacerlas llegar al mundo. Me interesa que los jóvenes poetas venezolanos y de otras partes las lean. 

@lorcaerantodos

@lorcaerantodos

¿Qué estás escribiendo actualmente?

No podría explicarlo, apenas es un esbozo, lo que sí puedo decir es que será un libro bastante extenso.

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Blog: http://doloresdepalabra.tumblr.com/ 

Facebook: Jesús Montoya

Twitter: @lorcaerantodos

Poemas de Jesús Montoya


Luis Yslas: “Soy un lector con atrevimientos de escritura”; por Oriette D’Angelo

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Luis Yslas (Jonathan Contreras)

Foto por Jonathan Contreras

Luis Yslas (Perú, 1972). Reside en Venezuela desde 1979. Estudió Letras en la Universidad Católica Andrés Bello. Es miembro fundador y editor de Libros Lugar Común. Es profesor de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela y se ha desempeñado durante 20 años como docente de literatura en varias instituciones de Caracas. Ha publicado artículos, reseñas y ensayos en medios físicos y digitales como El Salmón-Revista de Poesía, Papel Literario de El Nacional, País Portátil, Prodavinci, entre otras.©LDF_ALBP_CUBIERTA_RGB_PRODAVINCI_300415-1

Este año, la editorial Libros del Fuego publicó su primer libro, A la brevedad posible, que reúne más de una centena de aforismos que, según ha afirmado el autor en distintas oportunidades, comenzaron a escribirse en su cuenta Twitter, perfil que mantiene desde el año 2009. Es decir, estamos ante el primer libro publicado en Venezuela que tiene como fuente primigenia su publicación en una red social de esta categoría. La importancia de este libro en el panorama actual de la literatura venezolana afirma una cosa: que la buena literatura sí puede hacerse a partir de las redes sociales.

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Tienes, hasta la fecha, más de 11.000 tweets publicados. ¿Cómo fue el proceso de selección de los aforismos que integran A la brevedad posible? Antes de seleccionar dichos tweets, ¿sabías que querías dividir el libro en tres partes temáticas?

¿Ya llevo tantos tuits? Qué ociosidad tan prolija. Por lo visto, lo breve es solo una apariencia desmentida por la estadística. Pero te respondo. El libro, al menos como idea, nace de una invitación de mis editores, Rodnei Cásares y Alberto Sáez, de Libros del Fuego, quienes me propusieron que reuniera algunas de las frases que había ido soltando en mi cuenta de Twitter, y componer con ellas un libro. El libro surge de esa expectativa, de esa confianza. Luego de cierta resistencia de mi parte –me siento menos desconfiado en el papel de lector que en el de escritor–, lograron convencerme. Para mí era un gusto pertenecer al catálogo de una editorial cuyo trabajo valoro. Eso también me animó. Así que lo primero que hice fue solicitar a los administradores de Twitter un respaldo de todos mis tuits desde la fecha en que abrí mi cuenta: el año 2009. Con ese arenal de tuits apretados en una tabla de Excel, empecé. A medida que iba seleccionando ciertas frases, entre miles que merecieron el olvido y el arrepentimiento, se me iban ocurriendo otras que también añadí al libro, pero la mayoría provienen de esa red social que me ha servido como cuaderno de apuntes público. Una vez que hice la selección, me di cuenta de que había algunas constantes temáticas –obsesiones quizá–, y eso permitió ordenar el volumen en tres partes.      

Según la RAE, un aforismo es una frase o sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte. ¿Consideras que toda frase de esta categoría escrita en Twitter es un aforismo?

Esa definición, no digamos que es incorrecta, pero sí incompleta. Es comprensible: los diccionarios tienden a generalizar, a explicar, y la literatura, lo sabemos, siempre logra escabullirse de las definiciones. El aforismo es una forma literaria en miniatura, una especie de bonsái del lenguaje de cuyas ramas no cuelgan doctrinas sino sospechas. Aunque las definiciones ayudan, prefiero las luces que a veces encienden las etimologías. Aforismo proviene del griego aphorismós, que originalmente se refería a una frase breve que se colocaba aparte: una marca o separación al borde de un texto principal. Me gusta esa imagen: la de una frase que se escribe al margen de un centro. De modo que mientras el diccionario habla de regla, yo me inclino a pensar el aforismo (al menos los que he perpetrado), como un apunte lateral: una diminuta conjetura. Es curioso enterarse además de que el primero en emplear la palabra aforismo no fue un literato sino un médico. El griego Hipócrates usó por vez primera la palabra aforismo para referirse a las anotaciones breves relativas a algún síntoma o diagnóstico de enfermedades. Mi libro puede entenderse entonces como un conjunto de marcas que revelan los síntomas de una enfermedad incurable: el vicio de la lectura.

Ahora bien, no todo lo que se escribe en Twitter es un aforismo, pero todo aforismo lo es más allá de la superficie donde se inscriba. Su identidad verbal no depende de su vehículo de transporte.

Cada vez se habla más de la “literatura nacida en la era digital”. Incluso, algunas personas hablan de un género literario propio de esta era. ¿Consideras que ha cambiado la forma de entender la literatura gracias al Internet?

Las plataformas digitales son apenas un episodio más en la larga historia de las superficies de escritura. La naturaleza de lo que se escribe reside no tanto en el soporte, sino en el valor de las palabras, o en todo caso, en el valor que el lector pueda descubrir (o no) en ellas. Me da la impresión de que la era digital ha promovido más bien el descrédito de los géneros literarios, entendidos como categorías estáticas de la literatura. Las plataformas digitales no son un género literario emergente, sino el espacio donde las nociones genéricas de la literatura (entre otras ramas de la cultura) se entreveran ya sea para enriquecerse, empobrecerse o disolverse. Todo ello, por supuesto, modifica los modos de leer, los dinamiza. Las fronteras ortodoxas entre la escritura y la lectura se difuminan. Esos dos ámbitos del quehacer literario se mezclan, se descolocan, se combinan en un delirio textual en algunos casos orgiástico.    

¿Crees que las redes sociales popularizan la escritura?

Totalmente, pues cada vez hay más personas escribiendo y leyendo continuamente en sus aparatos electrónicos. Somos una cultura electrodomesticada. Y no solo en redes sociales. Esta es la época, me atrevería a decir, en la que más se escribe y se lee. Eso no indica una mejor comunicación, sólo una mayor comunicación. La escritura puede ser hoy muy popular, pero también muy populachera, muy populista. 

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@luisyslas

La escritura en redes sociales, y más concretamente en Twitter, exige una presencia constante y una inmediatez que no son propias del acto de escribir literatura. Por lo general, cuando se escribe fuera de redes sociales, el ejercicio va acompañado de cierta reflexión y depuración. ¿Cómo has cotejado la paciencia y reflexión que deben tener todos los escritores con la inmediatez de las publicaciones que demandan las redes sociales?

Mi escritura es de breve costura y corto alcance. Algunas frases me salen como una especie de estornudo del pensamiento, y otras sí me llevan unos minutos, a veces horas, de reflexión y escritura. Esa es quizá la ventaja (o la imprudencia) del hacedor de brevedades en la red digital: una frase nos puede quitar cierto tiempo de composición, pero tampoco semanas, meses, años. Hablo por mí, en todo caso. Digamos que escribo al ritmo de la cotidianidad, de manera espontánea. Mi cuenta de Twitter es un cenicero donde apago las frases que me vienen de improviso. Y en ese vaciadero de cenizas, de pronto aparecen ciertas palabras que logran un discreto contacto con el lector. Pero muy de vez en cuando. Todo esto que te estoy diciendo revela, sin duda, que no soy un escritor, sino un lector con atrevimientos de escritura.     

¿Alguno de los aforismos publicados originalmente en Twitter sufrió alguna modificación o edición a la hora de su publicación en A la brevedad posible?

Todo fue sometido a una relectura acuciosa. Y eso acarrea modificaciones que no garantizan nada salvo el cuidado por el lenguaje del que uno es capaz. Al final, es el lector el encargado de prolongar, contradecir o abandonar las palabras del libro; de continuar las modificaciones.

¿De qué forma ha contribuido tu labor de editor a tu oficio de escritor?

La velocidad de lectura del corrector y del editor es lenta. Eso ejercita la mirada sosegada y minuciosa, la cual permite detenerse en los detalles, en los entresijos de las palabras, también en sus silencios. Imagino que ese ritmo y rigor de lectura influyen en lo que escribo. Leer y escribir son actividades recíprocas. Ambas se alimentan entre sí, se canibalizan.

@luisyslas

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¿Podías prever que, al abrir tu cuenta en Twitter en el año 2009, terminarías publicando en 2015 un libro físico que recogería varios de los mensajes publicados allí? ¿Qué tan rápido crees que avanza el poder de las redes sociales?

No lo preví en ningún momento. Sin embargo, hoy puedo decir que A la brevedad posible ha sido una experiencia singular. Una traición a mi condición de lector de la que no me arrepiento. Todavía. ¿Qué tan rápido avanza el poder de las redes? Su poder es inmenso, pero relativo, como todo poder. En apariencia todos lucimos muy libres en esos espacios, hasta que sus dueños –no hay que olvidar que ese poder tiene dueños– decidan modificarlos o eliminarlos. El mayor poder lo tienen quienes controlan esas redes: poseen toda la información que nosotros hemos depositado allí voluntariamente. De manera que nuestra libertad siempre es condicional. Lo cierto es que la vertiginosidad y la vasta información que imperan en esos medios suelen dinamizarnos la existencia, con todos los picos de dicha, depresión, asombro y conocimiento que esto implica, pero también nos descentran casi siempre de la pausada reflexión sobre lo que pasa, sobre lo que nos pasa. O quizá estemos experimentando, como señala Alessandro Baricco, una era de la mutación en la que el conocimiento ya no reside en la paciencia y la profundidad, sino en la rapidez y la superficie. Habría que considerar eso como una novedosa metamorfosis de la comunicación y el pensamiento contemporáneos. En todo caso, yo procuro, como usuario de los medios digitales, según dicta la locución latina, apresurarme lentamente. Las redes han sido creadas por el hombre: lo que hacemos con ellas es lo que define su validez, su ética, su estética, su espesor humano.  

@luisyslas

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¿Crees que el Internet contribuye a la globalización de la literatura? ¿Podemos seguir hablando de “autores locales” en aquellos casos en los cuales la literatura se genera a través de Internet en sus distintos formatos?

Internet globaliza todo lo que entra en sus predios. La geografía de la web es una patria común donde incluso es posible fomentar a un tiempo los nacionalismos y las anarquías. Muchos escritores han hallado en ese espacio virtual una zona real de encuentros y hallazgos donde no se requieren pasaportes, partidas de nacimientos ni cartas de residencia. Lo local se abre, se pluraliza, se pervierte o se expande. Resulta entonces absurdo, o inexacto, agrupar actualmente las obras de los escritores según criterios exclusivamente nacionales o regionales. En el caso de los autores hispanoamericanos que transitan el mundo 2.0, por ejemplo, la patria común ya no son sus países de origen, sino el idioma español. Lo alarmante es que mientras esa creciente pluralidad se va expandiendo en la web, del otro lado de la pantalla los nacionalismos, los fundamentalismos de toda índole se fortalecen como una mortífera amenaza, también global.     

@luisyslas

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¿Se corren riesgos a la hora de ser lector, editor, ahora autor y tener una presencia importante en redes sociales? ¿Puede cambiar la apreciación que se tiene de un autor por su comportamiento en redes sociales?

Todo lo que uno hace es un riesgo que vale la pena si se hace con convicción, incluso si más adelante uno comprueba que se equivocó. Leer y escribir no escapan de esa contingencia. La apreciación que se tiene de un autor debería partir más de su obra que de su vida (y menos de su vida en redes sociales). Pero ya sabemos que vivimos en una época en la que muchos lectores necesitan que la biografía explique totalmente la escritura de un autor.

Uno de los aforismos del libro dice que Todo lector corre el riesgo de parecerse a lo que lee, de creer que ese riesgo resulta menos temible que provechoso (p. 23). ¿Cuáles son las lecturas fundamentales que te formaron como lector y escritor?

Luis Yslas (Carlos Ancheta) (2)

Foto por Carlos Ancheta

En esa frase me refería al quijotismo (o al bovarismo), ese peligro que corre todo lector de mimetizarse con lo que lee. Mis lecturas fundamentales –no quijotescas, espero– son muy variadas y dependen del momento en que responda la pregunta. Para hacer la respuesta corta, o al menos no muy extensa, te mencionaré aquellos escritores cuya destreza para la prosa breve y certera, me resultan inspiradores: Oscar Wilde, Friedrich Nietzsche, Charles Baudelaire, Jules Renard, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Octavio Paz, Julio Ramón Ribeyro, Augusto Monterroso, José Antonio Ramos Sucre, Clarice Lispector, Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, José Balza, Alberto Barrera Tyszka, Fabio Morábito, Juan Villoro, Andrés Neuman, entre otros que ahora olvido injustamente. Todos mis libros de esos autores están abundantemente subrayados. Los libros que uno marca dan cuenta de nuestras mayores influencias.

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Fragmento de “A la brevedad posible”


Héctor Torres: “La literatura es hija de la insatisfacción”; por Oriette D’Angelo

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Foto por Elisa Cardona

Héctor Torres (Caracas, 1968). Narrador y promotor literario. Es fundador del portal www.ficciónbreve.org, revista digital que nació en 1999 y que se especializa en la difusión de literatura venezolana. Autor de los libros El amor en tres platos (Editorial Equinoccio, 2007); La huella del bisonte (Editorial Norma 2007), elegida como finalista del Premio de Novela Adriano González León en el año 2006 y que en 2012 fue publicada por Editorial Sudaquia, con sede en Nueva York; El regalo de pandora (Editorial FBLibros, 2011); Caracas muerde (Ediciones Puntocero, 2012), libro que lo hizo consagrarse como uno de los mejores cronistas venezolanos y que está conformado por textos donde el día a día de los habitantes caraqueños se hace protagonista. Su obra más reciente, Objetos no declarados, se publicó en el año 2014 de la mano de Ediciones Puntocero y está conformada por 35 crónicas.

Varios de sus textos aparecen publicados en diversas antologías y muestras de narrativa. Ha sido colaborador de diferentes publicaciones, impresas y digitales, tales como: Revista Veintiuno, www.prodavinci.com, Sacven Creativa, www.nalgasylibros.com y el Portal de la Red de Televisiones Educativas y Culturales de Iberoamérica, entre otras. Mantiene, junto a Lennis Rojas, el blog El subrayado es nuestroEscribe para la Revista Clímax y para el sitio www.elcambur.com.ve, donde además coordina la sección #VidasCruzadas.

10364182_932825846734985_1200526881941093126_nEs uno de los narradores contemporáneos más importantes de Venezuela y su interés en la difusión literaria lo llevó a crear en el año 2009 el Premio de la Crítica a la Novela del Año, organizado para promover la novela venezolana y para reivindicar la figura del crítico literario especializado. Por otro lado, coordina diversos talleres literarios, siendo uno de los más recientes el taller “Para que mañana no sea olvido” organizado por Cultura Chacao y que se encargó de reconstruir la memoria histórica de la Comunidad de La Cruz del Municipio Chacao.

En esta entrevista, conoceremos parte de su trabajo y sus apreciaciones con respecto a la escritura de la crónica literaria, género que cada día cobra más vida entre los lectores.

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Caracas muerde es un libro de crónicas cuyo eje central radica en reflejar nuestra cotidianidad como ciudadanos. Hay historias de violencia y también de redención, es decir, historias que reflejan algunas de las vivencias de la segunda ciudad más violenta del mundo. ¿Puede la literatura reconciliarte con tu entorno?

Foto obtenida aquí

Foto obtenida aquí

De entrada la literatura es hija de la insatisfacción. Si el mundo fuera tal cual lo concebimos, no buscáramos “componerlo” a través de la literatura, ni tuviésemos frustraciones o miedos que conjurar a través de ella. Pero es posible que, en medio de esas búsquedas e indagaciones, tropecemos con alguna imagen o una idea que nos permita entender o, al menos, mitigar esa incertidumbre que produce vivir rodeados por miles de cosas que, influyendo en nuestras vidas, no controlamos. Desde ese punto de vista, es posible que logre reconciliarte con tu entorno, aunque no sea esa la razón primordial por la que acudamos a ella.

Martín Caparrós publicó diez normas para escribir crónicas, siendo una de ellas la necesidad de que el cronista sepa que todo lo que se le cruza puede ser materia de su historia. ¿Crees que la buena observación y la precisión en los detalles son cualidades necesarias para la escritura de crónicas?

Más que la buena observación, la observación limpia de prejuicios, en la medida de lo posible. Uno observa tratando de entender lo observado. Cuando cree haber entendido, tiene como su principal deber ético asentar con la mayor precisión posible, no sólo los detalles, sino todo aquello que nos permita transmitir al lector esa particular visión que tenemos sobre los hechos observados.

¿Consideras que en Venezuela hace falta alguna plataforma digital o revista especializada en la difusión de crónicas?

Creo que lo más cercano a un sitio dedicado a mostrar la actualidad del país desde un enfoque literario sería la Revista Clímax. Sería interesante el nacimiento de nuevos espacios dedicados a promover la crónica. Si algo en estos momentos está ofreciendo la realidad circundante es historias. Creo que el momento es propicio, además, porque los lectores han desmontado la idea de que en Internet la gente  quiere leer corto.

Escribes artículos para la Revista Climax, destacando los perfiles que le has realizado a distintas personalidades tanto de la literatura como de la música venezolana. ¿Qué te lleva a escribir estos perfiles? ¿Cómo seleccionas a las personas que entrevistarás y cuáles son los rasgos buscas en ellas? ¿Crees que es sencillo ver elementos extraordinarios en historias que pueden parecer comunes?

El perfil es una manera de acercarse a la obra de determinados creadores desde la perspectiva del ser humano que está detrás de esa creación, ofreciendo al lector rasgos y pasajes de la vida de esas personas que resulten desconocidas. Cosas que el lector quería saber y cosas que el lector no sabía que quería saber. La selección de los personajes se toma en consenso con el editor, Manuel Gerardo Sánchez, y usualmente se trata de personas que coyunturalmente están siendo noticia o personas cuyo trabajo es muy valioso y, contrario a lo que pueda parecer, no está siendo lo suficientemente divulgado en los medios. No se trata de divulgar nuevos valores, sino de encarar los aspectos humanos de creadores con cierta trayectoria. El enfoque tiende a ser ir tras la búsqueda de esos materiales que despertaron las necesidades creativas en esas personas y la respectiva evolución individual hacia la obra que les conocemos. 

Foto de Andrés Moncada.

Foto de Andrés Moncada.

Acerca del último aspecto de la pregunta, supongo que no, que no es sencillo encontrar elementos extraordinarios en historias aparentemente comunes, pero es un reto maravilloso. Sufro mucho haciendo estos perfiles. Me toma mucho tiempo (usualmente una quincena, más o menos, desde que hago la primera entrevista hasta que tengo una versión completa. Y a veces más). Trato siempre de abordar estos trabajos desde distintas perspectivas, adaptándome a la historia que tengo que armar, a partir de los elementos de los que logré hacerme en ese acercamiento a esos personajes. Cuando sienta que conseguí una fórmula, abandonaré ese ejercicio, porque la idea es poner en práctica permanentemente esa máxima literaria según la cual todos somos principiantes, en mayor o menor medida, pero siempre principiantes. Lo que nos motiva todas las mañanas a levantarnos a afrontar un texto en proceso es el hecho de que todos los días vamos a aprender algo nuevo.

 

Juan Villoro sostiene que uno de los trabajos del cronista es demostrar que eso que escribió fue verdadero. Sin embargo, muchos escritores sostienen que no importa introducir elementos de ficción en un texto de no ficción. ¿Estás de acuerdo con lo que sostiene Villoro? ¿Crees que un texto de no ficción que contenga elementos de ficción puede seguir siendo considerado como tal?

Creo que no basta que algo sea verdad para que sea creído. Creo, también, que llevamos siglos separando ficción y realidad con un biombo imaginario, como lo señaló Vila-Matas. Y que la memoria edita, como nos lo recordó Leila Guerriero. Por tanto, lo más importante de una historia es que funcione, y que logre mostrar con claridad eso que se propuso mostrar. Es decir, lo importante es conmover y convencer al lector de que tu historia es verdadera, porque está viva, pero no necesariamente que cuentas “la verdad”. 

En el año 2009, creaste el Premio de la Crítica a la Novela del Año el cual ha condecorado importantes novelas venezolanas como La escribana del viento de Ana Teresa Torres y Liubliana de Eduardo Sánchez Rugeles.  ¿Qué te motivó a crear este premio? Desde tu perspectiva, ¿cuál es la importancia de los premios literarios?
@hectorres

Facebook de Héctor Torres

Inicialmente, el hecho de que en Venezuela no existiera un premio entregado por la crítica especializada, que sí lo hay en otros países. Eso, y estimular la interacción de todos los involucrados en la industria del libro en Venezuela, la cual contribuye a profesionalizar los oficios relacionados con ella.

Ahora, con respecto a la importancia de los premios literarios, creo que es relativa. En general, suponen un respaldo al autor o a la obra, y en el caso del Premio de la Crítica sería un elemento adicional a tomar en cuenta por los lectores para acercarse a una novela, sobre todo porque es un llamado de atención realizado por lectores especializados.

El libro Caracas muerde cuenta con su propio perfil de Twitter, @CaracasMuerde. El nombre es bastante amplio, pero la biografía relaciona a la cuenta con el libro. ¿Buscabas algo al crear un perfil en redes sociales del libro más allá de su propia promoción?

No de forma muy clara. Me di cuenta de que el título produjo una especie de insight y que si no lo registraba yo, tarde o temprano lo registraba otro. De entrada esa cuenta (que no manejo en exclusiva) sirve para promocionar ambos libros (Caracas muerde y Objetos no declarados), pero de manera más amplia también mi trabajo en la crónica y las posibilidades de Caracas como materia para la literatura.

¿Todo lo que sucede en Caracas merece ser narrado? ¿Qué elementos hacen que una historia valga la pena contar?

Todo lo que el observador siente que le sirve para explicar (o indagar) algún aspecto de la vida a través de esa historia, merece ser narrado. Ese sería el primer elemento a tomar en cuenta: que esa historia también le diga algo más allá de sus propios contornos. Cuando una historia nos “dice algo”, es porque intuimos que hay algo más grande detrás de esa simple anécdota, y nos lanzamos en su búsqueda.

En tus libros hay constantes referencias musicales, como es el caso de La fuerza del destino de Mecano que aparece en La huella del bisonte; un epígrafe del cantautor venezolano Onechot y otro de Juan Luis Guerra en Caracas muerde; el caso de Fito Páez en El regalo de Pandora y, el caso de tu última publicación, Objetos no declarados, que cuenta con un epígrafe de Roger Waters, entre muchas otras referencias. ¿Qué importancia tiene la música en tu escritura? ¿Puede lo musical convertirse, de alguna manera, en una referencia literaria?

Para mí la música es el arte mayor. De haber podido ser músico posiblemente no sería escritor. La música es un idioma universal, como sentimientos sonoros. Le doy mucha importancia a la musicalidad, al ritmo, en mis textos. A veces un texto de graciosa sonoridad es más convincente que un argumento poderoso. Yo leo menos poesía de la que debería. Soy un lector impaciente. Esa carencia la sustituyo con las letras de las canciones. Hay mucha poesía en ciertos compositores. Definitivamente, la música es fundamental en mis búsquedas estéticas.

Hablando de El regalo de Pandora, este libro de relatos coloca en el eje de nuestra atención a lo femenino ligado con la ciudad. ¿Crees que para poder hablar de lo femenino desde una voz masculina, hace falta cierta sensibilidad?pandora

Ponerse en el lugar del otro ya es un ejercicio de sensibilidad. Y si ese “otro” tiene, en muchos aspectos, una naturaleza que me resulta ajena es, además, un gran reto. Acercarse a la naturaleza femenina, desde la condición masculina, exige mucho respeto, desprejuicio y atención, ya que supone navegar en aguas de cuyas coordenadas desconozco.

¿Crees que para narrar hace falta guardar distancia con el hecho narrado? ¿Puede la crónica escribirse desde la cotidianidad?

Seguramente una cierta distancia resulta conveniente. Pero también una aproximación lo suficientemente prolongada como para lograr aprehender la situación que se pretende narrar. Entonces, sí se podría escribir crónica desde la cotidianidad, pero es necesario tener paciencia para entender la historia y dar con las claves que nos permitan transmitirla.

El 26 de agosto de 2015, el escritor venezolano Gustavo Valle escribió en su cuenta de Twitter lo siguiente: “Ojalá los panas de @prodavinci y @contrapuntovzla manden a un par de cronistas agudos a la frontera. Hace falta una buena crónica de eso.” Juan Villoro sostiene que para escribir sus crónicas debe vivir en el sitio para poder elaborar sus propuestas. ¿Estás de acuerdo con esta manera que tiene Villoro de enfocar su forma de trabajar? ¿Consideras que la mirada de los hechos sobre algún lugar puede cambiar dependiendo de si vivimos o no en ese determinado lugar? ¿Podemos confiar en una crónica escrita tan sólo “estando de paso”?

@vallegusta

@vallegusta

Esto forzosamente me remite a la respuesta a la pregunta anterior. Entender lo que estamos viendo exige de mucha atención, concentración, pero sobre todo conocimiento del universo objeto de nuestro estudio. Una mirada urgente llega a una capa del asunto, pero una mirada más reposada, da con claves más profundas. Entonces, todo dependerá de lo que se busque. Una crónica de viaje se basa más en las impresiones y los contrastes entre el observador y el universo observado, pero una crónica que pretenda explicar una situación más compleja requeriría de una lectura más detenida de los hechos. 


Me llamó mucho la atención la última crónica de Objetos no declarados, “Epílogo (Contrabando)”. Cuentas cinco microhistorias de personas que se van del país e intentan adaptarse, pero la sensación de paranoia por la violencia que se vive en el país pareciera no cambiar. Al final, das un mensaje indicando que “tener bien claro el inventario de ese contrabando que llevamos con nosotros es el primer paso para entender desde dónde vemos el mundo.” ¿Crees que los que emigran nunca llegan a superar los traumas de la ciudad donde se criaron? ¿Es Caracas una ciudad difícil de olvidar?

11102917_1111761868841381_9152421401870418308_nEs una pregunta difícil de responder. No he estado fuera del país más allá de una semana. No sé cómo sería el proceso de superar ciertos traumas productos de la violencia, en un entorno que ya no requiere de ese nivel de alerta. Con respecto a Caracas, yo supongo que no recordamos tanto fechas y lugares como situaciones. Y las ciudades tienen la característica de ser el “decorado” de muchas de nuestras historias vitales, por tanto están con nosotros en esos recuerdos inolvidables.

¿Qué consejo le darías a alguien que quiera empezar a leer y a escribir crónicas? ¿Cuáles son, de este género, tus lecturas esenciales?

Para escribir sobre la realidad circundante lo primero que debemos desarrollar es la observación. Hay que tener mucha paciencia para observar el entorno tras las historias, que suelen esconderse a primera vista. Hay una lista muy disímil de títulos que me enamoraron del género, como por ejemplo: Retratos y encuentros, de Gay Talese; El emperador, de Ryszard Kapuściński, Palmeras de la brisa rápida, de Juan Villoro; Hablemos de langostas, de David Foster Wallace; La eterna parranda, de Alberto Salcedo Ramos, Despachos del imperio, de Boris Muñoz; Hacia rutas salvajes, de Jon Krakauer, entre otros.

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Miguel Ángel Hernández: “Escribir es desplegar las convenciones del lenguaje”; por Oriette D’Angelo

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Fotografía por Norman Prieto

Fotografía por Norman Prieto

Miguel Ángel Hernández (Maracaibo, 1983). Poeta, ensayista e investigador. Estudió Letras en la Universidad del Zulia. Es miembro fundador del grupo literario Per-verso. En 2013, ganó el IV Concurso Nacional de Poesía con el poemario ¡Oh, lorem ipsum!, publicado por la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello. Obtuvo menciones en el XIX Premio Nacional de Poesía Fernando Paz Castillo y en el I Concurso Nacional de Poesía Delia Rengifo con el poemario Un decir errado. En el año 2006, publicó junto al escritor Eduardo Pepper el libro titulado Antología del descapotable y en 2010 se editó su plaquette Cotidiano a través del Proyecto Latinoamericano de Unión Poética en Buenos Aires. Sus poemas y artículos han aparecido en De Palabra, Letralia, País Portátil, El Salmón-Revista de Poesía, Revista Hispanoamericana de Literatura UNICA, Las Malas Juntas, ExplorArt Magazine, Décima Avenida, ViceVersa Magazine y La Verdad. Actualmente se encuentra en Nueva York realizando la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad de Nueva York.

Norge Boscán

Fotografía por Norge Boscán

Conocí a Miguel Ángel Hernández en el Festival de Poesía de Maracaibo realizado en el año 2013. Sus poemas retumbaron en mis oídos y me fascinó saber que alguien podía escribir un poema donde Mario y Luigi eran protagonistas. Pero esto no resume ni basta para representar a la poesía de Miguel Ángel. Sus textos publicados están cifrados en la ciudad y en el lenguaje digital. En cada verso se asoma su estilo rebelde y su crítica al entorno. Miguel Ángel Hernández se reconoce como habitante de una ciudad a la cual le sobran las letras. De las cenizas de sus ruinas urbanas surge ¡Oh, lorem ipsum!, su primer poemario. Si nos entendemos como animales sociales, admitimos que nuestra propia estridencia estará marcada por lo que nos rodea. La poesía de Miguel Ángel le da voz al caos matutino y es un grito de guerra que intenta explicar a través del verso nuestra idiosincrasia: somos así porque somos así.

En esta entrevista conversaremos con el autor sobre su proceso creativo y sus opiniones con respecto al panorama literario actual.

 

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¡Oh, lorem ipsum! es tu primer poemario publicado y en él abordas la poética del entorno. Contiene, además, referencias de la cultura mediática actual, como programas de televisión y fragmentos de noticias. ¿Crees que haber nacido en Maracaibo es algo que puede marcar tu estilo poético? ¿Qué tan importante es entender nuestro entorno al asumir fines estéticos?

IMG_4804—En primer lugar, haber nacido en Maracaibo me dio un acento específico, reconocido como muy particular en Venezuela. Entonces, que el habla sea una característica fuerte no es cualquier cosa. Cada vez que digo vos o conjugo estái, sabéi o venís estoy actualizando la historia de una singularidad, pero también actualizo un sistema de valores, de modos de percepción, etc., y, por supuesto, la escritura tiene que vérselas con esto, tarde o temprano, pues la inscripción del lenguaje despliega las convenciones que lo habitan, las ausencias que lo marcan, el vacío ante la referencia, etc. Es en ese momento cuando el habla puede marcar el estilo, pues se trata de buscar un espacio para registrar una singularidad en medio de la singularidad. Ya esto dice bastante de la importancia de entender el entorno, ¿no? Pero además, señalaré lo obvio: El entorno funciona como contexto del texto, lo atraviesa en mayor o menor medida, de modo que la lectura también pasa por ahí.

¿Maracaibo?

No, no conozco esa ciudad.

En ¡Oh, lorem ipsum! introduces también cuantiosos elementos digitales. Links, referencias de descarga, códigos y mensajes cifrados son parte de tu propuesta en este poemario. ¿Crees que la cultura digital es un rasgo imperante en la poesía actual? ¿Puede un nativo digital escribir poesía en la actualidad sin estas referencias?

—No sé si sea imperante en la poesía actual, pero el tema de la cultura digital sí que impera en general, y como todo imperio, no da tregua. Ahora bien, he dicho «el tema» porque me parece que es de esta manera, nombrada, tematizada, como se muestra en varios de los textos que he tenido oportunidad de leer, principalmente en línea.

Por mi parte, en ¡Oh, lorem ipsum! y otros textos me interesaba más bien cómo las respectivas estructuras de la red y el lenguaje se contaminan una a otra. Pongo un ejemplo: En 2011 creé una cuenta en Twitter con la intención de familiarizarme con la «sintaxis» ahí propuesta; me parecía que podía llegar a funcionar en el contexto del poema. Pensaba, por ejemplo, en casos en los que alguien escribe —por decir algo— «siempre» junto a un enlace. ¿Cómo voy a leer ese siempre? Es necesario abrir el vínculo y leer, escuchar o ver lo que esté ahí para que esa palabra tenga un contexto que le dé una dirección. En ese sentido, podríamos entender el tuit como un texto subordinado a la referencia del link o viceversa, según sea el caso. Es decir, más que nombrar la Internet, pretendía que sucediera en el poema, con las consecuencias (con las tergiversaciones) que conlleva tal recontextualización: No puedo cambiar un organismo de hábitat y esperar que no suceda nada.

Con respecto a si un nativo digital puede esquivar la referencia a la cultura digital, no veo por qué no pueda hacerlo. Sin embargo, no olvidemos que el tema impera, de modo que el ejercicio de burlar ese imperio será necesariamente propio de una resistencia, de una guerrilla: puede caer preso, huir en silencio o crear una máquina cuya potencia altere el orden imperial, aun cuando sea por un breve tiempo.

Los links nos llevan hacia otros textos o videos, pero como todo en Internet, son enlaces que pueden desaparecer si el servidor donde están alojados también desaparece. En ¡Oh, lorem ipsum! hay versos representados por links. ¿Estos enlaces cumplen una función más allá de su propio fin digital? En un poemario físico, ¿importa conocer que se trata sólo de un link o el mensaje que se encuentra en el enlace puede formar parte de nuestro poema?

—Como se puede intuir de la respuesta anterior, esos enlaces son entendidos como enunciados, pero son enunciados replegados, y para desplegarlos habría que seguir el enlace. En el caso que aparece en la imagen, es un estatus tomado de Facebook, y como cualquier estatus, da pie a una cantidad de comentarios, que entonces se irán sumando al poema desplegado.

IMG_4807Ahora, como bien apuntas, puede pasar que un enlace no lleve a ninguna parte, que el contenido sea eliminado, que solo nos topemos con el Error 404, etc. Tres preguntas subyacen en esta estrategia: 1) ¿Cómo asumimos la pérdida de referencias, de personas, de paisajes, de objetos, etc., que dejaron de ser cotidianos o que ya no existen? 2) ¿Es posible la existencia de un significante vacío? 3) ¿Cuál es el movimiento del lector para cubrir esas ausencias y restituir los significados, de modo que todo tenga sentido nuevamente?

De todas formas, aun cuando en ¡Oh, lorem ipsum! los links llevan a un desarrollo del texto, no podemos olvidar que el lector siempre es un elector, siempre toma decisiones que encaminan la lectura. Así, hay quien me ha comentado que no ve necesario ir a ver qué hay en esos enlaces, que el poema funciona más allá de eso, y entiendo que es una lectura válida.

Publicaste un libro digital de catorce páginas llamado Sin conexión. En él expones de forma breve la problemática que surge de vivir inmersos en lo digital. ¿La poesía que dialoga con los elementos de Internet busca, de alguna manera, crear conciencia sobre sus posibles daños?

Untitled-1—Depende de los movimientos que animen el texto; es decir, de la toma de posición consciente respecto a este fenómeno, de la ideología que nutra la escritura, de cuanto de deseo y frustración haya en ella, etc. En todo caso, si cierta poesía busca crear una determinada conciencia, ¿hablaremos de una prescripción, de un texto pedagógico?

Más allá de eso, creo que se trata de un signo que habla de los momentos que vivimos, por eso me interesa este tema, por lo que se puede leer de nosotros a través de las redes sociales.

¿En qué estás trabajando actualmente? ¿Crees que mantengas en tus próximos poemarios el estilo que manifiestas en ¡Oh, lorem ipsum!?

—Ahora mismo estoy trabajando en un proyecto aún larvario que espero desarrollar acá en Nueva York. Todavía son muy pocos textos y es muy pronto para saber si llegarán a algo.

También, estando aún en Maracaibo, empecé otro proyecto que parte de una relectura de Miguel Hernández, de algunos de sus poemas. Ya di el primer paso, pero debo ver todavía cómo se va desarrollando. Por los momentos, está en pausa por la mudanza y por otros textos, pero no abandono ese proyecto.

Con respecto a si mantendré la ruta trazada en ¡Oh, lorem ipsum! solo puedo hablar de lo hecho desde entonces.

Luego de un «descanso» de ese poemario he escrito otros dos, uno más afinado que el otro, y cada tanto los reviso. En el primero intenté llevar un poco más lejos algunas estrategias discursivas de ¡Oh, lorem ipsum! y con el segundo pretendí darle la vuelta a todo eso; me pareció que se estaba convirtiendo en una fórmula y apenas había riesgo ya, de modo que practiqué otro tono. De todas formas la escritura de ese poemario fue tomando su propio trayecto, uno en el que se fue «dañando» el lenguaje; lo que empezó con un tono más sosegado fue tomando velocidad y como contrayendo fiebres en el camino que lo alteraron.

En todo caso, yo puedo decir un poco más de temas o de intenciones, pero al final serán los textos, si se mantienen, los que digan algo de sí mismos.

La Alt-Lit es un movimiento literario cuyo auge ha estado representado por la manifestación de la cultura digital en sus textos. ¿Qué opinas con respecto a esta vertiente literaria? ¿Consideras que es el «gran movimiento estético de nuestra época»?

—De la Alt-Lit me llama la atención la propuesta, el planteamiento teórico, por llamarlo de alguna manera (que un meme pueda funcionar como poema, por ejemplo), pero la ejecución de ese concepto no siempre es el que más me atrae. Puede ser una cuestión estética nomás, que disfruto más otro tipo de texturas. Sin embargo, mi impresión es que por su propio planteamiento de asumir el Internet como literatura (estoy simplificando, claro está) muchas veces no pasa de nombrar tal red social, tal conversación en un chat, etc., y no llega a problematizar los lenguajes que convergen en el poema o el relato.

Sin embargo, también hay que tomar en cuenta que este movimiento surge de nativos digitales, gente que probablemente no recuerda nada antes de Internet (con sus excepciones, por supuesto), de modo que su entorno «natural» es la red; en ella aprendieron a establecer relaciones, a compartir, a leer, a desear; la posibilidad de expresión tal vez no se entiende fuera de ella. Siendo así, es normal que no siempre haya un cuestionamiento de la web como lenguaje, después de todo es concebida como naturaleza.

Yo, en cambio, tengo al menos veinte años de memoria pre-Internet; no soy un nativo digital. Esto puede no ser determinante, pero da pistas de la lectura que hago sobre la Alt-Lit.

Por último, si es el «gran movimiento estético de la época»… No lo sé. Simplificaré para no seguir extendiéndome: Creo que es necesario que en algunos años aún podamos ver un conjunto de textos que sobrevivan al boom y además que podamos hacer una lectura transversal en la que encontremos recurrencias. Sin contar que asumirla como el gran movimiento actual sería reducir todo a lo que las redes sociales nos muestran.

 ¿Crees que las redes sociales han cambiado nuestra manera de abordar la poesía?

—Sí, primero como lectores y luego como escritores, si es el caso.

La presencia de las redes sociales es tan grande que cada vez menos admite cuestionamientos; es algo que damos por hecho, es lo normal, lo natural. Las redes, e Internet en general, tienen que certificar todas nuestras experiencias: adonde vamos, con quien, lo que comemos, etc. Podría pensarse que se trata del Gran Otro actual (si he entendido bien el concepto), de modo que todo debe pasar por él para que adquiera sentido. No hacerlo es jugar en el filo de lo absurdo, pero también da pie para preguntarse por los presupuestos a través de los que vivimos y que mantienen a salvo el orden simbólico. La poesía, como una experiencia más, queda supeditada a esta exigencia (social, pero principalmente interna). Como apunta el filósofo Boris Groys: «Today, we practice our dialogue with the world primarily via the Internet. If we want to ask the world questions, we act as Internet users». Por eso acudimos diariamente a las redes para socializar e intercambiar lecturas, que está muy bien, ¿pero qué pasa con la poesía?, ¿no suele ser esta una apuesta contra el sentido, entendiendo por este, además, lo dado, la palabra autorizada, el objeto de fácil circulación? Luego, si nuestro acercamiento al poema parte de los criterios que nos suministran las redes sociales, seremos usuarios leyendo y clicando poemas tan contundentes como lo pueda ser un estatus o un tuit promedio, que no altera el lenguaje en lo más mínimo, que deja todo como si nada, como si no hubiera hecho falta, finalmente.

Escribiste hace poco un artículo que tocaba el tema de la lectura y la forma como en las redes sociales todo pareciera estar representado por las estadísticas. Indicaste, además, que el like es la única demanda, solo gustar, no disgustar (dislike), mucho menos degustar. Es decir, todo lo que se publica está ahí para sumar me-gusta porque es eso lo que permite el formato. Sin embargo, Mark Zuckerberg, creador de Facebook, indicó en noticias recientes que la plataforma está trabajando en la implementación de un botón de “no me gusta”. Si consideras que el botón de “gustar” puede tener impacto en nuestra forma de abordar la literatura, ¿cuál crees que será el efecto de este nuevo botón?

—En principio, no creo que represente mayor diferencia. La idea es que nos mostremos: qué nos gusta y qué no. Con base en esos datos las redes sociales, ciertamente, nos conocen incluso mejor que nosotros, pues hasta se anticipan a nuestros deseos, pero sobre todo nos proporcionan la publicidad más apropiada para nuestro newsfeed. Sin ir muy lejos, hace un par de días me levanté y tenía un correo electrónico de Spotify en el que me informaban de que el nuevo disco de una banda que me gusta estaba ya disponible en la plataforma. Es magnífico, ¿no? Ciertamente, pero también habla de la vigilancia como modo de vida, del deseo de ser sujetos enunciadores (recordemos el viejo lema de YouTube: Broadcast yourself), pero devenidos en suministradores de datos para el mercado.

Kenneth Goldsmith es un poeta norteamericano que ha dado mucho de qué hablar por su forma de abordar los procesos creativos en la actualidad. ¿Qué importancia consideras que tiene su figura en el panorama literario? ¿Crees que ha tenido suficiente influencia en Latinoamérica?

—Bueno, el panorama literario es muy amplio. Creo que sobre todo ha influido en la poesía de habla inglesa a ambos lados del Atlántico; es una impresión. En todo caso, por su exposición mediática, ha sido, junto con Vanessa Place, la principal referencia de la poesía conceptual estadounidense, para bien o para mal. Por esta misma condición de estrella del «panorama literario» es comprensible que encuentre adhesiones y rechazo. He leído críticas sobre su propuesta de escritura no-creativa que van desde la gran dependencia a Internet, pasando por su arte de convertirse en tema de conversación, hasta la manera en que la escritura conceptual funciona como ramificación literaria del capitalismo estadounidense.

Por ejemplo, el mexicano Heriberto Yépez ha sido uno de los que más ha criticado el movimiento de la escritura conceptual y creo que apunta en la dirección correcta en sus críticas; sin embargo, por lo general siento que podría llevarlas aún más lejos, desarrollarlas a fondo. Por otro lado, muchos de los textos que celebran los «experimentos» conceptuales se quedan en eso, en el goce del artificio, del elemento formal, sin siquiera preguntarse por las consecuencias discursivas que conlleva: ¿Qué pasa si se ordena alfabéticamente el poema fundador de una nación, un texto con el que crecen los niños? ¿Adónde lleva el desplazamiento hacia un marco poético de las declaraciones jurídicas de hechos, textos transcritos por funcionarios en los que se pretende dar cuenta de hechos sin incluir argumentos, a favor o en contra? ¿Qué cosas se ponen en juego en ambos casos? Creo que atendiendo a los gestos propuestos se puede dar con lecturas más sustanciosas.

Con respecto a si Kenneth Goldsmith ha tenido suficiente influencia en Latinoamérica, creo que primero habría que preguntarse si es necesario que la tenga. Tal vez no encuentra resonancia porque no funciona como vehículo para las voces en nuestro contexto. Por ejemplo, la transcripción fiel de páginas o artículos de Internet podría entenderse en el caso de Estados Unidos como una forma de dar paso a la lentitud en medio de una economía caracterizada por la velocidad. En este sentido, es posible entender este gesto de escritura como una respuesta (política) a dicho ritmo impuesto. ¿Pero funcionará de la misma forma en Venezuela o en Brasil? Ciertamente no. Habría que fundamentar dicha transcripción de otro modo, darle otro contexto para que funcione. Dos ejemplos: En México, Hugo García Manríquez hace una relectura del Tratado de Libre Comercio en Anti-Humboldt al resaltar fragmentos de dicho documento, mientras que otros, aunque legibles, se muestran al fondo, y Sara Uribe, en Antígona González, transcribe las voces de las madres de desaparecidos, intercaladas con textos que se comunican con dichas voces. En ambos casos hay un diálogo con el contexto que parte de la reescritura y la apropiación de voces, en ambos se trata de estrategias discursivas que funcionan en el marco de la poesía contemporánea.

Con todo esto lo que quiero decir es que no es suficiente tomar una propuesta de escritura y asumirla porque parece atractiva o experimental, sino que esa propuesta también requiere una relectura o una actualización que la disponga, si es posible, para dar paso a una poética en otra lengua, en otro contexto, etc.

Eres fundador y coordinador del grupo literario Per-versos, grupo que además surgió en tierras marabinas para organizar lecturas colectivas, dando paso más adelante a la publicación de fanzines. ¿Qué fines cumple ahora este grupo literario y cuál ha sido su mayor logro hasta ahora?

—En estos momentos la idea es que se mueva a lo virtual, principalmente con videos. Pero es algo que aún está en fase de preparación.

logo_per-versoEl mayor logro, según entiendo, fue acostumbrar a Maracaibo a esperar una actividad relacionada con la literatura con regularidad. En 2007, cuando empezamos con un recital, no era tan frecuente que se hicieran lecturas; de hecho, fue por eso que decidimos organizar esa primera: hicimos la actividad a la que queríamos ir. Convocamos a un grupo de amigos que estaban escribiendo y leímos. Con el tiempo empezamos a experimentar con las actividades, a variar, y entre 2009 y 2011 llegamos a tener casi un promedio de dos eventos por mes. Luego de esto entramos en dinámicas de vida que hacían más difícil tener la disposición necesaria para mantener ese ritmo, de modo que las actividades se fueron haciendo cada vez más separadas una de otra. En todo caso, desde entonces también se sumaron grupos que igualmente empezaron a hacer sus eventos y eso ayudó a mantener las expectativas, a esperar algo.

¿Quiénes son tus mayores influencias literarias?

—Dante, T. S. Eliot, Octavio Armand, Juan Calzadilla, Blas Perozo Naveda, los concretistas brasileños, san Juan de la Cruz, san Agustín, Góngora, Kenneth Goldsmith, Vanessa Place, Juan Sánchez Peláez, Rimbaud…

¿Qué autores jóvenes venezolanos recomiendas leer?

—Jairo Rojas Rojas, Jesús Montoya, Luis Ángel Barreto (si aún pasa por joven), Octavio Armand (quien es «guantamaracucho» y dice ser más joven que yo, y le creo), Julio Puche, Pedro Varguillas, Alejandro Castro…

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Poemas de Miguel Ángel Hernández

 



Andrea Daniela: “El entorno moldea mi lenguaje y mis fotografías”; por Oriette D’Angelo

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12186380_853568454757235_4580416471267361962_o (1)Andrea Daniela (Los Teques, Venezuela, 1994). Estudia Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Vivió en Mérida durante un año y trabajó en la librería “La Rama Dorada”. Confiesa que gracias a esa ciudad pudo conectarse con el arte y la fotografía. Más adelante regresó a Caracas para estudiar Fotografía Digital en la Escuela de Roberto Mata. Actualmente trabaja como fotógrafa en la agencia de publicidad Aerolínea Creativa y comparte su trabajo fotográfico en diversas plataformas digitales.

Conocí a Andrea gracias a sus fotografías en su perfil de Instagram. Su trabajo abarca, en la mayoría de sus publicaciones, la estética del entorno y de lo corporal. Reproduce gestos a simple vistas comunes y los convierte en historias visuales. Admite que su trabajo es “personal” y, hasta ahora, se vale de los elementos que encuentra a su paso para crear imágenes que nos conectan con su entorno más inmediato. Sus fotografías nos muestran la belleza de todo aquello que parece simple pero que bajo el lente de una cámara queda congelado y se presenta al universo como algo maravilloso. 

Todas las fotografías aquí seleccionadas son de su autoría.

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¿Cuándo nació tu interés por la fotografía? ¿Recuerdas la primera foto que tomaste en un plano no profesional?

AD: Cuando tenía 15 años tuve mi primera cámara digital, rosada, pequeña y muy básica. Recuerdo que le tomaba fotos a todo y me encantaba enfocar primer plano. Fue ahí que empezó mi interés por la imagen. Sin embargo, eran solo fotos bonitas, no tenían esa fuerza, carácter o algo qué transmitir. Luego, cuando me regalaron mi primer celular Android, descubrí la fotografía móvil y puedo decir que en ese momento mis fotos dieron un giro. La inmediatez del dispositivo me permitió experimentar todo lo que yo quería decir visualmente. Instagram fue el espacio donde poco a poco fui creando mi lenguaje.

Mi primera foto no profesional la recuerdo claramente porque fue una hoja seca junto al ojo de mi amiga Alejandra, que ha sido cómplice de mis fotos. La hoja era marrón, seca y arrugada, y hacía un contraste hermoso con el color claro del ojo. Tenía 15 años cuando la tomé. Esa foto sigue siendo una de mis favoritas.

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Actualmente, tu trabajo se centra en dos cosas: el cuerpo y el entorno. ¿Qué buscas reflejar?

AD: El cuerpo me ha interesado siempre. Me incita a representarlo de la manera que mis ojos lo ven, de una manera minuciosa. Trabajar con y sobre él hace que siempre descubra algo nuevo porque el cuerpo es mucho más interesante cuando tu mirada se vuelve curiosa y quiere saber cómo reacciona, cómo se ve ante la cámara o cómo puede reaccionar ante una mirada ansiosa.

La naturaleza me lleva a representar y reflejar las emociones que ésta despierta en mí. Hay una perspectiva sugerida en diferentes planos o tomas y es, particularmente, mi estado de ánimo.

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¿Qué sucede con los niños en tus fotos? ¿Estas fotos forman parte de alguna serie fotográfica en la que estás trabajando?

AD: Sí, es una serie que está en proceso continuo. Me gusta esa ingenuidad que tienen los niños y me dejo guiar por lo que ellos me dan en el momento en que tengo la cámara en mano. La infancia no siempre es vista de la misma manera y al mirar a los niños me siento impresionada por sus expresiones y por la profundidad de un gesto o una mirada que te invita a imaginarte algo. Cada niño tiene un ritmo muy particular y de ellos siempre salen líneas que conforman la imagen. Simplemente uso la fuerza de ese momento para que la foto pueda convertirse en una historia.

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¿Planificas tus tomas o surgen, en su mayoría, de la improvisación?

AD: Son pocas las veces que planifico las fotos porque me gusta documentar exactamente lo que estoy viendo en un momento determinado. Pero a veces es necesario detenerse y observar lo que tienes ante tus ojos para pensar en una posible toma.

Lo que busco transmitir va a depender del momento y lugar en el que esté. El entorno siempre moldea mi expresión y representación de la realidad. Estoy conectada con la cotidianidad, con las emociones,  con la fuerza que puede tener nuestro día a día si miramos solo un poco más allá de lo que estamos acostumbrados a observar, ya sea un lugar, un objeto o una persona que luego se volverá permanente en mis fotos, y eso implica que formará parte de mi vida así solo haya pasado de manera fugaz.

Soy sensible a todo lo que me rodea, a veces más de lo que quisiera. Me dejo llevar mucho por mi humor diario.

¿Y el acercamiento? ¿Asombro por el detalle?

AD: Antes de hacer una foto, especialmente cuando trabajo el cuerpo humano, observo minuciosamente cada detalle, especialmente esos que, a veces, parecen insignificantes. No es lo mismo mostrar un cuerpo entero que tener una imagen cerrada de una cicatriz, por ejemplo, eso hace que te imagines quién es la persona o por qué existe esa marca. Esos mismos detalles son los que causan asombro y estimulan la imaginación del espectador, incluyéndome.

Acercarte a un objeto te permite autoanalizarte desde otro cuerpo: las muñecas, los tobillos, las rodillas, las venas, los lunares, los vellos y toda la composición del cuerpo hacen que nos diferenciemos uno del otro, pero casi siempre esos mínimos detalles pasan desapercibidos. La unión de todos estos forman una unidad: el cuerpo, pero al verlos de manera separada adquieren un carácter particular y dominante.

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¿Cuál es tu relación con la ciudad de Mérida?

AD: Mérida fue el punto de partida para que mis fotos hablaran por sí solas. Ahí conocí a personas maravillosas que hoy en día son grandes amigos que apoyan –a distancia– mi trabajo.  La fuerza de esa ciudad me condujo a expresar mis emociones. Todos los lugares que visité eran mágicos. Esas montañas me atraparon a tal punto de no querer volver a Caracas.

Viajé a Mérida por vacaciones, pero terminé quedándome casi un año. La primera semana que llegué hice un taller de Teatro con Gabriel Torres, mi profesor de Teatro Físico, y fue una experiencia increíble. Los entrenamientos eran fuertes pero las prácticas hacían que te conectaras contigo mismo al punto de dejar que tu cuerpo fuese tu guía. El cuerpo es el maestro y nosotros los alumnos.

Luego comencé a estudiar teatro en la UNEARTE y a trabajar en La Rama Dorada. Ambas cosas fueron un refugio para mí. Viví un tiempo con mi tío Luis Delima y él también fue un maestro y apoyo incondicional. Gracias a él conocí el mundo del arte y el teatro. Mérida, sin duda, era y es el lugar que me brinda más tranquilidad.

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¿Y con Caracas?

AD: Con Caracas nunca me sentí identificada. Caracas me genera ansiedad y nervios. Creo que tengo un amor-odio con la ciudad. Me gusta el movimiento artístico y la cantidad de lugares que hay para visitar, pero todo el ajetreo hace que me ponga de mal humor. Sin embargo, suelo ser muy paciente, entonces poco a poco he hecho más suave el hecho de estar en Caracas.

Tienes 20 años y perteneces a una generación que creció con una cámara fotográfica atada a los dispositivos celulares. Esto quiere decir que la fotografía se ha vuelto, con el paso de los años, algo popular. ¿Cuál es tu postura con respeto a esta popularización de la fotografía gracias a los dispositivos celulares?

AD: Con la llegada de la fotografía móvil las personas se han visto más entusiasmadas por mostrar el mundo desde una visión más individual, más particular y más intuitiva. Yo comencé a crear mi lenguaje con la fotografía móvil y, aunque ahora no lo hago de manera constante, es una herramienta que me permite reforzar lo que ya sé. Los dispositivos siempre están con nosotros y nos regalan la inmediatez que una cámara profesional no tiene. Sin embargo, considero que a veces hay un mal uso de esta herramienta. El hecho de tomar fotos y mostrarlas es una red social no te hace ser fotógrafo. La imagen tiene que ser estudiada y tratada de una manera detallada.

Con esto no quiero decir que no existan fotógrafos móviles. De hecho hay muchos usuarios que han repotenciado la imagen con la fotografía móvil. Así como hay otros que sobrevaloran la cámara cuando en realidad, en mi opinión, importa más el buen ojo que se tenga.

Por supuesto que la calidad de una cámara profesional será mayor a la de un móvil porque éste tiene muchas limitaciones, pero si se logra que una foto tenga la suficiente fuerza para llegar a las personas por medio de las diferentes redes, entonces ya hay un gran camino recorrido. Lo que transmita la foto va a depender del ojo fotográfico que tenga cada persona.

¿Qué tipo de cámaras utilizas? ¿Qué técnicas te llaman la atención?

AD: Uso una cámara digital réflex y la uso siempre en manual porque esto te permite decidir cómo va a salir la foto.

No suelo usar muchas técnicas, me identifico más con los estilos. Me gusta el documentalismo, el paisajismo y los retratos. También me identifico con la fotografía conceptual.

El Internet ha facilitado muchísimas cosas en el plano de la enseñanza de la fotografía. Aplicaciones, tutoriales, páginas y videos son herramientas cada vez más comunes a la hora de estudiar fotografía de manera autodidacta. ¿Qué tan importante es estudiar fotografía en un taller presencial o en una escuela especializada en una época donde la enseñanza pareciera no tener ningún tipo de barreras gracias al Internet?

AD: Estudiar de manera presencial permite una retroalimentación muy amplia que, quizá, haciendo un taller a distancia no puedas obtener. Pero trato con mucha distancia el tema porque jamás he hecho estudios virtualmente. Me gusta la interacción que hay entre profesores y alumnos. Hay detalles que pueden perderse si no se tiene una voz y una figura en frente que te guíen.

Susan Sontag escribió que “las fotografías alteran y amplían nuestras nociones de lo que merece la pena mirar y de lo que tenemos derecho a observar.” ¿Estás de acuerdo con ella? ¿Qué es lo que “merece la pena mirar” en tus fotografías? ¿Tenemos derecho a observarlo todo?

AD: Para observar tenemos que ver y mirar al mismo tiempo; fijamos la vista en algo, percibimos ese algo y, por último, comenzamos a examinar minuciosamente ese objeto, pero todo este proceso (que a veces es de forma natural) no es completado la mayoría de las veces. No siempre tenemos el privilegio de observar todo, para eso hace falta tiempo, confianza, valoración, empatía y conexión con lo que tenemos en frente.

No sé realmente qué es lo que “merece la pena mirar” en mis fotografías. Puedo escribirte mil cosas que considero importantes en cada una de mis tomas, pero en realidad queda de parte de cada persona decidir qué ver en mis fotos. Yo sólo decido la primera parte de lo que quiero mostrar.

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¿Todo puede ser fotografiado?

AD: Sí, totalmente. Hay belleza y asombro en todos lados. Se puede fotografiar cualquier cosa, lo importante es utilizar tu propio lenguaje, dándole sentido y valor a eso que queremos mostrar.

Desde tu punto de vista, ¿sientes que hay alguna conexión entre la fotografía y la literatura?

12240386_858545654259515_8950594836496941097_oAD: Roland Barthes en su libro “La cámara lúcida” habla del momento punctum del pinchazo, donde aquello que está en la fotografía es capaz de salir y darte un pinchazo. Eso mismo pasa con la literatura: nunca sabes cuándo vas a ser sorprendido por las palabras o por una imagen. Ambas van de la mano, siempre hay un trazo continuo.  Entre ellas hay un camino cómplice que nos permite indagar, buscar y luego esperar con ansias algún sobresalto. La palabra nos permite la construcción de un paisaje, de un objeto o de un momento. La fotografía, por su parte, nos lleva a querer habitar esa escena que es mostrada como un lenguaje visual.

Es necesario, para ambas cosas, tiempo, imaginación, amor y paciencia. Entre la creación de un poema o de una imagen puede haber una ruptura, un asombro, un diálogo interno, un apego, desapego o revelación. Todo es un puente que, unido a la realidad, a lo cotidiano, nos permite ir de la imagen a la palabra y viceversa.

¿Qué peso tienen las redes sociales en tu trabajo más allá de la autopromoción?

AD: Las redes sociales son el medio de difusión de mi trabajo. Sin ellas, quizá, hubiese sido más difícil que mis fotos llegaran a tantas personas. Además, gracias a ellas he conocido a gente que admiro muchísimo.

Hace poco tuve la oportunidad de estar en un rodaje como foto-fija y me contactaron gracias a las fotos que yo publico en mis redes. No imagino mi trabajo sin ellas.

Más allá de la autopromoción, existe una retroalimentación en cada plataforma. Así como yo comparto y publico información, al mismo tiempo hay otras personas haciendo lo mismo. Todo lo que comparto es porque considero que puede ser fructífero para los demás.

A su vez, creo que estamos tan saturados de información que a veces no la internalizamos como debería ser. Estamos en una época donde constantemente somos bombardeados de publicaciones y hay que saber qué nos aporta y qué debemos desechar. Hay que ser críticos en las redes sociales.

¿Cómo ves tu trabajo en un par de años? ¿Te gustaría exponer tu trabajo? ¿Crees que cambie tu manera de apreciar el entorno?

AD: No sé el rumbo que pueda tomar mi trabajo en unos años, pero sí sé que me gustaría ver mis fotos en una galería reconocida y en otros países. Desde hace unos meses he pensado en una exposición fotográfica pero considero que aún no es el momento.

Mi manera de apreciar el entorno va a depender de la situación en que me encuentre. No es lo mismo hacer fotos en una ciudad donde el temor nos invade y pensamos unas cuantas veces antes de sacar la cámara, a estar por las calles de Europa, o estar en África donde la pobreza abunda, por ejemplo. Hay lugares que me hacen ser más sensible y otros que me vuelven fría. El entorno moldea mi lenguaje, mis ideas y, por tanto, mis fotografías.

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P.E. Rodríguez: “El fin del mundo no ocurrió, pero igual quedamos rotos”; por Oriette D’Angelo

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Fundación para la Cultura Urbana

Fundación para la Cultura Urbana

P.E. Rodríguez escribe sobre la soledad, o al menos ese es uno de los temas recurrentes de su obra hasta ahora. En sus libros aparece de forma recurrente la imagen de un hombre buscándole sentido a la vida, bien sea gracias a las cosas que ama o gracias a las cosas que extraña. La observación es el punto de partida para la construcción de su voz literaria, donde a menudo se presentan personajes que se cuestionan el sentido de sus acciones u omisiones. Su primer libro publicado es Oficio de lectores: textos de detectivismo literario y especulaciones narrativas (Fundación para la Cultura Urbana, 2008). En él, el autor discurre por múltiples pasajes literarios, citas y reflexiones en torno a la ciudad, la lectura y la imaginación. Con una prosa afilada, nos cuestiona el oficio de la lectura y la interpretación de los textos a través de sus propias reflexiones, reflexiones que no son presentadas como dogmas sino como meros ejercicios especulativos, tal como lo asoma el título del libro. Más adelante, publicó su primer libro de relatos El silencioso vuelo de los peces (Editorial Equinoccio, 2009), compuesto en su mayoría por personajes atormentados cuyo foco principal es uno: las mujeres, a menudo con actitud pasiva dentro del libro. Por otro lado, su más reciente poemario Antiguas postales del fin del mundo (Editorial Equinoccio, 2015), cuenta la llegada del fin del mundo desde la perspectiva de un hombre que empieza a observar los cambios que se están suscitando. La nostalgia, la quietud y el desencanto son parte de los temas que se exploran en este grandioso libro.

Pero, ¿quién es P.E. Rodríguez?

portada 1.AINació en Maracay en el año 1974. Es psicólogo clínico egresado de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y Doctor en psicología por la Universidad Central de Venezuela (UCV). También se desempeña como profesor en la Escuela de Psicología de la UCAB. En el año 2008 obtuvo el Premio Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana con el libro Oficio de lectores: textos de detectivismo literario y especulaciones narrativas. Más adelante, en el año 2012, ganó el Concurso de Poesía José Barroeta de la IX Bienal de Literatura Mariano Picón-Salas con el libro La fugaz caligrafía del resplandor. En el año 2009, la editorial Equinoccio publicó su libro de relatos El silencioso vuelo de los peces. Por último, en el año 2015, se publicó su libro Antiguas postales del fin del mundo, libro ganador del II Premio Equinoccio de Poesía Eugenio Montejo en el año 2013 y que sorprendió por “su dicción narrativa sosegada y su tono memorioso, conversacional e irónico”, según palabras del jurado que premió el libro.

En esta entrevista exploraremos un poco más sobre su trabajo en el campo de la psicología, sobre los libros que ha escrito y sobre su propio trabajo creativo.

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En tu libro Oficio de lectores: textos de detectivismo literario y especulaciones narrativas publicado en el 2008 por la Fundación para la Cultura Urbana escribes lo siguiente: “Soy un lector sensible, no un teórico”. ¿Son entonces los teóricos lectores insensibles?

Imagen 1P.E. Rodríguez: Escribí Oficio de Lectores (que es, según me parece, una larga y diversa reflexión sobre la lectura y la escritura) pensando que no tenía ninguna formación literaria formal. Apenas había leído algunos libros maravillosos de Northrop Frye, de Tzvetan Tódorov, de Harold Bloom, de algunos semiólogos, pero estaba muy lejos de una visión de la crítica o la teoría literaria. Por eso dije eso. Intentaba excusarme. Era como querer decir que, siendo un devoto de la literatura había pensando, valiese lo que valiese, algo al respecto, pero los sistemas teóricos con los que otros abordaban esos asuntos era algo que respetaba, pero que no me pertenecía y por lo tanto no me correspondía opinar sobre ellos.  Por lo demás, la sensibilidad de los teóricos de cualquier tipo, así como su amor por la naturaleza y el pago de los impuestos, es algo que en ese libro siempre estuvo lejos de cualquier duda. Faltaba más.

En una entrevista en el 2008 afirmaste que la psicología te la tomabas muy en serio y la literatura, en cambio, te la tomabas con mucha responsabilidad. ¿A qué te referías? Por otra parte, ¿cuándo comenzó tu interés hacia la literatura como una responsabilidad?

PER: Sé a qué entrevista te refieres. No recuerdo la conversación, pero sí recuerdo que la disfruté, que a la simpática periodista se le quedó el grabador (tuvo que saltar una pared para salir de su casa, pues se había quedado sin llaves y no pudo regresar a buscarlo, según me explicó); en mi caso era mi primer libro y, por la misma razón, la primera entrevista que realizaba sobre un libro escrito por mí, de modo que ambos estábamos quizá algo confundidos: yo hablaba rápido, ella apuntaba a toda prisa. Cuando leí la entrevista fue como leer lo que pudo haber contado mi doble y no yo. De modo que, por todo eso, no tengo ni idea de qué quise decir con esa frase de tomarme en serio la psicología y la literatura con responsabilidad. Ni siquiera sé si la dije realmente. Igual me gusta y me gustaría haberla dicho, aunque no sé exactamente lo que significaría para mí entonces. Hoy, años después, me gustaría que significase esto: hacer psicología es un trabajo, una profesión, una forma de ganarse la vida, como tantas otras. Hacer literatura (la literatura que me gusta hacer y leer, aquella que va más allá de la mera actividad literaria) es mucho más que un trabajo, algo que supera un mero acto cotidiano, igual que contemplar el atardecer, aunque ocurra a diario, supera el mero hecho de ser pagado por ello. Es algo que en rigor no es preciso hacer para vivir, pero que al hacerlo nos implica, nos compromete de forma plena y quizá nos ayuda a comprendernos a nosotros mismos y al mundo. Como indica el término responsable, es algo ante lo que estamos en la obligación de responder como ejecución.

Eres psicólogo y a la vez profesor de psicología. ¿Llegan a saber tus alumnos que asisten a clases con alguien que también escribe relatos y poesía? De ser así, ¿cómo manifiestas tu pasión literaria desde la docencia?

PER: Hace unos años, Ana Teresa Torres, quien además de una reconocida escritora de ficción también es psicóloga de profesión y una brillante psicoanalista, me dio un valioso consejo. Me dijo que, mientras escribiese, el resto de la vida me preguntarían por la relación que existía entre la psicología y la escritura. Me dijo que lo mejor era que me fuese inventando una respuesta y que quizá con el tiempo terminaría por creérmela. Yo me inventé esta: la psicología y la escritura son discursos que corresponden a universos independientes, a formas propias de conocimiento y métodos de exploración, pero tienen una vinculación en la forma subjetiva como se intenta abordar el lenguaje y la emoción. Eso, a veces, es algo que converso un poco con los alumnos, aunque no es algo en lo que me parezca que sea necesario hacer mayor énfasis, al tiempo que seguramente tampoco sea algo que a muchos les interese.

En distintas semblanzas mencionas el título de un poemario que ganó el Concurso de Poesía José Barroeta en el año 2009 llamado La fugaz caligrafía del resplandor. ¿Qué sucedió con la publicación de este libro?

PER: El premio y la bienal, por lo visto, desaparecieron. O están invernando. Lo más probable es que se quedasen sin recursos en mitad del camino. Aunque debería ser algo extraño, en realidad no lo es: exactamente lo mismo ocurrió con la bienal José Rafael Pocaterra, del Ateneo de Valencia. Alguien me llamó para indicarme que lo había ganado y, luego, desapareció. Así: se esfumó en el aire. Supongo que tuvo algo que ver, en ese caso, con los forcejeos políticos entre gobierno y oposición que ocurrieron entonces en esa ciudad. Como metáfora de la situación política y social es como para llorar, claro, aunque si se le mira con cuidado quizá, en el fondo, también sea un regalo: esa curiosa situación te ofrece (sin saberlo) la oportunidad de volver sobre esos textos y trabajar de nuevo en ellos. En ambos casos, ese al final fue el verdadero premio.

Desde el punto de vista psicológico, ¿consideras que existe alguna técnica para «aprender» a tener creatividad a la hora de escribir?

PER: No, no lo creo. La creatividad es un proceso complejo, que involucra diversas funciones cognitivas superiores, algunas de ellas condicionadas por factores genéticos, por períodos críticos, por experiencias tempranas. Se puede “aprender” a leer buena literatura. Se puede, sin duda, aprender una serie de técnicas y artificios a la hora de escribir. Se puede moldear el gusto, las ideas, los objetivos, y supongo que eso es lo que intentan hacer los talleres literarios. Se puede, también, utilizar la expresión literaria como una forma de comprender a la persona. Se puede trabajar con el significado de lo que dice o, incluso, intervenir el significado de un bloqueo, pero existe (por suerte) algo en la escritura donde solo está el autor y la escritura.

¿Qué significó para ti haber ganado II Premio Equinoccio de Poesía Eugenio Montejo en el año 2013? ¿Es Eugenio Montejo un autor importante para ti?

PER: Montejo es, en efecto, un autor muy importante para mí. Lo he leído con fascinación desde hace años. Junto a un selecto grupo de poetas nacionales es, a mi juicio, una voz de una resonancia inmensa que supera las fronteras de nuestro país y que alcanza la talla de otras voces consagradas internacionalmente, aunque con menos suerte en su difusión. Me alegra que el premio Equinoccio de Poesía lleve su nombre. También me alegra, por cierto, que fuese la misma editorial Equinoccio que dirigió esa maravilla de editor y de persona que fue Carlos Pacheco, a quien perdimos mucho antes de lo que debía ocurrir, quien organizase ese premio.

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Varios escritores nombraron tu poemario Antiguas postales del fin del mundo como uno de sus libros favoritos de 2015. ¿Qué te hace sentir la respuesta que hasta ahora ha tenido tu poemario? ¿Lo esperabas?

PER: Siempre es extraño y maravilloso que otras personas puedan conectarse con algo que escribiste y que, sencillamente, solo podías escribir de la forma en que lo hiciste frente a una pantalla: solo y en silencio. A mí me alegra y me conmueve. Disfruté mucho escribiendo ese libro. Lo único que realmente esperaba era que se publicase. Que pudiese salir al mundo y entablar conversaciones con algún o algunos lectores que eran entonces imaginarios. Eso era lo que esperaba y eso es, de hecho, lo que todavía espero.

Antiguas postales del fin del mundo inicia con estos versos: “En los años noventa,/ poco antes de que se acabase el mundo,/ las páginas culturales de los periódicos/ (las mismas mariposas sucias de Tranströmer)/ nos daban los partes del Apocalipsis”, los cuales nos sitúan en un tiempo específico caracterizado por el auge del multiculturalismo y el avance tecnológico. Inventos como el Internet y la televisión por cable se hicieron populares en esta época. ¿Qué consideras que representa para la cultura literaria el auge de todos estos avances tecnológicos? ¿Qué te motivó a escribir un poemario sobre este desencanto?

PER: Antiguas postales del fin del mundo, como título, intentó ser una ironía. ¿Cómo puedes componer postales sobre algo que se terminó? ¿Sobre algo que nadie verá? La idea que me acompañó durante todo el texto, más allá de la soledad, el sinsentido o la distopía que se atribuyen con razón fue, en realidad, algo sencillo y poderoso: la inmensa y en ocasionesFullSizeRender risible, pero de todos modos influyente discusión que mi generación tuvo sobre eso que se dio en llamar postmodernidad. A la larga el fin del mundo no ocurrió (tal como era razonable esperar, de hecho) pero igual quedamos rotos. Mi libro (el libro que yo escribí, no necesariamente el que un lector puede leer o inventar a su manera), tal como lo veo, entonces lo que hace es hablar del desencanto y la sensibilidad que acompañó a mi generación en su paso a la adultez.

Internet, las telecomunicaciones, todo eso estuvo allí. Todo eso creció allí, al mismo tiempo. Recuerdo, por ejemplo, la ocasión en la que un profesor, durante mis primeros años en el pregrado, me mostró cómo funcionaba el servicio Gopher. Conocí su protocolo semanas o meses antes de la popularización de la Web, tal como la conocemos hoy. Pero recuerdo mucho más la ocasión en la que un librero trotskista y presumiblemente psicótico me explicó cómo debía leer a Marx. Eso fue justo antes de la caída del muro de Berlín, justo el día antes en el que todo el experimento del socialismo real cayó hecho añicos. Hay algo infinitamente irónico en todo eso, si pensamos en lo que han significado todos estos años de un supuesto socialismo del siglo XXI en nuestro país. Hay algo paradójico y muy cínico en que la utopía que se le ofrece a tu generación es, precisamente, la misma que tu generación vio morir cuando descubrió el mundo.

¿Cómo fue el proceso de escritura de Antiguas postales del fin del mundo?

PER: Comenzó siendo un tríptico. Así comencé a trabajar en él. Tres temas o tres largos poemas que se iban desarrollando, como una conversación, y que estarían unidos, como en los trípticos, pero al mismo tiempo diferenciados. Sin embargo, hubo un evento inesperado que lo cambió todo. Justo cuando ya el libro estaba casi listo hice un viaje a Buenos Aires junto a mi esposa y mis dos hijos. Estuvimos casi un mes por allá. Un mes libre, donde lo único que tuve que hacer fue pasear, recorrer lugares y calles, librerías, pensar, dormir. Allí comprendí que el libro era una unidad. Luego, gracias a la observación del jurado, comprendí que tal unidad obedecía al hecho de ser, en realidad, una especie de Bildungsroman. Creo que así más o menos se escribió, aunque tampoco estoy del todo seguro de ello.

Tus libros tienen la característica de incluir epígrafes musicales. Moby, Pink Floyd y Soda Stereo son algunas de las bandas que mencionas. ¿Qué tipo de inspiración encuentras en la música?

El silencioso vuelo de los peces

El silencioso vuelo de los peces

PER: Sí, me gusta hacer eso. Me gustan los epígrafes con letras musicales. Aunque no creo que conozca mucho de ella, la música es algo fascinante. Es también un disparo directo a la emoción. Como los olores, como ciertos tonos de luz. La música se condiciona a determinados estados afectivos y es algo que puede durar en nuestra memoria toda la vida. Esos epígrafes están relacionados con la presencia de la música durante el proceso de la escritura de esos textos. Son un guiño al proceso de su escritura, quizá.

Mantienes el blog Esto tampoco es una pipa donde escribes sobre temas literarios y de psicología social. El último post que publicaste en 2015 es una traducción tuya de dos poemas de Charles Simic. ¿Cuándo comenzaste a traducir poesía? ¿Es algo que haces regularmente?

PER: No, no es algo que hago de forma regular. Pero con Simic pasa algo importante: es improbable que exista un poeta vivo con la fuerza y la brillantez de Simic, sin embargo, es poco, muy poco lo que existe de él en español. Creo que todo el que tenga un libro, un poema de Simic y pueda compartirlo en nuestro idioma debería hacerlo.

¿Te encuentras trabajando en algún otro libro? De ser así, ¿de qué se trata?

PER: En varios. Siempre trabajo en varias cosas a la vez y en diferentes registros genéricos. Ahora bien, me es imposible responder de qué tratan. Yo mismo no lo sé con exactitud. Aunque suelo tener alguna idea de partida, en realidad me entero de qué tratan llegado a cierto punto. Necesito esa incógnita para escribirlos. Si no es así, difícilmente me interesaría hacerlo.

¿Cuáles son tus escritores favoritos? ¿Cuál de todos ellos ha influido en tu obra?

PER: Me gusta pensar que la escritura es siempre la apoteosis de la lectura. Me gusta pensar que lo que escribo o escribiré es, en realidad, una reordenación de lo que he leído: de la vida en diálogo con la literatura. Por eso mi lista es larga, siempre inacabada. Todos han sido importantes en alguna manera, en alguna forma difícil de explicar. Creo que Nabokov ha sido el más importante, pero estoy seguro que Nabokov fue importante porque antes existió Borges y Alejandro Rossi. Porque tuve el privilegio de ser un adolescente que en algún momento se perdió en los laberintos de Borges. Igual podría decir lo mismo de César Vallejo, de Ítalo Calvino a quien leí con fascinación, de James Joyce, de Guillermo Cabrera Infante. Umberto Eco ha sido importante para mí. Cortázar, de quien por lo que veo ahora es una moda frívola denostar, fue un autor importante en una época. Montejo, Gerbasi, Valera Mora, Teresa de la Parra han sido importantes. Alice Munro es brillante y me ha regalado horas maravillosas de lectura y horas magníficas pensando sobre el cuento y su evolución. Lo mismo me ha ocurrido con algunos libros de la fascinante Tony Morrison. J.M. Coetzee abre todo un camino y es una deuda. También Cormac McCarthy y Guillermo Cabrera Infante, siendo tan diferentes, son una deuda. Estoy en deuda con Monterroso (otro injustamente olvidado), con Rulfo, con Octavio Paz y el Carlos Fuentes de Terra Nostra. Soy deudor de Traströmmer, de Wisława Szymborska, de Charles Simic, Derek Walcott. Estoy en deuda con un autor venezolano casi desconocido: Aly Pérez. La obra ensayística de Foster Wallace, Carver, Chejov, Horacio… recientemente estoy comenzando a leer cosas de Mircea Cărtărescu, Erri de Luca y buena parte de la obra de Michael Ondaatje y descubro en ellos cosas fascinantes que me hacen pensar en cosas nuevas que quiero hacer. La lista siempre crece. Por suerte.

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Leer:
Dos poemas de “Antiguas postales del fin del mundo”
de P.E. Rodríguez

 


“Leer para ser felices.” Entrevista a María Alejandra Bello y Melissa Nahmens, fundadoras de Qué Leer; por Oriette D’Angelo

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Foto tomada del website de Qué Leer

15 millones de personas están conectadas a Internet en Venezuela según un artículo publicado el año pasado por CONATEL. Es probable que para el día de hoy, la cifra haya aumentado. A pesar de la cantidad de debates que genera el tema, está comprobado que, en la actualidad, las redes sociales constituyen un peso importante a la hora de difundir literatura. Sin embargo, más que plataformas para ejercer el marketing y la publicidad, estas herramientas sociales han acercado a las comunidades de lectores en todo el mundo y han permitido que la difusión literaria alcance niveles exorbitantes. La información está más cerca de nosotros y no se detiene nunca. Twitter, una de estas plataformas, es la más popular a la hora de difundir contenido literario de forma inmediata. Es una plataforma creada bajo el concepto del microblogging donde la brevedad constituye su principal atractivo. Su versión en español se lanzó en el año 2009 y meses después de su lanzamiento, María Alejandra Bello y Melissa Nahmens decidieron crear el perfil de Twitter de una página de difusión literaria que hoy cuenta con millones de seguidores.

La reseña biográfica que publican en la página de Qué Leer es breve. De María Alejandra Bello se lee lo siguiente: Mamá de Paola, Comunicadora Social, multitasking y lectora compulsiva. (@mabu80). Por otro lado, la reseña de Melissa Nahmens dice: Comunicadora social, productora de televisión, mamá de Isaac Eduardo y dicen que heroína anónima. (@mnahmens). Hay modestia en la brevedad. Así se presentan dos mujeres que manejan un proyecto que cuenta con 1.34 millones de seguidores en Twitter, 26.612 lectores en Facebook y 1.333.861 seguidores en su página web. Es uno de los casos más exitosos en materia de difusión literaria en Venezuela, así que la brevedad en sus reseñas significa una cosa: la necesidad de que sea su proyecto el que hable por ellas.

Este año, Qué Leer cumple 6 años y es por eso que quisimos celebrar con ellas a través de esta entrevista. Este proyecto es una muestra de que el amor a la literatura, el trabajo duro, la visión y la constancia pueden lograr resultados exitosos. ¿Su misión? Acercarnos a la literatura en donde sea que nos encontremos.

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¿Cuál era su vínculo antes de iniciar Qué Leer y cómo tomaron la decisión de comenzar este proyecto?

Qué Leer: Nos unía la amistad y además somos comadres (Melissa es madrina de Paola, la hija de María Alejandra). En 2010, Twitter comenzaba a tener auge en Venezuela y era un “must” abrir una cuenta en esta red social. Luego de tener, cada una, cuentas personales y ver cómo funcionaba la plataforma, decidimos abrir una que se dedicara a hablar de libros. A ambas nos gusta leer y siempre compartíamos nuestras impresiones sobre el libro que estábamos leyendo en el momento. Así que quisimos hacer lo mismo pero a través de 140 caracteres.

La versión en español de Twitter fue lanzada en el mes de noviembre del año 2009. En enero del año 2010, Qué Leer abría su perfil en esta red social. ¿Por qué lanzar un proyecto a través de una red social que tenía pocos años funcionando? ¿Sabían en esa época que Twitter sería una plataforma tan exitosa?

QL: En realidad lo hicimos como un experimento, un “vamos a ver qué pasa” y resultó esto: luego de 6 años seguimos haciendo lo mismo y con más de un millón de seguidores alrededor del mundo leyendo lo que publicamos. ¡Pura felicidad, pues!

¿Qué fue lo primero que publicaron en Twitter desde la cuenta de Qué Leer?

QL: Publicamos: Bienvenidos… Esperamos que este grupo sea una canal para compartir experiencias maravillosas sobre le mágico mundo de la literatura… El 7 de enero de 2010 a las 8:45 pm. Hasta tuvimos un error ortográfico…ups!

Su lema principal es “Literatura para no literatos”. ¿Qué significaba esto para ustedes al momento del lanzamiento de la plataforma? ¿Sigue significando lo mismo hoy a pesar del alcance literario que ha tenido el proyecto?


QL:
Qué Leer es de dos lectoras que compran libros, los leen y comentan qué les pareció. Nuestro juicio de valor no pretende ser riguroso en cuanto al texto o a la diagramación de la historia como sí puede serlo el de un crítico literario o hasta un mismo escritor. Eso se los dejamos a ellos. Nosotras simplemente disfrutamos un libro por su historia, por los personajes que nos atrapan, porque lloramos o reímos, porque no pudimos dejar de leer el libro anoche y nos trasnochamos. Eso es “literatura para no literatos”, lectores que disfrutan de una buena lectura o que dejaron un libro por la mitad porque simplemente no le gustó.

Reconocemos que hemos aprendido a leer. Qué Leer nos ha enseñado autores que no conocíamos, a escoger mejores historias, a conocer a un escritor y querer leerlo. Eso lo transmitimos en nuestras recomendaciones en los diferentes medios de comunicación donde colaboramos y en Twitter donde a diario nos preguntan: ¿Qué podemos leer?

Todo el contenido de la página de Qué Leer está relacionado con literatura y no hay publicidad de ningún tipo. Este tema es importante en materia de blogs y páginas webs, ya que en algunos casos la publicidad se considera molesta, poco atractiva y, en algunos casos, injusta para los colaboradores que prestan trabajo gratuito. ¿Cuál es su posición con respecto a la publicidad? ¿Han rechazado compartir contenido poco relevante para la página?

QL: Qué Leer pasó de ser un hobby a ser un verdadero trabajo, o más bien una pasión a la cual le dedicamos parte de nuestro día y que, de alguna manera, se debe sustentar económicamente. Trabajamos con empresas que se vinculan con nuestra área para así lograr que esa publicidad no sea invasiva y molesta para los lectores. Igualmente, si el trabajo no nos gusta no lo promocionamos. Nos hemos planteado una línea editorial rigurosa, el público cree en nuestras recomendaciones y eso debemos respetarlo y cuidarlo. Así que somos cuidadosas a la hora de trabajar en alguna promoción con algún producto o empresa para no traicionar a nuestros seguidores y lectores.

¿Qué es lo peor que les ha ocurrido en estos 6 años de actividad? ¿Alguna anécdota que hoy todavía recuerden y que no haya sido del todo agradable?

QL: ¿Algo que sea muy terrible? No. A diario hay muchas insatisfacciones de parte de nuestros seguidores, son duros y si uno se equivoca están ahí para recordártelo. Pero recordamos que cuando llegamos a los 100.000 seguidores obsequiamos un Kindle. Se generó una polémica por el ganador y varios seguidores nos dijeron que había fraude. Hoy nos reímos. En ese momento fue un ejercicio para mantener la calma, la cordura y aprender a manejar la situación.

Y, en contraposición, ¿qué es lo mejor que les ha ocurrido en estos 6 años?

QL: Cosas maravillosas como entrevistar autores como Alberto Barrera Tyzska, Juan Gabriel Vásquez y María Dueñas. Haber sido invitadas a la Feria del Libro de Argentina y conocer a Paul Auster, Arturo Pérez Reverte, Quino (y hasta entrevistarlo), conocer a Rafael Cadenas y saludarlo en los eventos literarios. También han pasado cosas menos famosas pero no menos importantes, como que te digan “gracias a Qué Leer vine a este evento literario” o entregarle un libro al ganador de un concurso y saber que tiene 15 años y que le encanta leer. Esas cosas no tienen precio.

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Melissa Nahmens, Juan Gabriel Vásquez y María Alejandra Bello en Caracas. Foto tomada de su Instagram.

La constancia es una de las características de su éxito. ¿Cómo distribuyen su tiempo para atender a esta gran comunidad de seguidores?

QL: Bueno, si nos ven… jeje. Ambas somos mamás y compartimos nuestros tiempo con otros trabajos. Melissa trabaja como productora en Venevisión y María Alejandra maneja otras redes sociales. Así que nos organizamos por tareas y Whatsapp es nuestra sala de reunión diaria para tomar decisiones en el momento.

¿Consideran que navegar por Internet es una pérdida de tiempo? ¿Qué hábitos creen que se han perdido tras el éxito de las redes sociales? ¿Se lee más o se lee menos?

QL: Internet es una herramienta indispensable en esta época. Saber administrar el tiempo navegando es la clave. Para Qué Leer, Internet es necesario. Sin eso no existiríamos, así que lo importante es el tiempo y la calidad de lo que uses o leas aquí. Nuestra experiencia indica que sí se lee y que nuestro trabajo de hormiguita debe ser continuo y así, desde nuestro espacio, poder darle herramientas a nuestros seguidores y lectores para impulsar el hábito de la lectura.

Además de Qué Leer, ¿trabajan en algún otro proyecto? ¿Qué hacen cuando no están trabajando en la página y en sus redes?

QL: Ser mamás, esposas y leer. Leer para despejarnos del día a día, leer para educar a nuestros hijos con el ejemplo, leer para ser felices.

¿Cómo se ven de aquí a 6 años? ¿Han pensado en la posibilidad de convertir a Qué Leer en una revista de circulación física?

QL: Siempre hemos tenido esa posibilidad abierta. El tema de la crisis de papel en el país ha pospuesto ese plan, pero estamos seguras que el momento adecuado llegará y lo haremos.

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Elena Medel: “Escribes en soledad, pero no escribes en soledad: te enfrentas al poema con tu tradición a cuestas”; por Oriette D’Angelo

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Imagen obtenida aquí

Visitar una casa y observar cada uno de los pilares que la componen. Observar la ruina, la pureza. Darle nombre al fracaso y hacerlo bello. Sentir miedo. Hacer figuras imaginarias sobre la pintura fresca. Construir a nuestro antojo un balcón que ofrezca lo que somos, como una declaración de guerra. Disfrutar de la quietud de no saberse, nombrarse en el duelo, dolerse al cerrar los párpados. Pensar en casas que son mentira, hogares que son verdad. Desarmarlos para contar las vigas, el hierro, sentir el frío del metal. Presentarse al mundo así, completo, declarando la supervivencia desde el destrozo. Así es la poesía de Elena Medel, escritora capaz de darle nombre a una generación y que ha empezado a construir una tradición importante no sólo en España sino también en el resto del mundo.

Nació en 1985 en la ciudad de Córdoba en España. Ha publicado los poemarios Mi primer bikini (DVD, 2002), Tara (DVD, 2006) y Chatterton (XXVI Premio Fundación Loewe a la Creación Joven; Visor, 2014). También ha publicado los cuadernos Vacaciones (El Gaviero, 2004) y Un soplo en el corazón (4 de Agosto, 2007). Recientemente publicó Un día negro en una casa de mentira (Visor, 2015), un volumen que incluye todos sus libros publicados hasta ahora y que también incluye poemas dispersos e inéditos. En el año 2015, publicó el ensayo El mundo mago. Cómo vivir con Antonio Machado (Ariel, 2015). Es editora del sello de poesía La Bella Varsovia, casa editorial encargada de publicar la obra de grandes escritores jóvenes como Berta García Faet, Luna Miguel, Alberto Acerete, Gabriela Wiener, entre otros.

Un día negro en una casa de mentira (Visor, 2015), nos ofrece la oportunidad de leer su obra reunida hasta la fecha. Pudiera pensarse que es algo apresurado para su corta edad el hecho de que su obra se reúna en un solo volumen, pero leer todos sus libros en una sola publicación ofrece un panorama importante: podemos observar su evolución estética de forma más clara.

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Publicaste tu primer poemario (Mi primer bikini) cuando tenías 17 años. Es un libro donde prevalece una voz juvenil pero se avista una precoz consciencia del lenguaje. No hay poemas viscerales, sino muy bien construidos y trabajados, contrario a lo que ocurre comúnmente con los poemarios publicados en la adolescencia. ¿Cómo te sientes, 14 años después, con respecto a este libro?

Elena Medel: Releí Mi primer bikini hace algo más de un año, cuando preparaba Un día negro en una casa de mentira. El libro se ha reeditado varias veces, y en todas ellas he corregido detalles: eliminé poemas e incorporé otros textos escritos en esa época, reescribí versos, ajusté ritmos… También sucedió así en esta ocasión, pero me sorprendió —por la lectura más demorada— que muchas actitudes que se han mantenido y desarrollado en mis libros posteriores latían ya en Mi primer bikini, de manera muy primitiva, por cosa de intuición: la elección del poema extenso y narrativo como forma predominante, la tensión entre los extremos del lenguaje, la voz femenina sin ambages. Se trata de un libro muy irregular, con algún poema —creo— que merece la pena, y con otros muchos que no. Con el tiempo ha ganado la extrañeza: la sensación de que los textos pertenecen a otra.

En tu libro Tara hay poemas mucho más largos y descriptivos con respecto a tu trabajo anterior. La madurez del lenguaje parece estar dada por la forma en que abarcas el tema de la aceptación de la muerte. En él, los poemas son ritos que se erigen ante la pérdida. ¿Escribir poesía fue una forma efectiva de superar el duelo? ¿Qué significa para ti, en general, el acto poético?

EM: En los primeros poemas de Tara, o al menos en los poemas de su origen, quise reflexionar sobreTara_cover el proceso de nuestra construcción: los motivos por los que somos. Partí de mi propia experiencia, la de una mujer criada por y entre mujeres —mi abuela, mi tía abuela, mi madre, mi hermana—, para ahondar en una doble sensación: la de la influencia del matriarcado en mis actitudes y en mis experiencias, y la de la forma en la que el contacto con los otros —no sé si es la palabra— nos moldea. Mi abuela, la mujer que me crió, y que protagoniza todos mis recuerdos de infancia, falleció en pleno proceso de escritura. En ese punto el libro añadió otros matices: los poemas se transformaban en homenaje y en recuerdo, desde la capa más autobiográfica de la escritura, y reflexión quizá no sobre quien muere, no sobre «lo que se pierde», sino —llevando la contraria a Machado— acerca de quien permanece tras la pérdida, en la veta más ajena a la vida propia.

Dicho lo cual: no concibo la escritura de Tara como una herramienta terapéutica, igual que no concibo la escritura como desahogo o ejercicio de autoconocimiento, aunque mi propia poesía beba —no sé hasta qué punto— de mis propias circunstancias. Todos los poemas arrancan desde una experiencia, por supuesto, pero me parece que la escritura se genera en ese proceso de transformación en el que un hecho particular se convierte —por así decirlo— en el hecho común que late en el texto literario. Para comenzar a escribir “Una plegaria por las mujeres solteras”, uno de los poemas de Chatterton, partí de una extraña relación sentimental que se apagaba por entonces. Sin embargo, ¿qué interesa ese hecho, más allá de a mí y a él? La escritura es el proceso que transforma lo personal en lo común.

No sé si tiene que ver, pero pienso en una de mis escritoras favoritas, Annie Ernaux. Ernaux parte siempre de su propia experiencia para desencadenar la narración: el aborto, la muerte del padre, la relación con un hombre casado, la nueva relación del hombre al que se amó. Sin embargo, sus libros no tratan sobre su aborto, la muerte de su padre, su relación con un hombre casado o su nueva relación del hombre al que se amó: abarcan más allá, recurren a la vida como excusa. A eso me refería con la función de la escritura para trascender desde la propia circunstancia a la circunstancia común, aquella que permite el diálogo con el lector. El lugar, el libro de Ernaux que yo prefiero, parte de su experiencia con su padre —con la muerte como elemento catalizador— para reflexionar sobre el choque generacional, en este caso, entre una generación de campesinos hechos a sí mismos, y la generación posterior, la de los hijos que acceden a la universidad y ascienden del proletariado de sus orígenes a la burguesía. El lugar trata sobre nuestro sitio: sobre nuestra clase social. Aunque hable sobre padres que mueren e hijas que ajustan cuentas.

En cuanto a la extensión de los poemas, quizá guarde alguna relación con mi interés por otros géneros. De hecho, yo comencé escribiendo relatos, y he simultaneado siempre la prosa con la poesía: no se trata tanto de que no sepa en qué género fructificará una idea —a mí no me ocurre—, como que me gusta confiar en la poesía más como mirada que como clasificación de la filología. Pienso en fragmentos de la narrativa de Rosa Chacel que, exentos, haciendo trampa —y haciendo la prueba—, se leen como poemas en prosa. Eso busco al escribir un cuento, o una novela, o un ensayo, o un artículo, o etcétera, y cada vez lo busco con mayor intensidad al escribir un poema.

Un día negro en una casa de mentira incluye tres poemas de un libro en preparación. Estos tres poemas asoman la idea de un poemario que tratará sobre el daño. ¿Qué otro adelanto puedes ofrecernos sobre este libro?

EM: Cuando entregué Un día negro en una casa de mentira —a principios de 2015—, esos tres poemas sí que formaban parte de un proyecto más o menos firme que arrastraba desde los últimos poemas de Chatterton. Sin embargo, hoy no lo tengo tan claro: en el último año apenas he tomado notas para poemas, o al menos para poemas vinculados a ese proyecto. En todo caso, me ocurrió con los libros anteriores: entrego, me entusiasmo con otra idea, termino dejándola pasar.

9788498958997_l38_04_hJusto anoche chateaba con un amigo poeta y traductor, cuya obra admiro muchísimo, y que para mí es un ejemplo de rigor. Hablábamos sobre esto. Él me contaba que tiene ideas, toma notas… pero que no siente la prisa de la escritura, y no le apena. Yo tampoco. Entre Mi primer bikini y Tara tardé cuatro años —cinco en realidad, porque Mi primer bikini se publicó casi un año después de terminar de escribirlo—, y entre Tara y Chatterton siete u ocho años. A mí no me importa invertir ocho, diez o doce años en escribir un libro de poemas. La escritura comprende el mismo acto de sentarse y teclear, pero para mí también significa lectura, reflexión, investigación, búsqueda… y corrección, y descarte, por supuesto. La escritura necesita tiempo y calma. Como no tengo claro qué quiero hacer, o desde luego tengo claro que no me atrae demasiado aquella idea inicial, me interesan más otros proyectos vinculados a la investigación o a la prosa.

¿Consideras que fue arriesgado publicar un libro con toda tu obra reunida hasta la fecha?

EM: No estaba muy segura y todavía hoy no sé si me convence la idea. De hecho, yo misma no lo califico de «poesía reunida» —la expresión no figura en todo el volumen, apenas el subtítulo con las fechas cuyo contenido abarca, y carece de prólogo o cualquier aparato crítico—, pero todos mis libros anteriores a Chatterton estaban agotados o descatalogados. A algunos lectores les interesaba acceder a ellos, y ningún sello quería asumir su publicación título a título, así que acepté la propuesta de editarlos en conjunto. Con el tiempo, creo que en cierto modo reflejan —e incluso cierran; no sé qué ocurrirá— una etapa de escritura.

En el año 2015 creaste un blog para recopilar poemas de cien poetas olvidadas del siglo XX. El anuncio de tu proyecto se hizo después de las declaraciones de Chus Visor donde afirmaba que “la poesía femenina en España no está a la altura de la masculina”. ¿La idea de este proyecto de recopilación surgió antes de estas declaraciones o fue una reacción para contradecir esta “certeza” de Chus Visor? ¿Por qué debemos leer hoy a esas autoras que en su época fueron olvidadas?

EM: Hace años —casi desde que empecé a escribir, en mi adolescencia— que me interesa conocer qué escribieron las autoras que me precedieron, ahondando en los nombres más conocidos y —sobre todo— visibilizando a aquellas olvidadas; construir una genealogía propia, en resumen. Me gusta el término inglés, herstory. Cuando empecé a leer poesía más allá de los clásicos, mi búsqueda de mujeres me dirigía a unos pocos nombres fijos en español —Rosalía de Castro o Gloria Fuertes, y Alejandra Pizarnik si me asomaba a Latinoamérica— y unas cuantas poetas en inglés traducidas. Las antologías de las generaciones del 27 o del 50, de los Novísimos, obviaban a las mujeres. Yo entendía que algo fallaba, que no resultaba posible; que me tocaba buscar referentes por mi cuenta. Desde entonces he comprado libros, he visitado archivos y bibliotecas, he preguntado… Al leer las declaraciones de Chus Visor, me pareció que la forma más lógica de responder era hacerlo con poemas de esas autoras a las que él obviaba. Por eso armé el blog, y por eso intenté adelantar la publicación de la antología, que ya tenía prevista para primavera de 2016 en La Bella Varsovia. No me ha resultado posible por la locura de gestionar los derechos de cien autoras, y porque cada día me encuentro con un nuevo nombre de interés, que merece formar parte de la selección. En todo caso, el proyecto surge antes, y no “a la contra” o “en contra de”, sino “a propósito”. Quiero dejar esto muy claro.

¿Por qué debemos leer a estas autoras? De una manera evidente, por los mismos motivos que nos empujan a leer a sus coetáneos: por su calidad, y qué curioso que en el caso de las mujeres debamos resaltarla, y sobre la de los hombres jamás se duda. No ha existido ninguna mujer en el siglo XX a la altura de Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez o Federico García Lorca, pero es que la mujer española del siglo XX no ha gozado de un acceso igual a la cultura y a la educación hasta mucho después que los hombres, y todavía hoy la capacidad de difusión de sus obras —acceso a editoriales, premios, antologías, suplementos, etcétera— es muy inferior. Si Lucía Sánchez Saornil hubiese escrito con las circunstancias vitales de Luis Cernuda, ¿habría permanecido inédita durante toda su vida? Si no se hubiese visto obligada a trabajar desde adolescente para mantener a su familia, impidiéndole continuar estudiando; si hubiese podido desarrollar una carrera académica, exiliándose con un puesto en una universidad extranjera, y no regresando a España para trabajar como costurera, intentando ocultar su pasado de militancia en el anarquismo y el feminismo… ¿Tendríamos una Machado, una Juan Ramón o una Lorca de haber gozado de las mismas oportunidades? Desde luego. Se trata de una labor de investigación hermosa, porque me brinda la oportunidad de acceder a textos valiosísimos, de verdad, y al mismo tiempo de una investigación muy triste. Mujeres de talento auténtico, de verdad, que dejan de escribir o de publicar —¡o desaparecen!— cuando su obra empieza a crecer; mujeres que escribieron buenos libros y consiguieron logros importantes, y de las que resulta imposible incluso encontrar la fecha de su muerte…

Debemos leerlas, también, porque nos permiten entendernos a nosotros mismos, y a nosotras mismas. Mi concepto de la poesía se tambaleó cuando descubrí a Blanca Andreu y Luisa Castro en la antología Las diosas blancas, pero me pregunto qué me habría sucedido de acceder con catorce años, y no con treinta, a la obra de Alfonsa de la Torre, que en la década de los cincuenta —treinta años antes que ellas— revisita la escritura surrealista, la enfrenta con la tradición hispánica —con la mística, sobre todo—, y recurre a ella para dar la vuelta a los tópicos sobre la identidad femenina, sobre lo que se espera de nosotras y sobre la forma en la que nosotras respondemos. En España nos entusiasma Alejandra Pizarnik, de manera evidente por la altura de su obra, y también por el elemento mitómano de su muerte trágica, pero desconocemos a Paloma Palao, coetánea suya, con un discurso no muy diferente, y una biografía atractivísima. Para un lector —o para una lectora— al que le interese Pizarnik, Paloma Palao tiene que ser una parada fundamental en su itinerario poético. Para alguien a quien le interesen Plath o Sexton, o incluso quizá más Bishop por su juego de imágenes, o Marosa di Giorgio, Alfonsa de la Torre es un descubrimiento necesario. Las poetas de la generación del medio siglo, cuyas antologías las integran hombres casi en exclusiva, y que para mí representó el primer estallido de mujeres con una obra potente, en calidad similar a la de los hombres, y hoy silenciadas. No he mencionado aún a Ángela Figuera Aymerich, para mí la gran poeta española del siglo XX; cuando gané el Premio Loewe Joven, el jurado se refirió a los poetas sociales alemanes para encuadrar mi libro, ¡pero yo se lo debía todo a Ángela Figuera Aymerich y Belleza cruel! Y podría seguir con muchas autoras, con muchísimas autoras. Escribes en soledad, pero no escribes en soledad: te enfrentas al poema con tu tradición a cuestas. Y tu tradición no se compone únicamente de nombres masculinos ratificados por el canon, sino de otras obras que se desarrollaron en los márgenes, o que el tiempo ha orillado.

Regresando a las declaraciones de Visor, ocurre algo: por un editor habla su catálogo. Visor no publica a menos mujeres que Pre-Textos o Hiperión —que ejerció un papel importante en los ochenta y en los noventa, pero parece haber perdido el interés en las autoras—, por mencionar a otras dos editoriales españolas con una trayectoria de décadas, y cuyos editores no han reflexionado en entrevistas sobre la obra y la calidad de las poetas del siglo XX, pero sí han “opinado” sobre ella en su catálogo reciente. He perdido la cuenta de los meses que hace desde que Pre-Textos, por ejemplo, no publica a poetas españolas ya no con regularidad, sino como sorpresa puntual: algunas traducciones, algunas autoras latinoamericanas, y ya. No me parece justo focalizar el problema en una sola figura —por muy erróneas e injustas que fuesen sus declaraciones—, ya que se trata de una situación general. Existe un problema: ya que ha surgido la oportunidad, profundicemos en él para intentar atajarlo.

Fotografía de Mahala Marcet

Fotografía de Mahala Marcet

¿Crees que en la actualidad siga existiendo una desigualdad con respecto a las publicaciones de libros escritos por mujeres? ¿Qué sucede, por ejemplo, con los premios literarios? ¿Es posible que un panel de jurados dominado por hombres deseche deliberadamente manuscritos donde se aviste una voz femenina?

EM: He formado parte de jurados formados mayoritariamente por mujeres que premiaron a libros escritos por hombres —ocurrió en la última edición del Premio de Poesía Joven “Pablo García Baena”, que convoca y publica mi editorial—, pero no recuerdo haber formado parte de jurados formados mayoritariamente por hombres —yo ejercía de cuota, para variar— que premiaran a libros escritos por mujeres. El jurado del Premio de Poesía “Nicanor Parra”, que impulsa La Isla de Siltolá, lo ganó una mujer —Itziar Mínguez Arnáiz—, pero era paritario. Yo respeto más a un jurado con sensibilidades diversas; esto incluye a hombres y a mujeres, y a lectores que valoren expresiones distintas. En deliberaciones he escuchado cómo definían a un libro como «menor» porque recurría a la maternidad como uno de sus ejes, o se perdonaba la vida a una autora cuyo libro —con una voz consciente y radicalmente femenina— se tachaba de «simpático». No me imagino a los miembros de un jurado reuniéndose antes de fallar el premio para acordar el ninguneo a una autora, pero sí creo que se necesita una sensibilidad abierta —como decía— a discursos diferentes, ya sea por su sexo o por su elección estética.

No me he parado a contar, pero en el catálogo de La Bella Varsovia la presencia de autoras es fortísima, y de una forma muy natural. Supongo que tiene que ver con mi propia conciencia: como lectora me interesa lo que escriben las mujeres, luego como editora me interesa lo que escriben las mujeres. Los principales editores de poesía en España han sido y son hombres —eso sí: a mí me gustaría, en algún momento, trazar una genealogía que empieza en Concha Méndez, sigue con Concha Lagos y Ágora en la posguerra, desemboca en Luzmaría Jiménez Faro y su espléndido trabajo de memoria en Torremozas—, entiendo que con un discurso más o menos fijo y más o menos cerrado. Por fortuna, existen ciertas islas: primero Ana Santos —y luego Luna Miguel— en El Gaviero, ahora María Sotomayor en Harpo y Nuria Ruiz de Viñaspre en Eme… Con catálogos, de nuevo, abiertos a la escritura de mujeres. En todo caso, la desigualdad existe: en los catálogos de las editoriales, en los palmareses de los premios, en las nóminas de las antologías… Me atrevería a decir que también en el canon establecido desde la academia, pero existen muchas investigadoras comprometidas, luchando por cambiarlo.

No sé si tiene algo que ver, pero esta semana recibí en la página  de Facebook de mi editorial el mensaje de un chico que preguntaba por «el editor» de La Bella Varsovia. A mí me preocupa que alguien joven, en pleno siglo XXI, conciba por norma que la persona que decide en una editorial sea un hombre, y no una mujer. Esta situación no se debe a una decisión concreta, sino a algo mucho más profundo: los prejuicios que nos instalan la educación y la costumbre.

Eres fundadora y editora de La Bella Varsovia, sello que surgió oficialmente en el año 2004. Leí en un artículo que, en principio, este sello nació para promocionar la obra de autores cordobeses. Sin embargo, el catálogo hasta la fecha ha expandido sus horizontes y cuenta con publicaciones de autores de México y Perú. ¿Qué hizo que la editorial expandiera sus horizontes con respecto a los autores que buscaba publicar?

EM: No exactamente. La editorial surgió en Córdoba, y por tanto —por cercanía, casi por comodidad— los autores que protagonizaron los primeros lanzamientos también vivían y escribían allí. Esa intención de trabajar en el ámbito local, dinamizándolo, marcó a la mayoría de las editoriales de 734975_476553772381219_2072710531_npoesía que nacimos a mediados de la pasada década: 4 de Agosto en Logroño, expandidos a toda La Rioja; Eclipsados en Zaragoza de forma concreta, y en general en todoAragón; El Gaviero en Almería; y Cangrejo Pistolero en Sevilla. Seguro que existieron más, y que se me escapan; mil disculpas. Sin embargo, aunque ese contacto con los autores de Córdoba se ha mantenido —aunque la sede de la editorial se ha trasladado a Madrid—, el catálogo se abrió muy pronto a escritores de otras ciudades. Si no me equivoco, en 2005 se publica Las flores de alcohol, de la madrileña Sofía Rhei, apenas un año después de su fundación.

La editorial vive un proceso de crecimiento desde hace dos años: desde entonces ha aumentado su presencia en librerías, en medios de comunicación… Se ha profesionalizado, por así decirlo; de hecho, desde hace algunos meses me dedico a ella en exclusiva, con colaboradores en edición (Alberto Acerete) y diseño (Cristián Tena). En 2016 incorporaré al catálogo traducciones, crecerá el número de libros publicados y nacerá —ya en otoño— una nueva colección, a la que se sumarán otras dos el año siguiente: siempre con la poesía como eje, pero ampliando campo y miras. Te decía antes que por un editor habla su catálogo; que concederás muchas entrevistas, pero el mensaje más claro que puedes lanzar sobre tus intenciones al publicar son —de forma evidente— los libros que publicas. En este sentido, que La Bella Varsovia haya editado a poetas de Cuba, México y Perú —y Argentina y Perú este año— tiene que ver con mi propio interés por la poesía latinoamericana. Cada vez que viajo a Latinoamérica regreso con un montón de libros, sigo con atención blogs y revistas digitales… Ojalá en algún momento los libros de La Bella Varsovia puedan distribuirse allí. Por no mencionar a los autores de referencia, por supuesto. En mi formación como escritora no puedo omitir a Juana Bignozzi, a María Mercedes Carranza, a Marosa di Giorgio, a Idea Vilariño, o a hallazgos más recientes como los de Diana Bellessi, Circe Maia o Malú Urriola, por mencionar a unas pocas poetas.

¿Por qué no es buena idea “confundir la labor editorial con la creación propia”? ¿Algún consejo para alguien que quiera iniciar una editorial independiente?

EM: Como editora tengo que “vender” todos y cada uno de los libros que publico. Después de “vender” la editorial al autor y al ilustrador, para que cedan su texto o su imagen, y después de “vender” la editorial al distribuidor, me toca “vender” el libro a los lectores, a los comerciales, a los libreros, a los críticos y a los periodistas. No sé si me dejo a alguien. En definitiva: tengo que creer en el libro, y transmitir los motivos por los que creo en él. Cuando he publicado un libro en el que no creía, o en el que no creía tanto, el libro no ha funcionado: quien está al otro lado lo percibe. A mí me sonaría extraño llamar a un medio para contar que he publicado un libro estupendo… escrito por mí misma, o escribir a un librero para que coloque mi libro en la mesa de novedades. La escritura de un libro exige tanta dedicación que prefiero que la labor de edición —muy ardua, y que yo comprendo al modo anglosajón: una edición de papel y lápiz, con sugerencias al autor, dialogando con él para obtener el mejor resultado posible— la asuma otra persona. Como escritora necesito esa mirada externa. Ahora: si terminase un libro de poemas, y no encontrara editor, y no me apeteciera presentarme a un premio, sí que me plantearía publicarme en La Bella Varsovia.

Salvo algún curso de manera puntual, mi formación como editora es autodidacta, a base de muchos errores y muchas preguntas a los amigos que también editaban; en paralelo, he hecho bastantes cursos de diseño y maquetación, o de comunicación y redes sociales, porque entiendo que me facilitan la vida al asumir ciertas tareas vitales para la editorial, en la que yo me ocupo de casi todo —salvo la asistencia a la edición, la corrección y el diseño definitivo de la cubierta, que asumen Alberto y Cristián, a los que mencionaba antes—. Me matriculé en Filología Hispánica, pero dejé la licenciatura a la mitad —un poco más, eh— porque lo que me tocaba estudiar no se parecía demasiado a lo que yo había imaginado. Igual que en cualquier otro oficio, supongo, cada uno forja su camino a base de muchas caídas y muchas recuperaciones.

Hay un aspecto que me parece fundamental, y es definir el mensaje que quieres lanzar con tu editorial: se trata de publicar buenos libros, pero se trata de publicar mucho más que buenos libros. ¿Por qué apuestas? ¿Qué discurso te interesa potenciar? ¿Hay alguna temática que quieras respaldar con tus publicaciones? ¿Qué quieres aportar como editor a la literatura? En mi caso, me gustaría pensar que publico a poetas que trabajan de forma intensa con el lenguaje: ampliando su registro más allá de la palabra escrita o hablada —normativa, en cierto modo— como herramienta fundamental de la comunicación, o cuestionándose la vinculación entre lenguaje y tradición, etcétera. Y que a esta línea editorial se une el interés por la escritura de mujeres, por el posicionamiento ante la realidad… Quizá un libro me apasione y me interese, pero si no tiene que ver con estos aspectos, pertenece a otro catálogo, y no al de La Bella Varsovia. Y se me olvidaba: la apuesta por un autor. Cuando contrato un libro quiero, siempre, que ese libro no sea el último: que el autor entienda que La Bella Varsovia es su casa, que es la casa de sus próximos libros, y de los anteriores si los hubiera. Esta política de acompañamiento —por así decirlo—, de crecimiento en paralelo, es para mí uno de los pilares de la editorial.

Otro punto interesante es el de no abarcar distintos géneros, y centrarte en uno: cuando he publicado libros de narrativa o ensayo, por ejemplo, los libreros no tenían muy claro dónde colocarlos, porque tanto ellos como los lectores asociaban la editorial a la poesía. Y algo importantísimo: tu editorial es tu vida. Si no lo entiendes así, ni lo intentes, porque tu editorial malvivirá a medio gas, y perderá el impulso. Tu editorial arrasa con tu tiempo de trabajo, pero también con tu tiempo libre; con tu esfuerzo y con tu dinero. Si escribes, también te roba horas y fuerzas de escritura. Y tú —lo digo en el más feliz de los sentidos— no existes: el protagonista de tu editorial es el libro que has publicado y el autor al que has publicado. Tu papel es apoyar y arropar: tu plano, el segundo o el tercero o el cuarto. Pero compensa, vaya si compensa. Cuando me asomo a las redes sociales y veo que un desconocido ha comprado uno de los libros de la editorial, y le ha entusiasmado, y cuelga y comparte un poema… No importa que el día anterior me haya acostado a las seis de la mañana maquetando, o que una tarde de sábado se me vaya en ensobrar libros para los medios.

Las portadas de los libros de La Bella Varsovia siempre llaman la atención. ¿Qué tan importante es la carátula de un libro en una época donde nos dejamos llevar por lo visual?

portada_grEM: Yo lo entiendo como un aspecto importantísimo de la edición, y una de las fases de las que más disfruto: la búsqueda de artistas que me golpeen, y la chispa que surge cuando trabajo en un original y recuerdo una ilustración o una fotografía que guardé en favoritos meses antes. Esa imagen de cubierta debe tener una vida independiente del texto: dialogar de tú a tú con los poemas. Antes mencionaba a las editoriales de poesía que surgieron en España a mediados de la década pasada, y que comparten muchas intenciones: una de ellas, por ejemplo, la de apostar por libros atractivos para el lector, que destaquen en las mesas de novedades, si es que el librero se arriesga a colocar ahí un libro de poesía. Creo que el lector de poesía —uno de los motivos por los que el libro electrónico no termina de asentarse en este género— busca una experiencia diferente: un continente hermoso y cuidado, más allá de la calidad incuestionable del contenido. En este sentido, a la edición de poesía le afecta cierto amateurismo, y aquí entono el mea culpa porque La Bella Varsovia lo practicó durante sus primeros nueve o diez años: ante la falta de medios, porque las ventas apenas permiten cubrir gastos, quien edita poesía hace lo que puede. También, en el otro extremo, cierto prejuicio que trata a las editoriales de poesía como oenegés: la poesía es pura, la poesía no se vende, los libros de poesía te esperan en la balda del estante más cercana del suelo. Yo no quiero hacerme rica editando, yo no me voy a hacer rica editando, pero sí me gustaría sobrevivir con los libros por los que apuesto, y no trabajar para otros editores cuando tengo mi propia editorial. La diferencia entre lucro y sostenibilidad, supongo.

¿Qué papel tienen las redes sociales en tu obra y en tu trabajo como editora? ¿Consideras que el constante flujo de información al cual estamos expuestos fomenta la creatividad?

EM: En mi trabajo como editora resultan fundamentales. Mi presupuesto no incluye extensas giras de promoción, envío masivo de ejemplares a prensa o publicidad en medios, así que la única forma de llegar a lectores y libreros son las redes. Las utilizo para hablar de los libros, pero también para hablar sobre los libros: para intentar generar un diálogo en torno a lo que publico. En algún caso, también, aunque muy puntual, he descubierto a algún autor interesante al que seguir la pista. En mi obra, confieso que ninguno. Quizá las redes sociales me brindan algunos descubrimientos, pero no tengo la sensación de que hayan influido en mi manera de escribir o en los temas que escojo. No sé si nuestro uso de las redes sociales —y de internet, en general— fomenta la creatividad, si te soy sincera. Sí permite los descubrientos, enciende la conversación con los demás, facilita la difusión de nuestra obra… Pero también —al menos a mí— distrae, roba tiempo…

¿Qué tan importante es corregir los poemas luego de escribirlos? ¿Tu labor como editora te ha preparado para ser crítica y correctora de tus propios poemas?

EM: La corrección forma parte de la escritura. Si la afrontas con seriedad, se trata de un proceso tan hermoso como el de la primera idea, o el de los primeros versos; yo disfruto ajustando el poema, eliminando imágenes, puliendo el ritmo, descartando. Creo que ahí se forja el poema: en las renuncias. Yo desconfío de los autores que aseguran no corregir, o que se niegan a corregir: por una parte, porque se pierden de forma deliberada una etapa fundamental de la propia mecánica de la escritura; y por otra, porque distanciarse del poema, y regresar a él intentando que con ojos nuevos, solo permite que el poema gane. En mi caso, la escritura del poema se prolonga durante años: a veces surge el título o una imagen, lo apunto, voy añadiendo imágenes, ideas, ritmos… Lo escribo, me olvido durante un tiempo —meses, si es posible—, lo retomo, casi siempre lo reescribo, elimino mucho, y cuando tengo una versión que me parece legible se la envío a Alberto Acerete. Alberto es mi primer lector: confío en él porque entiende qué quiero, conoce mis lecturas… Existe una sintonía entre lo que leemos y entre lo que escribimos, además de la confianza suficiente como para que critique lo que he escrito. Por otra parte, trabajar como editora me permite asistir con cada nuevo libro a un taller de escritura. Me apasiona ver cómo cada poeta se enfrenta de una manera distinta a los mismos problemas que yo encuentro en mis propios textos. En este sentido, editar me permite aprender como escritora: a escuchar a los demás, a respetar también los propios tiempos de trabajo de los demás…

Fotografía tomada de su Facebook

Fotografía tomada de su Facebook

¿Qué voces pertenecientes a tu generación recomiendas leer?

EM: No tengo muy claro a qué generación pertenezco. Por edad, a la de los nacidos en los años ochenta, pero por fecha de publicación me acerco más a la anterior, la de los autores de los años setenta. Salvo excepciones —la gran mayoría en el catálogo de La Bella Varsovia—, me siento más próxima a quienes empezaron a publicar durante la década pasada; encuentro que tenemos más puntos en común, unos intereses más cercanos. Te recomendaría a María Eloy-García, Erika Martínez, Miriam Reyes o Julieta Valero, por citar a cuatro autoras fuera de mi editorial y muy diferentes entre sí, a las que leo con enorme interés, y en cuyas obras existe un acercamiento muy personal a la cuestión política: realidad, género… Por lo demás, todos mis entusiasmos están en el catálogo de La Bella Varsovia, por supuesto.

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Fedosy Santaella: “La literatura es un compromiso con lo humano”; por Oriette D’Angelo

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Fotografía de Andrea Daniela

Fotografía de Andrea Daniela

Fedosy Santaella escribe, y escribe bien. Su nombre no es sólo una herencia ucraniana por parte de su abuelo, Fedosy Kruk, sino que también es uno de los nombres de la literatura venezolana contemporánea más difundidos tanto dentro como fuera del país. Fedosy Santaella escribe y lee, publica artículos en Internet, tiene cuenta Twitter, dicta talleres de Escritura Creativa, escucha música y ve películas, es profesor universitario, es amado y criticado, difundido y censurado, gana concursos literarios, habla de política, de cine, de religión, del mar, de lo que le gusta, de lo que no le gusta, habla con la gente y de la gente, escribe, escribe, escribe. Fedosy Santaella escribe, y escribe bien.

Nació en Puerto Cabello el 2 de enero de 1970. Trabaja como profesor en la Universidad Católica Andrés Bello y en el diplomado de Narrativas contemporáneas (ICREA-UCAB). Su obra es bastante diversa y en su haber cuenta, hasta ahora, con los libros de relatos Cuentos de cabecera (2001), El elefante (2005), Postales sub sole  (2006), Piedras lunares (2008), publicados por Ediciones B; Ciudades que ya no existen (2010) e Instrucciones para leer este libro (2012) publicados por Bid & co. editor. También es autor de las novelas Rocanegras (2007, Ediciones B), Las peripecias inéditas de Teofilus Jones (2009) y En sueños matarás (2013), publicados ambos por Alfaguara; Los escafandristas (Bid and Co., 2014) y El dedo de David Lynch (Pre-textos, 2015). Su extensa obra incluye la publicación de libros de cuentos para niños y jóvenes bajo el sello editorial Alfaguara.

En cuanto a premios y reconocimientos, fue elegido en 2009 para participar en el Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa. En el 2006 ganó el Premio de la Bienal Internacional José Rafael Pocaterra y obtuvo una mención de honor en la Bienal José Antonio Ramos Sucre en el año 2007. Fue finalista del Premio Cosecha Eñe (España, 2010) y del Premio Herralde de novela (2013), con el libro que aquí nos convoca, El dedo de David Lynch. Recientemente obtuvo el XLVII Premio Internacional de Novela Corta “Ciudad de Barbastro” por su libro titulado Los nombres que saldrá publicado bajo el sello editorial Pre-textos.

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El dedo de David Lynch narra la historia de Arturo y Mariana, una pareja de estudiantes de la Escuela de Letras de la UCV que decide irse a vivir a Chirimena atraídos por los encantos de la playa. Relaciones familiares, amigos excéntricos, situaciones inesperadas y un desencanto por la vida del arte en la ciudad son parte de los motores que trazan el hilo de esta historia. Encontrar un dedo, guardar el dedo, no saber de quién es el dedo y tratar de descubrir su secreto. Definirse a sí mismos, encontrarse, creer en el amor, creer en la gente, creer en el mar, conocer a un ex policía, conocer a un traficante de drogas, dormir en la playa, hacer el amor en la playa, morir en la playa, creer en la playa y querer seguir allí. Arturo y Mariana. Sargento. Marcano. Jean y Georgina. Ángel. Sergio. Richi. El gordo Glen. Un padre, su hijo. Los Elegidos de la playa. Los elegidos por Fedosy para contar esta historia.

Fedosy Santaella escribió la novela El dedo de David Lynch, y la escribió bien.

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En tus más recientes novelas, Los escafandristas (Bid & co. editor, 2014) y El dedo de David Lynch (Pre-textos, 2015) aparecen personajes que cuestionan el poder o buscan para sí mismos pequeñas cuotas de poder. ¿Qué se puede aprender sobre el poder al escribir ficción?

Fedosy Santaella: Me he dado cuenta de que en mis novelas recurro a ese tema: la lucha del hombre, de un solo hombre, desde su individualidad, contra los poderes. Es un asunto de libertad individual por fuera del colectivismo, de las ideologías aglutinantes que buscan un pensamiento único. Tenemos derecho a ser libres como personas diferentes, particulares, con ideas propias sobre el mundo. Libres desde nosotros mismos y no libres «liberados» por héroes delirantes que se creen los salvadores de la humanidad. En todas mis novelas hablo sobre eso, sobre el empeño por el derecho a ser quién queremos ser y no lo que otros nos imponen. ¿Quién dijo que yo estoy obligado a andar de rojo todo el día?, ¿o que debo llamar Galáctico a un señor que en realidad me pareció muy mediocre en vida? ¿Quién ha dicho además que ellos tienen la razón? ¿Quién les dice a ellos que yo estoy equivocado? Tengo derecho a disentir. Ellos también, por supuesto. Pero sin garrote en mano, por favor. Mi garrote, en todo caso, sería la escritura.

«Ellos» también afirman que combaten distintas formas de poder desde su individualidad, o de forma colectiva en algunos casos, pero afirman estar en contra del poder. ¿Es una contradicción querer combatir el poder desde el poder? ¿Por qué crees, además, que el ser humano necesita «salvadores»?

FS: Ellos dicen muchas mentiras para mantenerse en el poder. Y no sé si todos los seres humanos necesitan salvadores; lo que sí sé es que a mí los salvadores socialistas no me van.

Antón Chéjov escribió que “el mar no tiene ni sentido ni piedad”. Como novelista, ¿qué buscas al contar historias que se desarrollan en el mar? ¿Buscas, de alguna forma, encontrarle sentido a través de su propio misterio?

FS: Yo nací cerca del mar, siempre tuve lo tuve cerca. Pero el mar nunca se da del todo, porque el mar también es el horizonte, el cielo alto y lo que está más allá del horizonte. El mar siempre está yéndose y hay quienes buscan irse con el mar. El mar es una invitación al viaje, a las historias, a la épica. El mar tiene sentido mientras comprendas que cambia constantemente en la medida que recorres ese sentido y haces historias con ello.

En El dedo de David Lynch los protagonistas rechazan la presencia del ego en el mundo artístico, específicamente en la literatura y en la música. Uno de los personajes habla también de la diferencia que existe entre la obra y su autor. En lo personal, ¿son necesarias pequeñas cuotas de ego en el mundo literario o es algo que desfigura su propósito?

Sobrecub. EL DEDO DE DAVID LYNCH-Cuatri:camisa narrativa contem.FS: La ambición, el ego y la búsqueda de la excelencia son necesarios. La antigua retórica de izquierda que pulula en este golpeado país ha contaminado el alma de muchos hombres y los ha hecho miserables y mediocres. A la sociedad civil le hace falta ego y búsqueda de excelencia. Estamos llenos de mitos tontos: que si el escritor escribe mucho, que si se promociona, que si gana premios, que para qué quiere ser conocido fuera, que nadie nos conoce afuera. Pura paja. La mayoría de esas críticas tienen un tufillo anticapitalista, izquierdoso que cansa, y que ha permeado el alma incluso de los que se oponen a esos hedores socialistas. Yo hago lo que mejor me parece, nadie me pone una pistola para que escriba o no escriba. Esas críticas suenan a bota militar que te aplasta la cabeza. Si aquellos críticos del quehacer literario estuvieran en el poder serían idénticos a los que dicen que son nuestro gobierno. Ahora, la dinámica de los mediocres que alaban a un trepador sin mayores méritos, eso es otra cosa. Como también otra cosa es la dinámica de los mediocres trepadores que andan detrás de algún escritor con mérito y que buscan brillar con la luz del consagrado. Eso es imperdonable.

¿Y es posible separar la obra de un autor de su vida personal?

FS: En la escritura no, en la lectura, quizás sí, pero en un sentido distinto al de la interpretación de la lectura. Quizás sea necesario conocer algunos aspectos de la vida del autor para llegar a un buen análisis de la obra, pero no es necesario, en lo absoluto, ligar al autor con su obra en el sentido empático. La obra podría gustarte sin necesidad de que el autor sea un ramo de flores lleno de simpatías. Yo no leo a un autor porque me cae bien o me cae mal, porque me acaricia el lomo cuando lo veo en una librería o porque me dice «pana» para ponerse a mi altura. Algunos lectores cometen ese error.

¿Crees que la crítica literaria y el periodismo cultural en Venezuela cometen este tipo de error? ¿Leer, difundir, opinar y trabajar una obra sólo «si el autor les cae bien»?

FS: Hay de todo. El amiguismo está en todas partes del mundo. Pero al final, ¿de quién hablas? De tus amigos, ¿no? Lo que sorprende y da nauseas son las retóricas hiperbólicas, eso sí. Hable de su amigo, promocione a su autor, pero por favor…

Arturo, uno de los personajes principales, es un estudiante de Letras de la Universidad Central de Venezuela desencantado de la Escuela de Letras y del mundo literario por ser, en palabras del propio personaje, “un mundo de egos, idolatrías y enanismos”. Este desencanto es algo que se mantiene a lo largo de toda la obra. ¿Crees que en la actualidad, más allá de la ficción, hay en Venezuela personas tan desencantadas como Arturo?

FS: Sí, claro que las hay. Hay muchas personas con exilio interno. Arturo se exilió huyendo de los poderes, de la mediocridad de la Venezuela contemporánea, pero no lo hizo fuera del país, sino acá mismo. Me interesaba contar la historia de los otros exiliados, de esos que se encierran en su interior e intentan hacerse un paraíso que, inevitablemente, termina siendo golpeado, derribado a martillazos por la oscuridad que nos rodea. Esa oscuridad está fuera y está dentro de nosotros.

¿Cómo fue el proceso de escritura de El dedo de David Lynch? ¿Hubo algún hecho particular que sirviera de detonante para su escritura?

FS: Primero el mar, observar la vida de la gente que vive cerca del mar, luego querer contar los exilios internos, luego la vida del circo, la investigación, la cercanía a ese estilo de vida que puede ser maravilloso para también muy iluso; luego la escritura, que se fue haciendo desde un plan original, cómo no, pero siempre dejando espacio para el giro del arte, para esa otra escritura que surge de lugares desconocidos de nosotros mismos. En la escritura literaria vivo buscando el equilibrio entre la estructura y la deriva poética, por llamarla de alguna manera. Es una búsqueda sin meta, porque ese equilibrio, así lo creo, es imposible. Pero me gusta intentarlo.

Borges decía, por ejemplo, que un escritor jamás debía ser juzgado por sus ideas y que sus opiniones políticas no eran importantes a la hora de apreciar su obra. En el caso actual venezolano, esta situación parece ser bastante delicada. ¿Crees que esta postura de Borges tiene cabida en nuestra sociedad y en nuestra manera de apreciar la obra de nuestros escritores?

Fotografía de Andrea Daniela

Fotografía de Andrea Daniela

FS: La literatura es un compromiso con lo humano. Allí, dentro de lo humano, es insoslayable una visión política del mundo. No obstante, hay que tener cuidado con los facilismos comerciales. No me gusta aquel que busca convertirse en la carne masticable de algún colmillo editorial que, tras el negocio, pretende una determinada escritura que «hable de Venezuela». Colombia no es sólo narcotráfico y guerrilla, Argentina no sólo son los desaparecidos y las dictaduras, Venezuela no es de manera explícita Hugo Chávez y sus barbaridades. Con eso hay que tener cuidado. Más que política, lo que hay detrás es un hambre comercial a la que le interesa muy poco la escritura literaria. Pero, al fin de cuentas, cada quien escribe lo que quiere. Yo no puedo hacer eso, no me sale, no me siento honesto cuando lo hago. Si otro lo acomete, chévere. El problema es cuando ciertas miradas de poder pretenden decir qué es literatura y qué no. Y si pretenden decirme que literatura es sólo la escritura de una Venezuela que hable de Chávez de manera explícita, a favor o en contra, pero de manera panfletaria, pues no, gracias, yo paso.

Marcano, Sargento y El gordo Glen son personajes que destacan por sus historias de vida aparentemente comunes y por la forma en la que asumen roles de poder sobre otros y la comunidad donde se encuentran. Son personajes que “buscan ser amados pero también temidos” y que no se encuentran únicamente en el mundo de la ficción. ¿Crees que son necesarios este tipo de personas para el propio movimiento de las sociedades? ¿Por qué crees que los ciudadanos comunes buscan ejercer pequeñas cuotas de poder?

FS: Alguien que busca ser amado desde el odio, desde el miedo, no hace más que mostrar su profunda pobreza interior. El poder por el poder, la mentira, simulacro como formas de mantener el poder, el resentimiento, el odio, la soberbia, el infantilismo, el amor retrechero, el amor telenovelero, el odio disfrazado de amor, la ignorancia, todo esto hace del poder un lugar abatido por el miedo. En este país hace falta mucha elegancia, mucha belleza, mucha sensatez y mucho esclarecimiento de conceptos políticos que han caído en la opacidad del engaño.

Al final del libro agregas una nota de autor que indica que la Chirimena que se narra en el libro no existe. ¿Por qué creíste necesario agregar esa aclaratoria?

FS: Porque quiero seguir yendo a Chirimena sin que se aparezca a Marcano y me dé una paliza.

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Sé que tienes una rutina de escritura bastante estricta: despertarte muy temprano y escribir, sin parar, durante varias horas. ¿Cuándo descubriste que mantener esta rutina era algo necesario para la creación de tus obras?

FS: Bueno, sí me detengo. Me detengo a pensar, y a veces fluyo. Todo depende del día, de la hora, del alma. Durante años trabajé en el área creativa audiovisual. De allí aprendí la disciplina, el cumplimiento de una pauta. Tampoco escribo algo nuevo todos los días. Esa es una creencia absurda. Reviso, reviso mucho, y revisar es también escribir. Yo decidí librarme del asfixiante aire acondicionado de la oficina para hacer algo que me gusta, que es escribir. He buscado siempre tiempo para escribir mis cosas. Si a usted le asombra que yo diga esto, y piensa que soy un tonto o un loco, pues bien, gracias. Al fin y al cabo decidí, en este mundo ingrato, darme un poco de placer e intentar un tanto la felicidad. En ese sentido, creo en Aristóteles por encima de todas las cosas.

Más allá del papel crítico que cumplen los lectores, ¿puede influir en tu proceso creativo la opinión personal de un lector sobre tu obra? ¿Has querido cambiar algo luego de conocer la opinión de algún lector?

FS: Sí, ¿por qué no?

Stephen King mencionó en una entrevista que “si una novela no es entretenida, no es una novela exitosa”. Como lector y escritor, ¿cuándo consideras que una novela es exitosa y cuáles son las características que para ti permiten catalogarla como tal?

Fotografía de Andrea Daniela

Fotografía de Andrea Daniela

FS: Alguna vez pensé que era importante escribir novelas entretenidas, ahora ya no lo pienso tanto. Ahora simplemente me reto, ahora simplemente me busco en el reto. Me preocupa mucho el lenguaje. Alguna vez pensé en escribir historias distintas desde el punto de vista de la anécdota. Ahora pienso que las historias pueden ser distintas desde el lenguaje. Cualquier historia. Es decir, poco me interesa el éxito, si de asuntos comerciales hablamos. Yo escribí En sueños matarás simplemente porque necesitaba escribirla. Si algún loco decidió publicarla (y le doy las gracias), pues ya esa es decisión suya. Yo con En sueños matarás me exorcicé, y lo hice en la historia y en el lenguaje. Luego, si algún lector aprecia ese ejercicio de exorcismo personal, pues qué maravilla. En realidad, el exorcismo está en toda la escritura (y atención, exorcismo no es lo mismo que terapia). Si hablamos de novela, pues te digo que es un ejercicio detectivesco de exorcismo. Prefiero el exorcismo al exitismo.

¿Qué tan importante es la obra de Stephen King en tu carrera literaria?

FS: Mucho, yo no abandono mis lecturas formadoras. Las cuido, las acaricio y busco transformarlas en mi escritura. Respeto el pasado y las ilusiones que tuve en el pasado. Está lejos de mí, ser un parricida. En ocasiones, esas actitudes hacia escritores como King me parecen más esnobistas que otra cosa.

Ya que hablamos de lecturas. ¿Qué otras lecturas fueron indispensables para ti en tu etapa inicial como escritor?

FS: Edgar Allan Poe, Julio Verne, Hermann Hesse, Abdul Rasam Mehnir, la revista Imagen, Armando José Sequera, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges…

En una entrevista para Contrapunto mencionaste que estás escribiendo un poemario sobre “tatuajes de criminales rusos”. ¿Sigues trabajando en este poemario?

FS: No, ya me da hasta vergüenza hablar de eso. La poesía es mi enamoramiento más ingrato.

¿Por qué es un enamoramiento ingrato?

FS: Me cuesta mucho sacarme el narrador de encima, y cuando escribo poesía me da la impresión de que termino escribiendo narrativa de nuevo. Y porque la poesía es un cuerpo misterioso, un alma misteriosa de la que uno se enamora, pero no se da, no se entrega. Claro, hablo de ella conmigo. A eso me refiero.

Además de escritor, eres profesor de Escritura Creativa. Existen muchas críticas en torno a los talleres literarios y especialmente en torno a los que se especializan en la escritura creativa. ¿Por qué crees que existen estas críticas? ¿Se puede aprender a escribir «de forma creativa» en un taller literario?

FS: Eso es pura paja, otro izquierdismo romántico ridículo. Una vez más, si quien hace estas críticas tuviera poder, ¿prohibiría los talleres literarios y fusilaría a todos los instructores de talleres y a los que desean escribir? Hay que ser honestos en los talleres, eso sí. Alguna vez trabajé en un sitio donde se le prometía a la gente que serían «escritores» y se les llamaba así. Eso me molestó profundamente y al tiempo dejé de dar clases allí. Uno entiende que hay herramientas de escritura, que hay estrategias, que hay estructuras, y las facilita. Si quieres que te acepte que hay un elemento desconocido que hace a alguien buen escritor, algo que «nace» con el escritor, está bien, te lo acepto, pero de igual modo te puedo decir que la escritura creativa, narrativa, literaria tiene elementos que pueden ser identificados y aplicados. Si alguien desea conocer esos elementos, ¿por qué no se le puede ayudar a conocerlos? Ahora, de allí a que esa persona se convierta en un artista de la escritura, eso es otra cosa. Yo ofrezco darte herramientas y ponerlas en práctica y ayudarte a usarlas con decencia. Pero no puedo escribir por ti. Que luego de eso, tú te creas escritor, eso tampoco puedo controlarlo yo. He conocido a más de uno que ha publicado porquerías de libros sin haber tomado un solo taller. Y se creen escritores, y se hacen llamar escritores. ¿Entonces?

Hace un par de semanas resultaste ganador del Premio Internacional de Novela Corta “Ciudad de Barbastro” con tu libro titulado Los nombres. ¿Podrías adelantarnos de qué trata este libro?

FS: Los nombres se hace de una vieja discusión de la relación entre las palabras y las cosas. La encontramos, por ejemplo, en Platón, en el Crátilo. A partir de esa creencia de una relación natural, y no convencional, entre los nombre y las cosas, mi novela se va adentrando en el misterio que está detrás de los nombres de cada quien. Allí tenemos los días de un cosaco que fue capitán del ejército zarista, los avatares de un abuelo ucraniano que relata increíbles cuentos de fantasmas, el descubrimiento de un poeta persa que escribió una obra monumental, las extravagancias del duque de Rocanegras, el recuerdo de un padre con aires de Stan Laurel y una épica libresca que ensaya y narra un viaje a través de la literatura y de la historia familiar, del recuerdo y de la nostalgia. Por esos lados va Los nombres.

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